
“Es mejor dar que recibir” (Hechos 20:35).
A lo mejor les extraña que presente este verso como un dicho cuestionable de Jesús. Es más, es hasta extraño que aparezca en Hechos de Apóstoles, en un capítulo muy posterior al acontecimiento de la ascensión de Jesús. No obstante, esto es visto por los expertos en Nuevo Testamento como un ágrafa, es decir, un dicho de Jesús externo a los evangelios.
Cuando uno mira este verso aislado, parecería uno bien inofensivo y que, de hecho, nos despierta en la imaginación el tipo de sociedad en la que todos quisiéramos convivir. Uno quisiera sostenerse en una sociedad en la que se da sin esperar nada a cambio. Nos viene a la mente un acto como el del óbolo de la viuda. Cuando Jesús estaba en el Templo, él observó cómo una viuda echaba “todo lo que tenía”, dos monedas (Marcos 12:41-44; Lucas 21:1-4). Muchos tienen la impresión de que Jesús la señala como un ejemplo de absoluta entrega a seguir. En realidad, si leemos atentamente los evangelios de Marcos y de Lucas en contexto, es una crítica de Jesús al sistema del Templo que, al exigir contribuciones, explota a los más pobres. Sin embargo, uno puede preguntarse cómo Jesús mismo se acercaba a la contribución de los miembros de su movimiento a la causa.
Sabemos que Jesús predicaba un Reino de Dios a establecerse en la tierra: vendría el Hijo del Hombre a juzgar la humanidad. Se establecería al Mesías (Jesús mismo) como rey de un Israel reconstituido con sus 12 tribus, que serían cogobernadas por sus doce alumnos más cercanos, con el resto del mundo dividido entre los enemigos de Israel (que serían destruidos) y aquellos reinos vasallos que le llevarían obsequios y riquezas. En dicho reinado, habría una inversión de las fortunas: los ricos serían pobres, y los pobres ricos; los últimos serían los primeros, y los primeros últimos, etc.
Sin embargo, participar en este futuro Reino conllevaría un costo presente; si se deseaba seguir a Jesús, no había de otra que abandonarlo todo… y cuando dice todo, significa todo.
Si queremos saber con mayor precisión lo que podemos saber del Jesús histórico, necesitamos un marco general mediante la identificación de patrones recurrentes. Para los que no sepan de qué se trata, consiste en proceder identificando datos que proveen información similar sobre algún asunto particular en los textos más tempranos que tenemos en relación con Jesús y sus discípulos. La idea es que, como son los textos más tempranos, llevan consigo una memoria social que retiene verosímilmente los aspectos más generales como más fidedignos, aunque no se confíen como certeros los relatos o los dichos como tal.
En cuanto a lo que nos concierne, podemos identificar los siguientes datos:
- Las cartas paulinas nos revelan que Pablo entró en un acuerdo de comunión pneumática con la congregación de Jerusalén (“a los pobres“) mediante la entrega de una colecta por parte de los paganos (Gálatas 2:10).
- Las cartas paulinas también testifican la necesidad de los seguidores de Jesús de “vivir del Buen Anuncio” (evangelio) y no de las propiedades, al menos según dictó el mismo Jesús (1 Corintios 9:14).
- Jesús le dice al joven rico que vendiera todos sus bienes y se los diera “a los pobres” y que le siguiera (Marcos 10:21).
- En los evangelios, Jesús les dice a sus seguidores que deben negarse a ellos mismos y seguirle (Mateo 16:24-26).
- En los evangelios, Jesús les dice a sus seguidores que abandonen todos sus bienes por el Reino (Lucas 12:33; 14:33).
- Jesús les dice a sus alumnos que abandonen todo y que solo acumulen tesoros en el cielo (Mateo 6:20).
- Jesús dice que seguirle es estar condenado a no tener un lugar cómodo donde descansar la cabeza (Mateo 8:20).

Como parte de estos patrones, vemos que está esta cuestión de “vender los bienes y darlos a los pobres“. Esto típicamente se interpreta como darles dinero a la gente que uno se encuentra y que necesita dinero. Sin embargo, el término “pobres” aparece en las cartas de Pablo como sinónimo de los más necesitados de la congregación de Jerusalén. Esto puede significar que el dinero está destinado a la congregación, no a los pobres en general, un hecho que lo confirma Hechos de Apóstoles cuando dice, y cito:
La multitud de los fieles tenía un solo corazón y un solo pneuma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común… No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de las ventas y lo ponían a los pies de los emisarios, y se repartía a cada uno según su necesidad (Hechos 4:33a,34-35).
