Por qué el ateísmo con una actitud agnóstica es una convicción humilde

  1. Ateísmo como “arrogancia”
  2. Definiciones de términos
  3. Lo que NO significa el ateísmo
  4. Los problemas con la noción de Dios
    1. 1. El concepto de Dios está muy mal definido
    2. 2. Las pretendidas “pruebas” de la existencia de Dios
    3. 3. Los milagros no son evidencia de la existencia de Dios, aun si realmente ocurrieran
    4. 4. Las revelaciones no son fuente de conocimiento
    5. 5. La teología como campo cuyo objeto de estudio está ausente
  5. El ateísmo con actitud agnóstica como propuesta humilde ante la (carencia de) evidencia
  6. Conclusión
  7. Referencias

Ateísmo como “arrogancia”

Hombre arrogante
Foto cortesía de Freep!k.

Una de las cosas de las que me ha sucedido frecuentemente, y de la que ya estoy harto, es que, cuando uno revela que se es ateo, inmediatamente el religioso comienza a despotricar contra la “arrogancia” de uno. Y eso no ha sido todo, he tenido experiencias aun peores. Por ejemplo, en un momento difícil por el que no tuve transportación a mi disposición, tuve que caminar lejos para hacer gestiones. Cuando volvía, me senté en el borde de un estacionamiento para descansar y tomar un poco de aire. La guardia del lugar me vio, me ofreció agua y se lo agradecí. Tras explicarle un poco mi situación personal, me preguntó que si yo iba a la iglesia. Le dije que no era creyente. Y ella me dijo en ese momento, “Eso es porque Dios te está castigando, pues quiere que aprendas una lección.” Aparentemente, era un esfuerzo de la deidad para “humillarme”, porque me había puesto “arrogante” al rehusar no creer. Puedo decir que en ese momento, eso era lo último que necesitaba escuchar. Esa expresión no me acercó para nada a creer más en Dios, sino todo lo opuesto. Odié la noción de Dios aun más, sin hablar de que me distanció mucho más de religiones que empujan a creyentes a que, cuando se encuentre con gente como yo, juzguen sin conocer a uno … olvidándose, demasiado convenientemente, eso de “no juzguen para que no sean juzgados; porque serán juzgados con el juicio con que juzgan, y serán medidos con la medida que miden” (Mt. 7:1-2).

Lo mismo ocurre cuando estoy en algún lugar y alguien me trata con suma amabilidad. Pero después, tras ellos preguntar, y enterarse de que no creo en Dios, puedo contemplar todas las expresiones faciales cambiar a unas de disgusto, y se alejan como si uno tuviera lepra o sarampión. En ocasiones, tengo que lidiar con las actitudes passive aggressive de cierta gente. Hay personas que me dicen “Dios te bendiga” con todo el corazón, amor y cariño del mundo, y eso está bien por mí; les respondo con el mismo afecto. Pero hay otros que lo emplean para restregarle en la cara a uno su religiosidad para humillar públicamente en un grupo de creyentes. En esos casos, sale mi lado blasfemo (que no es algo muy frecuente, como se habrán percatado en este blog). Una vez, una persona de este tipo, que tenía problemas con mi no creencia, me dijo cuando iba a salir: “¡Que los angelitos de la guarda te acompañen en el viaje!”, y lo decía con esa cara de holier-than-thouismo inconfundible de mucha gente que se cree superbeata. Yo le respondí: “¡Ay no! Los angelitos han hecho tan mal trabajo protegiendo a los niños de las violaciones de los curas pederastas de la iglesia a la que asistes, que no los necesito. Es más, si me acompañan o si están ausentes, sé que no habrá mucha diferencia. ¡Gracias!” Se quedó perplejo, ante la expresión tan inesperada. Repito, ese no es mi trato cotidiano, ni tan siquiera a los religiosos en general, pero me reservo esos comentarios exclusivamente para esos individuos.

Otros se molestan porque encuentro sus creencias absurdas. De hecho, encuentro muchas de mis creencias anteriores absurdas, y en ocasiones, me abochorno tan siquiera de acordarme que las sostuve. Mucha gente encuentra objetable que las caracterice así. “¡Tienes que respetar las creencias!”, me dicen. Pero, como filósofo, no encuentro buenas razones para respetar creencias. La mayoría de las veces, parece más bien que este tipo de contestación es una protección emocional a algo con lo que la persona está comprometida. Lo entiendo perfectamente, especialmente cuando fui muy católico y compartamentalizaba mis pensamiento religioso de las críticas por mi compromiso fuertemente emocional.

No obstante, lo más sorprendente es la situación, desafortunadamente frecuente, de que cuando discuto el ateísmo como una postura legítima, otra gente se molesta … pero, increíblemente las objeciones provienen de otros no creyentes. Típicamente, estas objeciones se resumen en dos:

  • Lo que el filósofo Daniel Dennett llamaba “la creencia en las creencias” (belief in belief, Dennett 2006, 200-246). Estos amigos no creyentes y otras personas suponen que el ateísmo puede “herir” las sensibilidades de la gente, algo que no debería permitirse si hay una cortesía social mínima hacia los demás. Otras veces, ven las creencias como fundamento de valores positivos o que fomenta aquellos usos y costumbres que son base para el funcionamiento de una buena sociedad. “Sí”, dicen, “son ideas absurdas, pero permiten que funcione la sociedad.” Basta con consultar cualquier estudio económico que se haya hecho en torno a este tema para darse cuenta de que esto es incorrecto. La reducción de las creencias se correlaciona muy bien con la riqueza o estabilidad política de una nación y viceversa (Kay et al. 2010; McCleary y Barro 2006). Es más, estudios más recientes confirman que, probablemente, la relación causal se da en ambas direcciones (Herzer y Strulik 2016).
  • Que la postura atea es esencialmente dogmática al excluir la creencia en Dios. De esta manera, volvemos a la maldita afirmación: el ateísmo es arrogancia, porque no se está abierto a la posibilidad de la existencia de un dios o dioses. A veces se dice que el ateísmo es “tan fundamentalista como las religiones fundamentalistas” (lo sé, porque me lo han dicho). Que si se quiere ser humilde, hay que ser agnóstico (¿?)

Este artículo se dedicará a fundamentar el ateísmo como una postura provisional por defecto junto a una actitud agnóstica como la posición más humilde posible a partir de la evidencia disponible y en aras de una apertura a una potencial refutación. Advierto que no será un escrito exhaustivo en cuanto a este tema, pero sí presentaré suficientes argumentos para sostenerlo.

Definiciones de términos

Libro visto con una lupa
Imagen en dominio público.

Como verán los lectores en la sección de referencias, la mayor parte de lo que propondré proviene del ámbito académico, no de los movimientos ateos. La razón es que los movimientos tienen interés de sumar fuerzas y, convenientemente, definen las cosas para que puedan contarse como “ateos” a personas que no adoptan esa postura. Por ejemplo, a veces definen ateísmo como “no creer en Dios”. Como consecuencia lógica, ahí meten en el saco a medio mundo que “no cree en Dios” incluyendo a los recién nacidos, y de allí hacen aserciones absurdas como las de decir: “todo el mundo nace ateo”.

Además, esto invita a una serie de confusiones cuando hablamos de diversas posiciones no creyentes. No es lo mismo ser “no teísta” que ser “ateo”: el budismo es una religión no teísta, pero no requiere el ateísmo. Esto se debe a que para ser budista, su cosmovisión principal no gira alrededor de la creencia en dioses, pero hay ramas del budismo que sostienen la creencia en seres divinos o dioses, aunque no sean el centro de su vida religiosa.

Asimismo, el ateísmo contemporáneo es una postura que se adopta como un acto de negación de la existencia de Dios o dioses. Esto está implícito en el término que, etimológicamente, se compone del prefijo “a-” para “no”, y “theós” para “dios”. Por tanto, podemos discutir con mayor claridad de pensamiento si definimos nuestros primeros términos de la siguiente manera:

  • Ser teísta significa creer en la existencia de al menos un dios (Oppy 2018a, 3, 5).

Típicamente (sin pretensión de ser exhaustivo), esta posición puede adoptar varias formas, de las cuales dos son actualmente dominantes:

  • Ser monoteísta significa creer que solamente existe un dios.
  • Ser politeísta significa creer que existen múltiples dioses.