Aunque este pasaje está idealizado, corresponde muy bien al patrón de los datos que hemos identificado anteriormente.
Si todavía no ven cuál es el problema, lo que estoy indicando es que esta es la típica economía insostenible comunalista que esperaba una pronta llegada del fin de una era. Esto es lo que llamo economía del fin. Es una economía insostenible porque supone que los recursos obtenidos mediante la venta de bienes darán “hasta que ocurra el fin”. Esto explica en parte por qué Jacobo, el hermano de Jesús, Pedro y Juan estuvieron de acuerdo con la promoción del evangelio paulino siempre y cuando “se acordaran de los pobres” (Gálatas 2:1-10). Esto significa que el mantenimiento de la vida de la congregación se debía o por donaciones de unos terceros que no se integraban totalmente, o mediante la expansión evangélica. Hay indicios en Hechos de Apóstoles de que no compartir todo lo obtenido por la venta de bienes con el resto de la comunidad era severamente castigado; piénsese en el caso de Ananías y Sáfira. Independientemente de su valor histórico (no nos importa si realmente sucedió o no), el mensaje del relato en cuanto a la entrega total de los bienes es muy claro (Hechos 5:1-11).
Es en este contexto que se debe entender el ágrafa de Jesús: “Es mejor dar que recibir”. Si formas parte de una comunidad del movimiento de Jesús, estabas obligado a vender todos tus bienes y entregar lo restante a la congregación. Para empeorar la situación, sabemos por experiencia que la gente que se persuade a actuar de esta manera termina peor que antes. Sabemos de los movimientos de sectas del “fin del mundo” o del “fin de los tiempos”, que venden su granja, o sus negocios, o sus pertenencias, y se unen a una comunidad esperando el “fin”. Claro… cuando el fin no llega, o tienen que empezar todo desde abajo, o dependen por completo de la secta de la que son miembros para poder subsistir… lo que, en muchas ocasiones, lleva a situaciones de extrema explotación.
Y desgraciadamente, como podemos percatarnos en la misma historia del cristianismo primitivo… ese fin nunca llegó.
¿Qué piensan ustedes que le pasó a la gente que lo abandonó todo para vivir un Reino que nunca llegó?
Referencias
Allison, Dale C. Constructing Jesus. Memory, Imagination, and History. Baker Academic, 2010.
—. Jesus of Nazareth. Millenarian Prophet. Fortress Press, 1998.
Ávalos, Héctor. The Bad Jesus: The Ethics of New Testament Ethics. Sheffield Phoenix Press, 2015.
Bermejo Rubio, Fernando. La invención de Jesús de Nazaret. Historia, ficción, historiografía. Ed. ampliada y actualizada. Akal, 2023.
Carter, Warren. Mark (Wisdom Commentary). Liturgical Press, 2019.
Ehrman, Bart. Armageddon. What the Bible Really Says About the End. Simon & Schuster, 2023.
—. Jesus. Apocalyptic Prophet of the New Millenium. Oxford University Press, 1999.
Fredriksen, Paula. Ancient Christianities. The First Five Hundred Years. Princeton University Press, 2024.
—. When Christians Were Jews. The First Generation. Yale University Press, 2018.
Kirk, Alan. Memory and the Jesus Tradition. T & T Clark, 2018.
Kloppenborg, John S. Christ’s Associations. Connections and Belonging to an Ancient City. Yale University Press, 2019.
Lüdemann, Gerd. The Acts of the Apostles. What Really Happened in the Earliest Days of the Church. Prometheus Books, 2005.
Maloney, Linda M. e Ivoni Richter Reimer. Acts of the Apostles (Wisdom Commentary). Liturgical Press 2022.
Marcus, Joel. El Evangelio según Marcos. Ediciones Sígueme, 2010.
Perlado, Miguel. ¡Captados! Todo lo que debes saber sobre las sectas. Editorial Planeta, 2020.
Pervo, Richard I. Acts. A Commentary (Hermeneia). Fortress Press, 2009.
Piñero, Antonio. Guía para entender a Pablo de Tarso. Editorial Trotta, 2015.
—, ed. Los libros del Nuevo Testamento. Traducción y comentario. 3ra. ed. Editorial Trotta, 2022.
Reid, Barbara y Shelly Matthews. Luke (Wisdom Commentary). Liturgical Press, 2021.
Taranzano, Adrián Jorge. Dichos oscuros de Jesús. Limud Ediciones, 2023.
Vearncombe, Erin, Brandon Scott y Hal Taussig. After Jesus, Before Christianity. HaperOne, 2021.
Vidal, Senén. Las cartas auténticas de Pablo. Ediciones Mensajero, 2012.

El argumento me parece exagerado por dos motivos, la entrega de todos los bienes era un consejo, no un mandamiento para seguir a Jesús. Todavía hoy la Iglesia considera el celibato consagrado por la causa del Reino un estado espiritualmente mejor al matrimonio pero evidentemente la mayoría de los católicos no hacen voto de castidad. En el episodio de Hechos Pedro recalca que Ananías tenía el control de su dinero y podía darlo o quedarse con él como le pareciera y a continuación puntualiza que con su ocultación no había mentido a los hombres, sino a Dios. A causa de su mentira, no de su amor por sus bienes, son castigados ambos cónyuges. Segundo, la creencia que la Iglesia primitiva creía en un fin del mundo inminente, y que por ese motivo donaban sus bienes como hicieron muchos testigos de Jehová crédulos con el fin del mundo anunciado por la Wachtower en 1975 no tiene sustento. Parusía se ha interpretado erroneamente como segunda venida, pero significa “venida” o “presencia”, no necesariamente una segunda.venida. Es obvio que Mateo 24,3 habla de la «presencia» de Cristo y su relación con la destrucción del templo, no de una segunda venida.Confundes las profecías de la «abominación de la desolación»,es decir la destrucción del templo de Jerusalén por Tito en el 70 con el fin del mundo.No es cierto que Cristo creyese en un fin del mundo inminente, considerar que Jesús creía en un fin del mundo inminente fue una invención de la teología alemana de la kulturkampf para negar la fundación de la Iglesia por Cristo (Benjamin Wicker y Scott Hann tienen investigado mucho al respecto). Respecto a mateo 16: 28 e refiere a la transfiguración de Cristo por obvias razones.
LikeLike
La aserción no es para nada exagerada. Al contrario, describe tanto la psicología como la sociología que eran típicas de la época. El movimiento de Jesús era un “doomsday cult“.
Dices: “Todavía hoy la Iglesia considera el celibato consagrado por la causa del Reino un estado espiritualmente mejor que el matrimonio, pero evidentemente la mayoría de los católicos no hacen voto de castidad.” Por supuesto, pero, ¿eso fue cuándo? Ciertamente, no al comienzo. La insistencia de Jesús (estoy hablando del histórico) y de Pablo era que sus seguidores abandonaran todo lo que tuvieran. Además, que las parejas pasaran el matrimonio a un segundo plano, debido a la pronta llegada del Hijo del Hombre (en el caso de Jesús) o del Mesías (en el de Pablo). En el caso particular de Pablo, reafirma la importancia de abstenerse de la vida conyugal a menos que “el Adversario no los haga caer en la tentación” (1 Cor. 7.5). Sin embargo, la razón por la que debían practicar el celibato no era ni tan siquiera para “practicar algo superior al matrimonio”, sino porque “el Señor está pronto a venir, y “el tiempo útil se ha reducido” (1 Cor. 7.29). Dice que, “en lo que queda” (de este tiempo útil), actuaran de tal manera que dediquen su vida totalmente al Señor (1 Cor. 7.30-39), porque el soltero solo se ocupa de “las cosas del Señor”, mientras que el casado “se ocupa de los asuntos del mundo, cómo agradará a la esposa, y anda dividido” (1 Cor. 7.32-34). Esto no es una orden del apóstol, sino más bien una sugerencia ante la inminencia de la llegada de Jesús.