En cambio, definamos lo que es el ateísmo:

  • Ser ateo significa negar de la existencia de Dios o de dioses (Oppy 2018a, 2, 4).

Esto es distinto de ser agnóstico:

  • Ser agnóstico quiere decir que suspende cualquier juicio en torno a la existencia o no existencia de Dios o dioses (Oppy 2018a, 2).

El filósofo Graham Oppy distingue a los agnósticos y a los ateos de los inocentes:

  • Un inocente no opina sobre la existencia o inexistencia de Dios o dioses por desconocimiento de la noción (Oppy 2018a, 2).

La distinción entre el agnóstico y el inocente es que el primero conoce en general la noción de Dios o de dioses, mientras que el último, no. Los bebés recién nacidos son inocentes, no son agnósticos ni ateos.

Es preciso afirmar que en el teísmo, el ateísmo y el agnosticismo hay espectros, y, en ocasiones, puede haber fronteras borrosas. Por ejemplo, en ciertas formas de panteísmo, se afirma la existencia de Dios (teísmo) como la totalidad material existente, que, bajo ciertas circunstancias, es sinónimo a cosmovisiones ateas. Una situación parecida la encontramos en el caso de un religioso naturalista Michael Dowd, que sostiene que Dios es el nombre propio que personifica al producto de las relaciones dinámicas emergentes de unidades de más bajo nivel; esta personificación es metafórica y no pretende decir que esta máxima unidad de emergencia sea una persona. Un ateo como yo no tiene problemas con concebir a Dios de esa manera, y, en mi vida religiosa, lo hago. No solo eso, sino un filósofo como Daniel Dennett, ateo militante, podría aceptar ciertas nociones de Dios (e.g. Diller 2023).

Lo que NO significa el ateísmo

Pensador de Rodin
Imagen en el dominio público.

El ateísmo NO es una cosmovisión. Esto es muy difícil de entender para mucha gente. El ateísmo es sostener que ni Dios ni los dioses existen … ¡y ya! ¡Eso es todo!

Un ateo puede creer en toda una multiplicidad de otras cosas, pero lo único que excluye es la existencia de Dios o de dioses. Por ejemplo, Eduardo Humberto del Río García (alias Rius) fue un caricaturista que publicó un libro llamado Manual del perfecto ateo. Sin embargo, si se partiera de la impresión de que todos los ateos favorecemos las ciencias, piensen otra vez, Rius también escribió un libro contra la medicina convencional y era fiel creyente de la homeopatía. Desde mi experiencia, puedo decir que hay ateos que creen en la astrología, el tarot, en “las energías cósmicas” (en el sentido Nueva Era), en algunas entidades sobrenaturales, etc. No es una situación que predomina, pero se da.

Hemos algunos que, por razones filosóficas, creemos en la existencia de entidades abstractas en algún sentido. Por ejemplo, existe el realismo matemático, que suele ser equivalente al platonismo contemporáneo. El realismo matemático postula que los conceptos matemáticos designan a entidades abstractas que existen de alguna manera, pero que no son dioses, no se les ora, se les somete a sacrificios. Igual, muchos aceptamos el realismo semántico y de los valores éticos. Resalto que esto es por razones puramente filosóficas, no religiosas. Hoy día, esta perspectiva es perfectamente aceptable dentro de los círculos de librepensadores, ateos y agnósticos, tales como el humanismo (Law 2011, 2, 4). Es más, uno de los debates que casi nadie conoce es el de James Robert Brown, un ateo favorecedor del platonismo matemático y que ha escrito libros académicos como este y este, y William Lane Craig, quien ha escrito libros, como este y este, en donde rechaza esta filosofía por poner en cuestión la aseidad de Dios y, por ende, su existencia como la concibe el cristianismo que promulga. Hubo otro debate con Erik J. Wielenberg, que es un filósofo ateo defensor del realismo normativo —es decir, la existencia de principios éticos objetivos—, donde Craig también argumentaba contra esa posición por poner en duda la autoridad de Dios para dictar las normas morales.

En muchas ocasiones, correctamente, se ha planteado por parte de los religiosos que el ateísmo se ha utilizado como un arma de opresión. A pesar de muchos esfuerzos por negar lo obvio, esta acusación es correcta, especialmente en el caso de los países comunistas dominados por la Unión Soviética durante buena parte del siglo XX. Lo que no se sigue lógicamente, y que es lo que afirman algunos apologistas de manera deshonesta, es pensar que todo ateísmo necesariamente conduce a una situación semejante a la de la URSS. Esto es absurdo, dado que la mayoría de los no creyentes occidentales abogan por una separación de iglesia y estado como uno de los pilares de un estado de derechos.

Es más, hasta los hechos demuestran lo contrario. Según el Pew-Templeton Global Religious Futures Project, para el 2010, hubo países dictatoriales o autoritarios que tenían un alto porcentaje de población no afiliada a las religiones tales como Corea del Norte (71.3 %), China (52.2 %), Vietnam (29.6 %) y Rusia (16.2 %). Sin embargo, también se encuentran sociedades democráticas y abiertas tales como: Japón (57 %), Corea del Sur (46.4 %), Francia (28 %), Alemania (24.7 %), Estados Unidos (18.4 %) y Brasil (7.9 %). Estos datos tienen en consideración a aquellos países considerados los más poblados. Si vamos al porcentaje por países, aun los que tienen baja población, encontramos (y no seré exhaustivo):

  • República Checa (76.4 %)
  • Estonia (59.6 %)
  • Latvia (43.8 %)
  • Holanda (42.1 %)
  • Uruguay (40.7 %)
  • Nueva Zelanda (36.6 %)
  • Suecia (27.0 %)
  • Luxemburgo (26.8 %)
  • Australia (24.2 %)
  • Canadá (23.7 %)
  • Reino Unido (21.3 %)
  • España (19.0 %)
  • Hungría (18.6 %)
  • Austria (13.5 %)

Todas estas son sociedades abiertas, es decir, sociedades que no viven bajo totalitarismo, con libertad de expresión y asociación, y que viven bajo un estado de derechos.

Por supuesto, “no afiliado” a una religión no es sinónimo de “ateísmo”. Sin embargo, se puede ver que el razonamiento de que la religión es necesaria para un estado de derechos y que la irreligiosidad, especialmente el ateísmo, conduce a regímenes opresivos debe ser seriamente cuestionada a la luz de la evidencia. Tengamos en cuenta que esto fue en el 2010, pero sabemos que la cosa ha cambiado mucho de entonces hasta hoy. Para dar un ejemplo, para el 2019, el porcentaje de no afiliados en Estados Unidos era de un 26 %, y, para el 2021, en el Reino Unido, el número subió al 37.8 %. En el 2010, en Irlanda, el porcentaje era de 6.2, pero en el 2022 era el 14 %.

Ser ateo NO significa ser políticamente de izquierda. Se comete ese error por dos razones: la primera, en la propaganda religiosa, maliciosamente se vincula el ateísmo al marxismo leninismo; la segunda razón es que es común que los ateos sean, en general, propulsores de causas de izquierda. Sin embargo, existen organizaciones ateas de la derecha política, que pueden ser conservadoras, o de tendencia libertaria, como Atheists for Liberty en los Estados Unidos o el movimiento objetivista randiano (Shermer 2011; Wilson 2007, 268-282; Wilson 2011).

Ser ateo NO significa estar comprometido con los hechos científicos o históricos. Recuerdo el caso de Rius —y de muchos otros ateos, por cierto— que se comprometen con causas anticientíficas. En cuanto a la historia, ser ateo no garantiza mayor conocimiento histórico. Es bueno señalar que la mayoría de los ateos tienden a ser mucho más instruidos en las religiones con las que están familiarizados y su historia (Fahmi 2019; Pew Research Center 2019). Sin embargo, hay un sector del ateísmo militante que, una vez más, por inversión emocional, creen en algunos bulos que ven en la Internet, fomentan pseudohistoria que ha sido transmitida por sectores antirreligiosos de siglos anteriores, o que son favorecidos por un sector marginal de la academia. Ejemplo de este tipo de creencias: que los cristianos destruyeron la Biblioteca de Alejandría, que Constantino creó el cristianismo junto a Eusebio y Lactancio, que el cristianismo fue una creación de sacerdotes egipcios de Serapis, que el Concilio de Nicea decidió el canon del Nuevo Testamento, que el cristianismo fue el que hundió a la Edad Media en la “Era Oscura”, que ningún personaje de la Biblia existió, o que el papa Pío XII era amigo muy cercano de Adolfo Hitler. Nada de esto es históricamente correcto (ver Johnstone 2018).

Ser ateo NO significa que se tiene mayor pensamiento crítico. En general, los ateos tienden a ser más críticos, no solo en relación con la religión, sino también con otras esferas de la sociedad. Sin embargo, hay sectores de los más militantes inclinados a reproducir las mismas actitudes y dinámicas que vivieron en las versiones más tóxicas del mundo religioso, especialmente el cristiano. También ha habido una tendencia a establecer iconos cuasireligiosos de referentes del ateísmo contemporáneo, cuya autoridad muchas veces no se cuestiona, y cuyos libros casi se vuelven en la base de sus perspectivas. Este ha sido el caso de los llamados “cuatro jinetes del Nuevo Ateísmo”: Christopher Hitchens, Sam Harris, Richard Dawkins y Daniel Dennett. A estos, se les han hecho sendas críticas de parte de intelectuales religiosos, algunas que, aunque no son perfectas, son bastante incisivas en cuanto a muchos de los planteamientos (Haught 2008; McGrath 2018; McGrath y Collicut 2007) y otras críticas que dejan mucho qué desear (Hahn y Wiker 2008; Ward 2011). También han recibido críticas de otras figuras importantes del ateísmo, aunque no del militante (Ruse 2018). El evolucionista David Sloan Wilson sostiene, a mi juicio válidamente (aunque con margen a discusión), que muchos movimientos ateos pueden convertirse en religiones disimuladas [stealth religions] (Wilson 2007, 268-282; Wilson 2011).

¡Ojo! No digo que estos libros de los “nuevos ateos” no tuvieron nada válido que aportar a la discusión, y que no pueden ser instrumentos efectivos de desconversión, pero, desde un punto de vista científico e histórico, pueden tener muchos problemas. Hay una distancia entre la relativa incomprensión y deficiencias de las respuestas de Richard Dawkins en torno a los argumentos a favor de la existencia de Dios en El espejismo de Dios y las respuestas mucho más informadas de un ateo militante como lo fue Héctor Ávalos (ver al recomendado texto: Ávalos 2003). Aunque el llamado “Nuevo Ateísmo” ha decaído, emergen figuras nuevas carismáticas que, si se les cuestiona, la respuesta de parte de sus seguidores puede ser bastante vitriólica y estridente (hablo por experiencia). En muchas ocasiones, algunos ateos pueden ser tan emocionalmente proteccionistas de su visión de mundo como los sectores religiosos conservadores o fundamentalistas.

Ser ateo NO significa que no se pueda ser religioso. Definir lo que es “religión” es particularmente difícil, hasta el punto de que hay eruditos que cuestionan la cientificidad del término (McClellan 2018). Igual ocurre con la noción de “espiritualidad”. En otro lugar, definí los dos términos de manera funcional (la definición formal todavía es asunto de debate):

  • Espiritualidad: a lo espiritual le concierne aquello que cuenta como esencial para la vida en un sentido profundo interno (Strain, s.f.). Esto incluye la adopción de un conjunto de valores y una cosmovisión que definen profundamente lo que somos, cómo debemos llevar a cabo nuestras acciones, y cuál debería ser nuestra relación con los demás y con el mundo.
  • Religiosidad: es la expresión de la espiritualidad adoptada individual o socialmente en la forma de templos, cultos, himnos, rituales, reuniones periódicas, lecturas, sermones, entre otras.

Desde esta perspectiva, existen ateos religiosos, tales como los espirituales naturalistas o los religiosos naturalistas, es decir, espirituales o religiosos que solo forjan su espiritualidad o religiosidad alrededor del mundo natural y prescinden de toda creencia en lo sobrenatural (e.g. Dowd 2007; Goodenough 2023; Rue 2011). Muchos de ellos pertenecen a movimientos humanistas, que a su vez se organizan en torno a los principios unitarios universalistas. Además, crean asociaciones o iglesias donde llevan a cabo sus asambleas periódicas. Ese es el caso de la First Unitarian Society of Minneapolis, una asociación religiosa humanista, o los horarios especiales para humanistas en la iglesia All Souls Unitarian Church de Tulsa. En mi caso, yo soy miembro de la Asociación Unitaria Universalista de Puerto Rico, y soy el humanista de la congregación.

Ser ateo NO significa que se es mejor que los religiosos o sobrenaturalistas. Hay y ha habido personas que no creen en Dios que son ascos de seres humanos (Stalin viene a la mente, pero hay muchos otros). Y hay gente religiosa que es un tesoro de la humanidad. En realidad, si se es religioso o no creyente es irrelevante en cuanto a la calidad moral, en cuanto a su amabilidad, generosidad y el trato general hacia los demás.

Ateísmo solo quiere decir que se niega la existencia de Dios o dioses. ¡Ya está!

Los problemas con la noción de Dios

Persona leyendo ante un atardecer
Fotografía cortesía de Eyüp Belen.

1. El concepto de Dios está muy mal definido

Tanto en filosofía como en ciencias, para poder hablar de aquello que existe, tiene que definirse o al menos caracterizar sus atributos esenciales o definitorios. Los científicos pudieron predecir la existencia del bosón de Higgs al poder definir los atributos de aquella partícula que estaban buscando. Por eso, pueden decir que la han descubierto. Pero, ¿qué hay de Dios?

Un problema muy serio cuando abordamos este tema es que, cuando se estudia la noción de “dios” o de “deidad”, este concepto es demasiado flexible. Es producto de intuiciones individuales donde participa toda una variedad de sesgos y predisposiciones perceptuales o cognitivas, elaboraciones culturales y contribuciones institucionales. Cuando vamos a las particularidades de sus atributos, sus características difieren de grupo en grupo, de sociedad en sociedad (McClellan 2022, 21-50). En su libro sobre Yahveh y la noción de deidad desde una perspectiva cognitiva, Dan McClellan llega a la conclusión de que, y cito: “una deidad es lo que sea que un grupo diga que es una deidad” (McClellan 2022, 50, mi traducción).

En la antigüedad más remota, los dioses eran más o menos como los seres humanos, pero con superpoderes, teniendo dominio sobre la naturaleza. ¡Hasta algunos de los mismos antiguos se daban cuenta! Decía Jenófanes de Colofón:

Y es que desde el principio todos por Homero han aprendido…

A los dioses achacaron Homero y Hesíodo todo aquello que entre los hombres es motivo de vergüenza y de reproche: robar, adulterar y engañarse unos a otros.

Proclamaron de los dioses innúmeras acciones fuera de toda ley: robar, adulterar y engañarse unos a otros.

Mas los mortales se creen que los dioses han nacido y que tienen la misma voz, porte y vestimenta que ellos.

Los etíopes afirman que sus dioses son chatos y negros, y los tracios, que ojizarcos y rubicundos son los suyos.

Pero es que si los bueyes, caballos y leones pudieran tener manos,
pintar con esas manos y realizar obras de arte, como los hombres,
pintarían las figuras de sus dioses; y harían sus cuerpos
a semejanza precisa del porte que tiene cada uno.

A los mortales no se lo enseñaron los dioses todo desde el principio,
sino que ellos, en su búsqueda a través del tiempo, van encontrando lo mejor (Bernabé 2006, 105-106).

Uno de los denominadores comunes de los dioses antiguos es que eran el equivalente a Superman, Acuamán, Hulk, Thor (que de todas formas es un dios) o Etrigan. Estos tendrían origen teogónico, podían nacer de otros dioses, podían morir, tenían los mismos dramas de poder que tienen los seres humanos, sin hablar de las mismas pasiones (¡pregúntenle a Zeus y a Hera!) y su poder tenía límites (Hayes 2012, 32-36). Asimismo, las deidades antiguas solían organizarse en jerarquías donde estaba el dios supremo junto a los dioses secundarios, los dioses menores, los daimones (dioses diminutos), ninfas, semidioses, entre otros. Ellos podían transformarse en seres humanos, y a la vez los humanos podían transformarse en divinidades. Gracias a la interacción sexual entre dioses y seres humanos, ellos podían tener como descendientes a semidioses. Todo esto es bien pertinente cuando nos percatamos que en varios lugares en la antigüedad, en las sociedades grecorromanas, se establecían grupos familiares y etnias con base en su ascendencia por parte de semidioses y héroes, y que incluían las deidades de las más altas esferas celestes (Fredriksen 2017, 10-14).