Después del tiempo apostólico, ante la evidentísima tardanza de la llegada del Mesías, la sugerencia de celibato se convierte en un ideal de ascetismo, de renuncia al mundo para abrazar el ámbito espiritual. Fue en esta etapa en que aparecieron obras que expresaban este sentir cristiano, como los Hechos de Pedro, o los Hechos de Pablo y Tecla. Y esa es la razón por la que la Iglesia hoy sostiene esos ideales actualmente. Contrario a ti, no caigo en la falacia de pensar que lo que sostiene la Iglesia hoy es lo que sostenían los apóstoles.
En cuanto a lo de Ananías y Sáfira, aun suponiendo lo que dices, la pena divina por sus hechos es enormemente exagerada. No hablamos aquí de justicia alguna que sea equilibrada a la falta cometida.
Dices: “Segundo, la creencia que la Iglesia primitiva creía en un fin del mundo inminente, y que por ese motivo donaban sus bienes como hicieron muchos testigos de Jehová crédulos con el fin del mundo anunciado por la Wachtower en 1975 no tiene sustento.”. Al contrario, tiene muchísimo sustento con base en la evidencia debidamente cualificada. Por ejemplo, en este caso es facilísimo identificar patrones recurrentes en todo el Nuevo Testamento:
* Predicación apocalíptica, de índole escatológica, de Juan el Bautista: La predicación se dirigía a todos aquellos que le escuchaban, que debían bautizarse, confesar sus pecados y enmendarse. Aquellos que no lo hicieran, no escaparían de la ira divina. Repito, se refería a sus oyentes, no a lectores del siglo XXI (Mc. 1.7-8; Mt. 3.7-12; Lc. 3.7-17).
* La predicación de Jesús misma: Es difícil saber lo que Jesús dijo o no dijo utilizando a los evangelios. Sin embargo, en el caso de los evangelios más tempranos (los sinópticos), todos le atribuyen a Jesús haber dicho algo sobre la inminente llegada del Reino de Dios, y, en ocasiones, del Hijo del Hombre cuando se refería a él en tercera persona y que recuerda a la figura del “más fuerte” que predicaba el Bautista (e.g. Mc. 8.38; 13.24-27; Mt. 25-31-32; Lc. 12:8-9; 17.23-24; 21.35-36). El mismo Jesús predicaba como “buen anuncio” el hecho de que se había cumplido el tiempo y que el Reino de Dios estaba pronto a llegar (Mc. 1.15). El Reino de Dios era concebido como una transformación terrestre en la que la voluntad de Yahveh se realizaría en la tierra, y que establecería justicia de una vez por todas (Lc. 11.2b-4). Este reino incluiría la reconstitución de Israel con sus doce tribus y su juicio (gobierno) por parte de los doce alumnos de Jesús más allegados (Mt. 19:28; Lc. 22:28-30). Por cierto, estos doce alumnos incluían a Judas Iscariote, así que, por indicio de dificultad, este dicho puede considerarse como probablemente proveniente de Jesús. Esto indica que Jesús preveía que Judas sería uno de esos jueces.
* Pablo mismo era apocalíptico y un predicador del fin de los tiempos: El mismo Pablo, en su carta a los fieles de Tesalónica y las de Corinto, hablaba de la muy pronta llegada del Mesías (y sí … una segunda venida) durante su propio tiempo. De hecho, el mismo Pablo consuela a los fieles tesalonicenses, que sus muertos serían los primeros en resucitar y ascender a los cielos para recibir a un Cristo que bajaba del ámbito celeste. Mientras que a los corintios, les dice explícitamente que el fin de los tiempos ocurriría en su propio tiempo. Parte de la razón por la que Pablo escribió esta carta es precisamente porque los fieles de ambas asambleas pensaban que el Mesías tardaba en llegar, y algunos hablaban de una resurrección de índole psíquica y no corporal; de otra manera, Pablo no hubiera discutido este tema (1 Tes. 4.16-17, “los muertos en Mesías resucitarán primero, después, nosotros, los que vivimos, los sobrevivientes, junto con ellos seremos arrebatados en las nubes…”; 1 Cor. 15.50-58). Dejo la discusión de la parousía para después.