En cambio, la cosmovisión actual, ciertamente no la antigua remota, ve convencionalmente a Dios como el creador de todo el universo, todopoderoso, todo benevolente, todo justicia, etc. Pero la academia ha establecido firmemente que esta es una versión maximizada del demiurgo platónico (véase Timeo), el dios de Aristóteles y la noción de Dios del estoicismo, y que fue heredado tanto por el judaísmo como el cristianismo y otras religiones. Y aun en este caso, Dios fue concebido de maneras muy distintas: por ejemplo, en el caso de los musulmanes y los judíos, es dios monárquico, mientras que, en la mayoría de las denominaciones cristianas, él es trinitario.

Ante lo inadecuada que parece esta teología para apelar a la humanidad moderna, hay esfuerzos teológicos para modificar estas concepciones de Dios. Uno de ellos es lo que se conoce como la “teología procesual” cuyo máximo representante es John Cobb, y se basa en la filosofía procesual de la obra magistral Proceso y realidad de A. N. Whitehead. Otros favorecen lo que se conoce como “teología abierta”, que también pretende ser una respuesta satisfactoria al problema del sufrimiento en el mundo. Pero lo que proponen ambas teologías son atributos divinos radicalmente distintos, y, por eso, difieren sustancialmente de la noción de Dios de sus tradiciones religiosas judeocristianas.

Otros conciben a Dios de manera panteísta, o panenteísta, etc.

Esto no debe sorprender a nadie. Cuando las nociones de Dios no ofrecen respuestas razonables a objeciones de la persona de a pie (que no necesariamente es antirreligiosa o atea), muchas religiones felizmente cambian las caracterizaciones de Dios de tal manera de que sea una noción de la divinidad más aceptable para la sociedad en general. Como resultado, las nociones actuales son resultado de todo un historial de acomodos de acuerdo a las diversas necesidades de las distintas épocas, incluyendo la actual.

Como bien dijo una vez el filósofo Gottlob Frege, el atributo de la existencia es un concepto de segundo orden. Primero hay que mirar cuáles son los atributos del objeto que se inquiere (conceptos de primer orden) para después saber si ese objeto existe. De otra manera, el concepto de existencia no tiene base lógica alguna (Frege 1998).

Así que cuando se pregunta a un ateo: “¿Por qué no crees que Dios existe?” Mi respuesta es, “¿A cuál de todas las nociones de Dios te refieres?” Sin una definición adecuada de lo que Dios es o cuáles son sus atributos distintivos, no hay respuesta posible.

2. Las pretendidas “pruebas” de la existencia de Dios

La creación de Adán, por Miguel Ángel
La creación de Adán, por Miguel Ángel. Imagen en dominio público.

Para efectos de la discusión, de ahora en adelante, supondremos que la cuestión ahora es el problema de la existencia de Dios como convencionalmente se entiende en el contexto judeocristiano.

Cuando era católico, me sometí al ejercicio mental de buscar justificaciones de la existencia divina. Hoy día miro esas ocasiones —a nivel emocional— como uno de los más grandes vacíos de mi vida, inversiones realmente desperdiciadas en cosas en las que pude haber invertido en algo mucho más productivo y satisfactorio para llenar mi sentido de la vida.

No voy a repasar todos los argumentos a favor de la existencia de Dios ni responderlos porque alargaría mucho más este artículo de lo que ya es. Ahora bien, si desean meterse de lleno en esos temas de una manera genuinamente informada recomiendo los libros del científico de las religiones Héctor Ávalos y del filósofo Jerry Fodor que pueden encontrar en la sección de referencias. Me limito a decir que todas y cada una de las pretendidas “pruebas” o argumentos caen en razonamiento circular y non sequiturs.

Uno de los problemas principales es que algunos de estos argumentos, mediante juicios a priori (es decir, puramente afirmados o deducidos de la razón), se pretende derivar una existencia de algo del ámbito a posteriori (es decir, que solo se puede conocer mediante la experiencia). Por ejemplo, que la fiabilidad de las matemáticas debe tomarse como evidencia de que Dios existe. Como bien dice Edmund Husserl en su obra fenomenológica, aun en el caso de las esencias materiales (es decir, verdades universales sobre abstracciones a partir de la percepción o imaginación del mundo sensible), no se puede afirmar la existencia de algo en el ámbito de los hechos. Puedo declarar la verdad general: “los unicornios son caballos con un cuerno”, pero la afirmación de ese enunciado esencialmente correcto no garantiza su existencia en el mundo. Esto se debe a que en los juicios universales o los juicios generales no hay aserción alguna de hechos (Husserl 2013, 77-116, paginación de la edición castellana). Por cierto, Husserl no fue el primero en plantear algo parecido, también lo encontramos en el caso de Tomás de Aquino en su crítica al argumento ontológico de Anselmo: el imaginar que un objeto cualquiera es esencialmente existente no garantiza su existencia (Tomás de Aquino C.2 a.1).

Otras demostraciones dependen de la aplicación de razonamiento probabilístico con una buena dosis de pensamiento metafísico. Tales procedimientos apelan a la intuición de la gente, ocasionalmente sin tener en consideración otros escenarios más plausibles, pero que, convenientemente, no se mencionan. A veces se pretende utilizar las ciencias fácticas para ello, pero usualmente, los ejemplos presentados malentienden lo que realmente plantean (e.g. que el universo surgió “de la nada”). En ocasiones, se da toda una discusión sobre un tema sin definir el más básico de los términos. Por ejemplo, se argumenta que un universo tan “funcional” para la existencia de la vida y tan bien “organizado” como el nuestro solo pudo haber sido creado por una “Inteligencia”. Durante toda la discusión, se les olvida preguntarse, ¿qué es “inteligencia”?

En suma, cuando estuve estudiando estas pretendidas “pruebas” de la existencia de Dios, gradualmente me di cuenta de que todas estas gimnasias mentales no son otra cosa que racionalizaciones con esteroides a la millonésima potencia de lo que es científica, epistemológica, lógica y metafísicamente injustificable.

3. Los milagros no son evidencia de la existencia de Dios, aun si realmente ocurrieran

David Hume
Imagen de David Hume. Imagen de Grégory Roose en Pixabay

Conocidas son las críticas de Hume al asunto de los milagros en la sección 10 de su joya filosófica, la Investigación del conocimiento humano. Desde un punto de vista cognitivo, cualquier hecho obtenido mediante experiencia e inducción puede tratarse solamente desde un punto de vista probabilístico. Sin embargo, las autoridades religiosas y mucha gente de a pie apelan a los milagros, acontecimientos inherentemente improbables, para dar crédito a sus doctrinas religiosas y la existencia de Dios. Usualmente, eso ocurre cuando reside una fuerte confianza en testimonios falibles sobre eventos que en sí mismos son extraordinariamente fantásticos, maravillosos, pero rarísimos. Dice Hume que, en este caso, irónicamente:

El mismo principio de la experiencia, que nos da cierta seguridad en el testimonio de los testigos, en este caso también nos da otro grado de seguridad en contra del hecho que ellos intentan establecer. De esta contradicción necesariamente surge un contrapeso y la consiguiente destrucción mutua de creencia y autoridad (Hume 1988, 137, mi énfasis).

Para Hume, un milagro es “la violación de las leyes de la naturaleza”, leyes establecidas mediante inducción y que ofrecen cierto cimiento de seguridad (Hume 1988, 139). Una cosa que podríamos llamar “milagro” es que el que un ser humano vuelva a la vida, ya que es un evento que no se ha observado en ningún lugar. Por pura probabilidad, el testimonio no debe ser considerado suficiente para tomarse como cierto y, probablemente, la explicación de dicho “milagro” debe fundamentarse en explicaciones más creíbles. Con base en esto, Hume establece un principio:

… “que ningún testimonio es suficiente para establecer un milagro, a no ser que el testimonio sea tal que su falsedad fuera más milagrosa que el hecho que intenta establecer; e incluso, en este caso, hay una destrucción mutua de argumentos, y el superior solo nos da seguridad adecuada al grado de fuerza que queda después de deducir el inferior”.