* Los primeros evangelios sinópticos: Los primeros evangelios son de índole apocalíptica con una escatología de la inminencia de la llegada de Dios. En el caso de los evangelios de Marcos y de Mateo, cada uno tiene su respectivo “Pequeño Apocalipsis” (Mc. 13; Mt 24-25). En ellos, se presenta como inminente la llegada del Reino de Dios. Marcos lo hace marcadamente, y Mateo lo enfatiza mucho más. En ambos casos, los evangelistas ponen a los alumnos de Jesús a hablar de la destrucción del Templo y del fin de la era (Mc. 13.3-4; Mt. 24.1-3). De hecho, explícitamente ellos hablan de “la señal de tu venida”, es decir, la Segunda Venida de Jesús (Mt. 24.3). Después, Jesús habla de todos unos signos que eran típicos de la judeidad apocalíptica de la época. Todo esto ocurriría justo después de la “gran abominación” en el Templo, y, tras varias señales notablemente vagas (eclipses solares y lunares) vendrían los ángeles de Dios y habría una gran tribulación, etc. Tras estos acontecimientos, llegaría el “Hijo del Hombre” (que, para los evangelistas, era sinónimo del Mesías Jesús) montado sobre las nubes del cielo y enviaría a sus ángeles a los cuatro puntos cardinales. Ambos evangelios reiteran: “… también ustedes, cuando vean que sucede esto, entiendan que está cerca, a las puertas. Les digo de verdad, no desaparecerá esta generación sin que todo esto se realice. El cielo y la tierra desaparecerán, pero mis palabras no desaparecerán” (Mc. 13.29-31; ver Mt. 26.34-35; véase que en el caso del Evangelio de Mateo, tiene que añadir más material para enfatizar el “estar listos” porque “nadie sabe el día y la hora”, probablemente porque los lectores se estaban rascando la cabeza preguntándose cuándo vendría el Mesías en la parousía; Mt. 24.36-25.46).
* Epístolas y documentos relativamente tardíos del cristianismo: Algunos documentos escritos en la forma de epistolarios querían alentar a las congregaciones ante la evidentísima tardanza de la llegada del fin de los tiempos. Por ejemplo. El autor de 2 Tesalonicenses, contrario a 1 Tesalonicenses, les decía a sus lectores que el Mesías “tardaba en llegar” porque había cosas que tenían que ocurrir antes … algo que el Pablo histórico nunca dijo en sus cartas auténticas. Esta epístola pseudopaulina se explica porque la primera carta a las congregaciones de Tesalónica falló monumentalmente en cuanto a la predicción de la pronta venida del Mesías, hasta el punto de declarar 1 Tesalonicenses una falsificación (2 Tes. 2.1-17; comparar con 1 Tes. 5.1-11). El autor de 2 Pedro tiene que recurrir a un sofisma para justificar la escatología de la inminencia de la llegada del Mesías, que “ante el Señor, un día es como mil años y mil años como un día” (véase todo el pasaje de 2 Pe. 3.1-13; y nótese que se habla claramente de la “promesa de la venida”). En el caso del autor de 1 Juan, tiene que recurrir a buscar señales de que el fin de la era es inminente: “Hijitos, es la hora última; y como oyen ustedes que viene un anticristo, y ahora han surgido muchos anticristos, por ahí sabemos que es la hora última” (1 Jn. 2.18-19). El autor de la Carta de Judas (y tras él 2 Pedro) lleva a cabo un razonamiento similar con otras señales de los “últimos tiempos” que se estaban viviendo en ese momento (Jd. 17-19; 2 Pe. 3.7).
* El libro del Apocalipsis de Juan: ¡Y cómo no olvidar el Apocalipsis de Juan! Que reitera una y otra vez de diversas maneras que “el momento se acerca” y cuya llegada sería vista hasta por “los que les traspasaron”, es decir, a aquellos que mataron a Jesús, los romanos, los paganos que tenían el poder de la época (e.g. Ap. 1.5,7; 22.10). El Cristo del que el vidente es testigo amenaza a los miembros de las congregaciones de Asia en ese tiempo, no en el nuestro (Ap. 2.4-5,14-16,20-23; 3:3,9,15-19).
En resumen, hay que ser ciegos para pensar que ni Jesús ni los alumnos ni los demás apóstoles predicaron el fin de los tiempos. El patrón recurrente es más que evidente: el movimiento de Jesús comenzó siendo, como los demás movimientos apocalípticos y mesiánicos de la judeidad de la época, una agrupación con una dinámica económica, ideológica y psicológica del fin de los tiempos.