Cuando alguien me dice que vio resucitar a un muerto, inmediatamente me pregunto si es más probable que esta persona engañe o sea engañada, o que el hecho que narra haya podido ocurrir realmente. Sopeso un milagro en contra de otro y, de acuerdo con la superioridad que encuentro, tomo mi decisión y siempre rechazo el milagro mayor. Si la falsedad de su testimonio fuera más milagrosa que el acontecimiento que relata, entonces, y no antes, puede pretender obtener para sí mi creencia y opinión (Hume 1988, 140).

La resurrección de un ser humano depende de un testimonio en principio falible, estableciendo conexiones con lo que no somos familiares, explota la emoción de sorpresa agradable a lo que se dice que sucedió, y suele ocurrir en sociedades propensas a este tipo de relato, especialmente las del pasado. Sin embargo … y esta es la parte más importante … cada religión apela a los milagros para legitimar su propia doctrina, aunque estas se contradigan entre sí. Ninguna de ellas es más creíble que la otra. Por tanto, la apelación a los milagros es un ejercicio inútil para decidir quién tiene la razón o incluso el problema de la existencia de Dios (Hume 1988, 140-158).

Vale indicar que la noción de “milagro” ha cambiado a través del tiempo, y antes del giro científico que se dio en la modernidad, los milagros se concebían como intervenciones de Dios, pero no necesariamente como actividades “contra las leyes naturales”. También se ha criticado mucho la manera en que Hume trata el asunto de las probabilidades, que va ligado al asunto de la inducción. Por ejemplo, suelen ocurrir en la historia acontecimientos únicos, que pueden interpretarse como “milagros”, pero que posteriormente se pueden explicar perfectamente desde un marco natural. Es más, hoy día está más que demostrado cuán frágiles son los testimonios del público, aun cuando hablamos de asuntos que sí consideramos perfectamente naturales y que nuestra mente contempla la posibilidad de que sucedan, como, por ejemplo, testimonios de identificar a alguien en la calle, el orden de los sucesos de algo que pasó o la identificación de quién cometió una fechoría. Aquí valen las obras de Elisabeth Loftus, Julia Shaw y otros que han hecho una extensísima labor en torno al problema de la percepción y la memoria. Ellas (y otros más) demuestran más allá de toda duda de que nuestras percepciones y recuerdos se modifican bajo muchas circunstancias, incluso modificando un evento normal para convertirse en uno extraordinario. Y esto puede ocurrir, sea individual o sea colectivamente. Para un buen resumen de los serios problemas en los que los testimonios y razonamientos están seriamente comprometidos por su falibilidad en este y otros casos recomiendo los textos y audiolibros de Steven Novella, y que pueden encontrar en la sección de referencias.

Debido a estas deficiencias del cerebro humano y su interacción social, no soy tan pronto en descartar como ridículas o absurdas las experiencias subjetivas de los que han vivido algo que juzgan como milagroso. La fenomenología de la experiencia no debe ponerse en duda en principio, pero lo que sí puede ponerse entre signos de interrogación es el supuesto de que se trata de un “milagro” o un suceso de origen divino.

4. Las revelaciones no son fuente de conocimiento

Revelación a Juan de Patmos
Revelación a Juan de Patmos. Imagen en dominio público.

Mi campo es filosofía de las ciencias y mi tesis de maestría se trató de la pertinencia del realismo lógico, matemático y semántico en la relación entre la lógica, las matemáticas y la epistemología. Durante mi proceso de formación, mi pensamiento gravitó a la pregunta de cómo conocemos las cosas. Lo que siempre fue claro para mí, tras leer a varios filósofos, es que hay dos formas de conocimiento:

  • Los que tienen que ver con verdades de razón, cuyos objetos de estudio son abstracciones, pero que están lógicamente relacionadas entre sí, y que constituyen lo que se conoce como ciencias deductivas, tales como la lógica formal y las matemáticas. Estas parten de unos axiomas autoevidentes y, mediante reglas de inferencia o normas de deducción, se descubren nuevas verdades (teoremas o corolarios). De esa manera, obtenemos nuevo conocimiento de verdades lógicas y matemáticas.
  • Los que tienen que ver con materia de hechos (matters of fact), o ciencias fácticas, que solo se pueden conocer mediante la experiencia, especialmente bajo la experimentación debidamente cualificada y públicamente disponible. (La parte de “públicamente” es muy importante para nuestra discusión).

Durante ese tiempo, era católico bien devoto. Sin embargo, ya para ese momento, muchas preguntas me atormentaban en este aspecto. ¿Cuál podía ser la base epistemológica de la doctrina presuntamente revelada del catolicismo según el magisterio, la tradición y las Escrituras? Tras leer extensamente en torno a teologías de la revelación, nunca pude llegar a una respuesta satisfactoria a la cuestión, porque las revelaciones de este tipo ciertamente no son verdades de razón (como bien reconoce la teología católica), ni son conocibles mediante la experiencia empírica (como también reconocen los teólogos cristianos en general). En realidad, como diría el Catecismo Católico, la revelación es una iniciativa divina que se expresa mediante el magisterio, la tradición y las Escrituras, a las que el fiel responde con la confianza, es decir, la fe.

Pero, ¿qué bases epistemológicas o lógicas tengo para decir que la doctrina católica o cualquier teología cristiana, la que sea, es revelada por un Ser del más allá que nunca se manifiesta públicamente? Es más, si estudiamos la historia del magisterio y la tradición, no existen ni bases históricas para afirmar que el conjunto de los dogmas de fe que sostiene hoy el catolicismo corresponde a la fe apostólica supuestamente “transmitida desde Cristo hasta nuestros días”. Por ejemplo, hoy sabemos que la fe inicial de los apóstoles que siguieron a Jesús fue una adopcionista (Rom. 1:3-4; Flp. 2:6-11; Mc. 1:9-11; Mt. 3:16-17; Lc. 3:21-22; Hch. 2:36; 5:31; 13:32-33). Sin embargo, el adopcionismo comenzó a ser rechazado por las congregaciones romanas gracias al primer papa monárquico Víctor I, quien excomulgó en el 198 e.c. a Teodoto, un adopcionista. Y finalmente, en el Concilio de Nicea, se entierra el adopcionismo doctrinalmente “para siempre”, por decirlo así, adoptando una teología en la que Jesús era cosustancial con el Padre y a la misma altura de grado de deidad con él, algo que probablemente ninguno de los apóstoles originalmente sostuvo en el siglo I (ver más, en Ehrman 2014, y mi conferencia al respecto).

Aun si se quiere partir desde la perspectiva protestante, y excluir el magisterio y la tradición, la cosa no mejora con las Escrituras. Aun adoptando las teologías de revelación más flexibles que admiten fuertemente el componente humano, dando cuenta de las imperfecciones y contradicciones de la Biblia, y desde la perspectiva de que “Dios se revela gradualmente a través de ellas”, tenemos tres problemas serios desde un punto de vista filosófico:

  1. No es evidente que la Biblia en sí sea producto de una revelación de Dios.
    .
  2. Se quiere dar cuenta de la revelación divina en la Biblia vía la historia de su redacción desde la Edad de Hierro hasta el siglo II (como más tardío). Pero hay un problema de parsimonia (Navaja de Occam), ¿por qué necesito postular algo adicional (en este caso un ser divino) como algo que se revela durante todo este proceso? ¿No es suficiente explicación el desarrollo de estos escritos vía los accidentes históricos perfectamente naturales que han sido descubiertos por las ciencias bíblicas?
    .
  3. Como si fuera poco, a todo esto se añade otro elemento a la discusión, el de las interpretaciones teológicamente motivadas de los textos. Las autoridades religiosas de las diversas denominaciones cristianas sostienen interpretaciones mutuamente excluyentes sobre exactamente los mismos pasajes de las Escrituras. Solo pregúntenles a los católicos y protestantes sobre su interpretación de Mt. 16:18. Dado que la Biblia no es un texto unitario coherente —es más, la mayoría de los libros de la Biblia no son textos unitarios coherentes—, hace falta un cuerpo doctrinal que fuerce la coherencia y unidad donde no lo hay. Así que, para todos los efectos, son las doctrinas las que dictan las interpretaciones textuales, no, como cree el religioso promedio, que la doctrina se fundamenta, se deriva o se basa en las Escrituras.

Tampoco debemos olvidar que cada interpretación teológica se adapta, no a un nuevo conocimiento de lo que ocurre en el “más allá”, sino más bien en diversos tipos de situaciones que dependen fuertemente de sucesos políticos, económicos, culturales y sociales de todo tipo. En el hermoso libro No Ordinary Angel, Susan Garrett da ejemplos de este punto, en este caso, con los ángeles (Garrett 2008). Cuando uno investiga los diversos mensajes presuntamente transmitidos por ángeles desde la antigüedad hasta el siglo XXI, vemos cómo el temperamento, la cosmovisión, entre otros factores, se adaptan a las mentalidades de la época. Probablemente escrito al final del primer siglo, el libro del Apocalipsis de Juan recibe una revelación de Cristo que, junto a los ángeles, le daba a conocer lo que ocurriría en el cielo y en la tierra “pronto”, cómo el Mesías destruiría a los enemigos, y la manera en que Dios destruiría a buena parte de la humanidad. Hoy día, cuando los ángeles se aparecen o “envían mensajes”, tienden a hablar más de paz y sanación, algo que resuena más con lo que la gente busca en el siglo XXI, muy distante del tipo de esperanza de un judío mesiánico apocalíptico del siglo I.

Más que una revelación divina, lo discutido muestra que es más evidencia de que todo, tanto las Escrituras, como la tradición, como el magisterio, como las interpretaciones, etc., son pura hechura humana, sin un vestigio de evidencia en un Dios que dirija todo este proceso.

La única manera en la que puede decidirse cuál doctrina es la verdadera es si el Gran Dios aparece públicamente y termina con los debates diciendo cuál es la interpretación verdadera. Pero, como no parece que haya señal alguna de que aparecerá de esa manera, y, como diría Immanuel Kant, Dios está más allá de cualquier experiencia (pública) posible, todas las doctrinas “reveladas” son incontrastables empíricamente. Y si lo son, no ofrecen conocimiento alguno en torno a Dios.

5. La teología como campo cuyo objeto de estudio está ausente

"La apoteosis de Tomás de Aquino" de Francisco de Zubarán
La apoteosis de Tomás de Aquino de Francisco de Zubarán (1631).

No me malentiendan, a estas alturas de la discusión, todavía no he llegado a la conclusión de esta discusión, que probablemente “Dios no existe”. Más bien, lo que digo aquí se sigue de lo que discutí en la subsección anterior: que Dios está ausente como objeto de estudio. Y para que no quede confusión, ¿qué queremos decir con teología? Aquí usaré la definición del Diccionario de María Moliner:

Tratado sistemático de la existencia y atributos de Dios (Moliner 2000, 1345).

Dios es el primordial objeto de estudio de la teología. Puede ser que exista Dios, pero, como vimos en la subsección pasada, no hay manera de acceder a Él. Ninguna interrogante puede ser razonablemente satisfecha debido a su ausencia, por la inherente incontrastabilidad de la situación.

Ante esta aserción, quiero dejar claro lo siguiente:

  • Las teologías más sensatas y sofisticadas contienen componentes racionales de las ciencias y de la filosofía. Como bien argumenta Alister McGrath contra Richard Dawkins, la tradición cristiana fue activa promotora de la razón y la filosofía natural (las ciencias antiguas y medievales), especialmente tras el triunfo del enfoque cristiano alejandrino sobre el antioqueno en la antigüedad tardía (McGrath 2018, 73). Esto llegó hasta el punto de sentar las bases lógicas y metodológicas de la ciencia experimental durante la Edad Media, que sirvieron de fundamento para la ciencia moderna desde el Renacimiento en adelante (Losee 1981, 39-52).
  • Los teólogos también pueden ser científicos y filósofos, y que, de hecho, han contribuido muy positivamente a reflexionar de manera inteligente en torno a las relaciones entre las ciencias, la filosofía y las religiones. Pierre Teilhard de Chardin, Arthur Peacocke, Ian Barbour, John Polkinghorne y otros han sido un vivo ejemplo de esto.
  • A través de la historia, desde la antigüedad (cuando la filosofía estaba mezclada con la teología) hasta hoy, en la teología se han producido planteamientos filosóficos totalmente válidos y que han sido aceptados por nosotros, los filósofos.
  • Desde el sector teológico ha habido grandes contribuciones, a dos áreas muy importantes del saber, la creación de las ciencias bíblicas y su contribución a las ciencias de las religiones.

Hago estas aclaraciones para dejar claro que, como ateo, no acojo la perspectiva dominante en nuestros círculos de que la fe es algo que esencialmente “se opone” u “obstaculiza” a la razón o las ciencias. Ese marco ha sido debidamente desacreditado, al menos a nivel histórico. Aun con todo, hay elementos irracionales de la fe religiosa (dependiendo de la religión o el sector religioso que sea), que sí pueden ser un problema al conocimiento racional y científico, como los que expondré en breve.

Así que, aunque la teología se ha forjado primordialmente con el fin de proveerles bases racionales a las doctrinas de las diversas denominaciones religiosas, esto no significa que no hayan producido conocimiento filosófico y científico en muchas áreas.

Es más, coincido con Alister McGrath de que entender la palabra “fe” para querer decir exclusivamente “fe ciega” es un error. Estoy en la disposición de conceder su definición, matizada y muy favorable para el cristianismo, que propone Alister McGrath, la del teólogo anglicano W. H. Griffith Thomas, para justificar su cosmovisión cristiana:

[La fe] afecta la totalidad de la naturaleza [del ser humano]. Comienza con la convicción de la mente basada en evidencia adecuada; continúa en confianza al corazón o las emociones basadas sobre la convicción, y se corona con el consentimiento de la voluntad, mediante el cual la convicción y la confianza se expresan en una conducta (citado en McGrath 2018, 63, mi traducción).

En otras palabras, la fe puede ser evidencial, puede basarse en evidencia. Es más, como humanista religioso, o espiritual naturalista, yo parto también de una fe evidencial.

Solo que hay un problema, ¿es una evidencia racional o científicamente cualificada? Por los sesgos perceptuales, cognitivos y de otra índole, ¿debemos tener ese nivel de confianza “al corazón o las emociones”? ¿Dónde reside la validez de la fe, en la evidencia sin cualificar o en la respuesta emocional?

Una vez más, la fe religiosa que sostiene una propuesta teológica puede incluir elementos racionales y de las ciencias, y hay muchos elementos de ello en las teologías más sofisticadas en las diversas religiones. El problema es que, en un buen número de casos, la fe se sostiene irracionalmente. No voy a ir demasiado lejos con ejemplos evidentes: el dogma de la Trinidad, la virginidad perpetua de María, la ascensión de Jesucristo “a los cielos”, la asunción de María “a los cielos”, la resurrección de los muertos (¿recuerdan a Hume?), etc. Cada uno de estos dogmas viola verdades de razón (por ende, son imposibles) o es totalmente problemático a partir de lo que sabemos de las ciencias. En el caso de la ascensión de Jesús y la asunción de María, estas doctrinas se formaron cuando la Iglesia Católica tenía una cosmovisión dramáticamente distinta a la de la actualidad, en la que el límite visual del cielo era el firmamento donde estaban los cuerpos “etéreos” y divinos. Hoy sabemos mucho más que esto. Como diría el predicador religioso naturalista Michael Dowd en una charla:

En el primer capítulo del libro de Hechos [de Apóstoles] tienes a Jesús en forma resucitada … diciéndoles a sus discípulos, “Ahora es el momento en que viene el Reino, y no es para ustedes saberlo, estas cosas han sido establecidas por el Padre”. Y tienes la impresión … de que Jesús … empieza a despegar, vuela hacia arriba, y después de un par de millas hacia arriba, en el domo del cielo, se sienta a la diestra del Padre.… Einstein decía que si tú interpretas la ascensión de Jesús literalmente, si Jesús voló a la velocidad de la luz, no solo no estaría fuera del universo todavía, sino que tampoco estaría fuera de la Vía Láctea todavía. Y cuando les hablo a los [cristianos] conservadores, típicamente les digo, “No sé ustedes, pero ver a mi Señor dándole órbita a la Tierra no hace nada por mis sensibilidades espirituales. El pensar que miro por un telescopio y veo a Cristo flotando allá arriba no me inspira” (Dowd y Barlow s.f., I. 1:07:05-1:08:32, mi traducción).

Jesús ascendiendo a los cielos
Parte de la pintura La ascensión de Jesús por John Singleton Copley (1775).