En otras palabras, era una secta del fin de los tiempos, y pensaba que la parousía era inminente, y que documentos tardíos del cristianismo escribieron para consolar o alentar a aquellas congregaciones que esperaban la pronta llegada del Mesías, pero que no llegaba.
LikeLike
En cuanto a la parousía, no es lo que describes. Estás pensando como apologista del siglo XXI en vez de un antiguo del siglo I. Técnicamente, la palabra “parousía” puede traducirse como “presencia”. No obstante, el contexto te deja saber que se refiere a algo distinto, a saber, una ceremonia que se le hacía al emperador, a un rey o dignatario que llegaba a las puertas de la ciudad. De adentro de la ciudad salía una comisión de funcionarios o políticos que se encontrarían (apántesis) con el dignatario en las puertas de la ciudad y lo escoltarían hacia dentro de ella.
Esto nos lleva a la primera ocasión que se nos habla de la parousía, a saber, 1 Tesalonicenses. Allí, como forma de consuelo a los fieles de Tesalónica, quienes vieron a muchos de los suyos morir esperando al Mesías, dice Pablo:
Más tarde, en 1 Corintios, cuando hable de estos detalles dentro de la física de la época, Pablo describirá cómo el cuerpo cadavérico de los fieles difuntos y el cuerpo carnal de los sobrevivientes se convertirían en cuerpos pneumáticos. Como la “carne” no puede heredar el Reino de Dios, que está en el ámbito celeste, el cuerpo tiene que transformarse en pneuma, es decir, en sustancia divina celeste física, para poder habitar con Jesús en los cielos. Cuando ocurriera eso, entonces, como (de acuerdo a la física de la época) todo cuerpo tiende a su estado natural, habría un arrebatamiento a los cielos. Sin embargo, lo que afirma Pablo es que se encontrarían con el Mesías “en el aire”. Según la cosmología de la época, el aire terrestre se encuentra justo debajo de la esfera de la luna (la frontera entre el ámbito terrestre y el celeste). Por ende, la inferencia a partir de lo que sabemos de la cosmovisión antigua es que los muertos resucitados y los vivientes fieles pneumatizados subirían por su propia naturaleza divina a los cielos. Allí encontrarían con el Mesías justo debajo de la esfera de la luna para escoltarlo a la Tierra.
Ese es el significado de la parousía. Los fieles del movimiento de Jesús, sí esperaban una llegada física del Mesías proveniente del ámbito celeste, para establecer su Reino, vencer a todos “los enemigos” (potestades terrestres y celestes) y establecer un Reino cósmico de Dios en el que el Mesías le entregaría su reino al Padre, y, según las palabras del mismo Pablo, Dios sería todo en todo (1 Cor. 15.24-28).
Y sí, sé quiénes son Scott Hahn y Benjamin Wiker (especialmente el primero). De hecho, cuando era católico, yo leía muchísimo la obra de Hahn. Desde un punto de vista católico, siempre me parecieron sus libros una obra hermosísima. Aun desde el ateísmo, lo sigo apreciando así. También reconozco que los dos son de un enorme calibre intelectual, con una facilidad de enseñar la Biblia al público con sencillez. Mi problema es que eventualmente vi que sus aproximaciones eran notablemente apologéticas y siempre tendían mucho más al marco católico que a contextualizar los libros bíblicos a partir de la arqueología actual y los estudios bíblicos contemporáneos. Por eso, no los considero fiables y no los utilizo en mis análisis. Una de las razones por las que me comencé a alejar de la Iglesia Católica era precisamente esos tipos de análisis sesgados a favor de la doctrina católica.
A Wiker lo conocí cuando leí un libro que escribió junto a Hahn contra Richard Dawkins. Y, a pesar de que soy muy crítico de Dawkins y de otros ateos militantes, honestamente no me sentí para nada satisfecho con lo que leí. Era sumamente apologético y, en muchos lugares, no creo que respondieran bien a los argumentos de fondo de Dawkins. En ese sentido, Wiker no me entusiasma tampoco. Y lo digo como alguien que ha leído la obra antiteísta de Dawkins de una manera muy crítica.
LikeLike