Por ende, la teología cristiana en general se ha visto forzada a resignificar estos dogmas o creencias, hablando del cielo, no como algo “allá arriba”, sino “un ámbito espiritual en presencia de un Dios diferente del mundo físico”. Es problemática esta movida a la hora de ver esta resignificación como una sofisticación de la supuesta “revelación divina” o como una etapa de “mayor revelación divina”. ¿Por qué Dios no reveló estas “verdades” desde el principio según lo que hoy sabemos del universo, sino como se entendía en esa época? Se podría decir que es para que los seres humanos aceptaran mejor el mensaje divino, pero, ¿no sería más razonable pensar que es porque toda esta historia de significación y resignificación de la doctrina es una creación humana, y que las religiones formales han estado siendo creativas readaptando su material según se avanza intelectualmente en otras áreas del saber o aparecen descubrimientos inconvenientes?

Aclaro que yo prefiero más la existencia de teologías que alegoricen el relato del Génesis y acepten la evolución neodarwiniana, que teologías que mantienen el terraplanismo y el creacionismo. Creo que la teología que incorpore los avances intelectuales y las ciencias, que rete las formas convencionales de ver las cosas y mejore la calidad del pensamiento religioso es, a mi parecer, de beneficio social dentro de una realidad cultural judeocristiana dominante.

Pero ese no es el planteamiento de esta sección. Lo que quiero traer a colación es lo que me parece obvio: la teología no puede ofrecer conocimiento alguno de su objeto de estudio porque está ausente.

Desde esa perspectiva, muchas de las contribuciones de la teología que he descrito en esta subsección pueden ser asumidas por la filosofía, las ciencias de las religiones y las ciencias bíblicas. Sin embargo, ¿qué queda después de eso? Pues, la teología, en cuanto a su referente de investigación, no tiene conocimiento qué contribuir, ya que no puede justificar el alegato de revelación, ni la fe que es producto de esa supuesta revelación, ni puede contrastar lo que propone del referente de su investigación intelectual con la entidad de la que es “objeto de estudio” … porque está ausente.

El ateísmo con actitud agnóstica como propuesta humilde ante la (carencia de) evidencia

Caminando hacia el ateísmo

Mi aproximación aquí es más o menos la misma que se tiene desde la filosofía de las ciencias, especialmente desde las filosofías de Karl Popper e Imre Lakatos. Veremos que la propuesta es perfectamente humilde, honesta intelectualmente, y perfectamente consecuente con los principios racionales y razonables básicos.

  • El ateísmo como posición falibilista y provisional por defecto: Se puede aceptar la postura atea en relación con la noción de Dios, al menos como intuitivamente se ha adoptado a nivel social, especialmente en una cultura judeocristiana que entiende mayoritariamente a Dios de ciertas maneras particulares.

Esto no debe ofender ni alarmar a nadie. Como suelen repetir los ateos militantes, y en este aspecto coincido con la mayoría de ellos, no estamos obligados a aceptar la existencia de las hadas, los hobbits o los jawas si alguien cree en estos imaginarios. Ahora bien, si se sostiene su existencia, le toca a esa persona demostrarlo. Según las normas razonables de diálogo y debate, es aquel que postula la existencia de estos seres quien debe mostrar evidencia directa o indirecta de ello. Igual ocurre en el caso de Dios. Les toca a los teístas presentar evidencias, directas o indirectas —pero convincentes— de la existencia de Dios. Es lo mínimo que requeriría cualquier persona con una buena dosis de razonabilidad.

Puede ser posible que, al final, Dios se vuelva evidente de manera pública. Pero hasta que ese día llegue, la postura atea debería adoptarse por defecto, de la misma manera que el 99.99 % sostiene por defecto que no existen Zeus, Thor, las hadas, los hobbits o los jawas. Nótese que, visto desde esta perspectiva, el ateísmo no se vuelve una postura dogmática. Repito, es solamente provisional y expuesta a ser refutada o falsada, dependiendo de si alguna vez aparece ese Ser con “S” mayúscula.

Lo otro es que, de los dos modelos, el que supone el teísmo y el que supone el ateísmo, parecería que el último representa muchos menos problemas en términos de supuestos ad hoc, y más consecuente con la evidencia racional y científicamente cualificada. Para que el teísmo sea más viable, tiene primero que definir su noción de deidad, explicar racionalmente el asunto de su revelación a los seres humanos, dar cuenta de su ausencia en aquellos momentos donde parece que debió estar presente, por qué nunca se ha revelado públicamente, etc.

  • El agnosticismo como actitud de humildad epistemológica: Al formular el ateísmo como postura provisional y no dogmática, estamos siempre abiertos a la posibilidad de que la existencia de Dios sea evidente. En ese sentido, nunca estaremos 100 % seguros de que alguna deidad parecida a la que asume la gente no existe, aunque la evidencia total parece señalar en esa dirección.

Con todo y eso, tenemos que darnos cuenta también de que hay nociones de Dios que son meridianamente imposibles. Por ejemplo, la doctrina de la Trinidad, tal como está formulada, es un sinsentido y una total imposibilidad, nada más desde un punto de vista de necesidad formal-numérica. Sin embargo, de las nociones de divinidad que sí parecen ser posibles, como actitud, es bien importante estar abiertos a algún acontecimiento que descubra con evidencia la existencia de algún dios. Sostengo que esto es bien improbable a la luz de todo lo discutido.

Sin embargo, aunque la posición de la mayoría de los creyentes sea bien intencionada, me parece más cuestionable, y en ocasiones más arrogante (como los superbeatos que discutí al comienzo), postular la existencia de un Ser del que no tenemos ni podemos tener experiencia pública posible.

Conclusión

Cabeza con el símbolo de ateísmo

Repito lo que dije en la introducción, este artículo no pretende ser exhaustivo en cuanto a todos los temas discutidos, sino que solo quiere presentar una visión general, clara, equilibrada, informada y justa tanto del ateísmo como del ámbito religioso. Además, reitero que este artículo no parte desde un ateísmo militante, sino más bien desde una reflexión filosófica. Espero que en la exposición pueda constatarse que mi postura no es arbitraria, sino que fue bien meditada y pensada. Esto ha sido un largo viaje para mí, no solo de católico a no creyente, sino en cuanto a pensar lo más claramente en torno a los temas afines al ateísmo y el agnosticismo.

En futuros escritos en el blog, espero atender otros asuntos como, por ejemplo, el movimiento humanista, los movimientos libres pensadores, el ámbito no creyente durante la historia, el tema de la tolerancia hacia las religiones en general, entre otros.

Nos veremos pronto.

Referencias

Ávalos, Héctor. 2003. ¿Se puede saber si Dios existe? Prometheus Books.

Bernabé, Alberto, editor y traductor. 2006. Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito. Alianza Editorial.

Biblia de Jerusalén. 2019. 5ta. ed. Desclée de Brower.

Comte-Sponville, André. 2007. The Little Book of Atheist Spirituality. Viking.

Dawkins, Richard. El espejismo de Dios. Espasa, 2010.

Dennett, Daniel C. 2006. Breaking the Spell: Religion as a Natural Phenomenon. Penguin Group.

Diller, Jeanine. 2023. “A New Theist Meets Two Atheists.” En Atheisms. The Philosophy of Non-Belief. Editado por Harriet A. Harris y Virginia S. Harrison, 44-64. Routledge. https://doi.org/10.4324/9781315142395-4

Dowd, Michael. 2007. Thank God for Evolution. How the Marriage of Science and Religion Will Transform Your Life and Our World. Council Oak Books.

Dowd, Michael y Connie Barlow. s.f. Thank God for Evolution por Michael Dowd. 2 DVDs.

Ehrman, Bart D. 2014. How Jesus Became God. The Exaltation of a Jewish Preacher from Galilee. HarperOne.

Fahmi, Dalia. 2019. “Among Religious ‘Nones,’ Atheists and Agnostics Know the Most About Religion.” Pew Research Center. 21 de agosto. https://www.pewresearch.org/short-reads/2019/08/21/among-religious-nones-atheists-and-agnostics-know-the-most-about-religion/

Fredriksen, Paula. 2017. Paul. The Pagan’s Apostle. Yale University Press.

Fodor, Jerry. 2018. Unreasonable Faith. How William Lane Craig Overstates the Case for Christianity. Hypatia Press.

Frege Gottlob. 1998. “Concepto y objeto.” En Ensayos de semántica y filosofía de la lógica. Editado por Luis M. Valdés Villanueva, 123-139. Editorial Tecnos, 1998.

Garrett, Susan R. 2008. No Ordinary Angel. Celestial Spirits and Christian Claims about Jesus. Yale University Press.

Goodenough, Ursula. 2023. The Sacred Depths of Nature. How Life Has Emerged and Evolved. 2nd. ed. Oxford University Press.

Hahn, Scott y Benjamin Wiker. 2008. Answering the New Atheism. Dismantling Dawkins’ Case Against God. Emmaus Road.

Hartley, Brittney L. 2024. No Nonsense Spirituality. All the Tools, No Faith Required. SacraSage.

Haught, John F. 2008. God and the New Atheism. A Critical Response to Dawkins, Harris, and Hitchens. Westminster John Knox Press, 2008.

—. 2006. Is Nature Enough? Meaning and Truth in the Age of Science. Cambridge University Press.

Hayes, Christine. 2012. Introduction to the Bible. Yale University Press. Google Books (versión PDF).

Herzer, Dierk y Holger Strulik. 2016. “Religiosity and Income: A Panel Cointegration and Causality Analysis.” Applied Economics 49, núm. 30: 2922-2938. https://doi.org/10.1080/00036846.2016.1251562

Hume, David. 1988. Investigación sobre el conocimiento humano. Trad. Jaime de Salas Ortueta. Alianza Editorial.

Husserl, Edmund. 2013. Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. Libro Primero: Introducción general a la fenomenología pura. Trad. José Gaos y Antonio Zirión Quijano. Universidad Nacional Autónoma de México | Instituto de Investigaciones Filosóficas | Fondo de Cultura Económica.

Hustwit, J. R., s.f. “Process Philosophy.” Internet Encyclopedia of Philosophy. https://iep.utm.edu/processp/

Johnstone, Nathan. 2018. The New Atheism, Myth, and History. Black legends of Contemporary Anti-Religion. Palgrave Macmillan.

Kant, Immanuel. 2005. Crítica de la razón pura. Trad. Pedro Ribas.

Kay, Aaron C., S. Shepherd, C. W. Blatz, S. N. Chua, y A. D. Galinsky. 2010. “For God (or) Country: The Hydraulic Relation Between Government Instability and Belief in Religious Sources of Control.” Journal of Personality and Social Psychology 99, núm. 5: 725-739. https://doi.org/10.1037/a0021140

Küng, Hans. 2006. Proyecto de una ética mundial. Editorial Trotta. Trad. Juan Carlos Zapatero. Alianza Editorial, 1989.

Lakatos, Imre. 1989. La metodología de los programas de investigación científica. Alianza Editorial.

Law, Stephen. 2011. Humanism. A Very Short Introduction. Oxford University Press.

Loftus, Elizabeth. 1988. Memory: Surprising New Insights Into How We Remember and Why We Forget. Rowman & Littlefield.

Loftus, Elizabeth. 2015. Witness for the Defense: The Accused, the Eyewitness, and the Expert Who Puts Memory on Trial. St. Martin’s Griffin.

Loftus, Elizabeth y Katherine Ketcham. 1996. The Myth of Repressed Memory. False Memories and Allegations of Sexual Abuse. St. Martin’s Griffin.

Losee, John. 1981. Introducción histórica a la filosofía de la ciencia. Trads. A. Montesinos y Alberto Elena. Alianza Editorial.

McCleary, Rachel, M. y Robert J. Barro. 2006. “Religion and Economy.” Journal of Economic Perspectives 20, núm. 2: 49-72. https://doi.org/10.1257/jep.20.2.49

McClellan, Daniel O. 2018. “Religion and Description.” En Method Today: Redescribing Approaches to the Study of Religion. Editado por Brad Stoddard, 107-113. Equinox. https://hcommons.org/deposits/objects/hc:52344/datastreams/CONTENT/content

—. 2022. YHWH’s Divine Images. A Cognitive Approach. SBL Press.

McGrath, Alister E. 2018. Dawkins’ God. From The Selfish Gene to The God Delusion. 2nd. ed. Wiley Blackwell.

McGrath, Alister y Joanna Collicutt. 2007. The Dawkins Delusion? Atheist Fundamentalism and the Denial of the Diviine. IVP Books.

Moliner, María. 2000. Diccionario de uso del español. Ed. abreviada. Editorial Gredos.

Novella, Steven. 2013. Your Deceptive Mind: A Scientific Guide to Critical Thinking Skills. The Great Courses. Audible.

Novella, Steven, Bob Novella, Cara Santa María, Jay Novella y Evan Bernstein. 2018. The Skeptics’ Guide to the Universe. Grand Central Publishing.

O’Neill, Tim. 2021. “The Great Myths 10: Soviet Atheism.” History for Atheists. 31 de enero. https://historyforatheists.com/2021/01/the-great-myths-10-soviet-atheism/

Oppy, Graham. 2006. Arguing About Gods. Cambridge University Press.

—. 2018a. Atheism and Agnosticism. Cambridge University Press. https://doi.org/10.1017/9781108555340

—. 2018b. Naturalism and Religion. A Contemporary Philosophical Investigation. Routledge.

—. 2019. Atheism. The Basics. Routledge.

Pew Research Center. 2019. What Americans Know About Religion. Pew Research Center. 23 de julio. https://www.pewresearch.org/wp-content/uploads/sites/20/2019/07/Religious-Knowledge-full-draft-FOR-WEB-2.pdf

Pew Research Center’s Forum on Religion & Public Life (PRCF). 2012. The Global Religious Landscape: A Report on the Size and Distribution of the World’s Major Religious Groups as of 2010. Pew-Templeton Global Religious Futures Project. https://assets.pewresearch.org/wp-content/uploads/sites/11/2014/01/global-religion-full.pdf

Le Poidevin, Robin. 2023. “Stepping Stone to Atheism? The Instability of Agnosticism.” En Atheisms. The Philosophy of Non-Belief. Editado por Harriet A. Harris y Virginia S. Harrison, 29-43. Routledge. https://doi.org/10.4324/9781315142395-3

Popper, Karl. 2002. Conjectures and Refutations. Routledge.

Prothero, Stephen. 2020. Religion Matters. An Introduction to the World’s Religions. Norton W. W. Company.

Rissler, James. s.f. “Open Theism.” Internet Encyclopedia of Philosophy. https://iep.utm.edu/o-theism/

Rue, Loyal. 2011. Nature Is Enough. Religious Naturalism and the Meaning of Life. State University of New York Press.

Ruse, Michael. 2015. Atheism. What Everyone Needs to Know. Oxford University Press.

—. 2018. “I’m an Atheist. But Thank God I’m Not a New Atheist.” Premier Christianity. 24 de septiembre. https://www.premierchristianity.com/home/im-an-atheist-but-thank-god-im-not-a-new-atheist/3805.article

Shaw, Julia. 2016. The Memory Illusion: Remembering, Forgetting, and the Science of False Memory. Cornerstone Digital.

Shermer, Michael. 2011. “The Unlikeliest Cult in History.” Skeptic. 28 de abril. https://www.skeptic.com/reading_room/the-unlikeliest-cult-in-history/

Sober, Elliott y David Sloan Wilson. 1998. Unto Others. The Evolution and Psychology of Unselfish Behavior. Harvard University Press.

Strain, Daniel. s.f. “What is SN?” https://www.snsociety.org/what-is-sn/

Tomás de Aquino. 2001. Suma de teología. 5 vols. Biblioteca de Autores Cristianos.

Viney, Donald. 2022. “Process Theism.” Stanford Encyclopedia of Philosophy. https://plato.stanford.edu/entries/process-theism/

Wilson, David Sloan. 2002. Darwin’s Cathedral. Evolution, Religion, and the Nature of Society. The University of Chicago Press.

—. 2007. Evolution for Everyone. How Darwin’s Theory Can Change the Way We Think About Our Lives. Bantam Dell.

—. 2011. “Atheism as a Stealth Religion.” The Huffington Post. 25 de mayo. https://www.huffpost.com/entry/atheism-as-a-stealth-reli_b_76901

Ward, Keith. 2011. Why There Almost Certainly Is a God. Lion Books.

Wilson, Edward O. 2014. The Meaning of Human Existence. W. W. Norton.


Leave a comment

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.