Un curso de milagros – ¿Revelado por Jesús? – 2: La historia de su redacción – 1ra. parte

Ediciones de Un Curso de Milagros

Partes de la serie: 1

  1. Helen Schucman, aspectos de su biografía
    1. Infancia y juventud
    2. Años universitarios
  2. La vida profesional de Helen Schucman
  3. Referencias

Nota importante: Todas las citas son de Un curso de milagros, la tercera edición en inglés, copyright © 2007 por la Foundation for Inner Peace, dueña de los derechos de autor y editora, 448 Ignacio Blvd., #306, Novato, CA 94949, acim.org, se usan con su permiso. La traducción al español de estas citas en el blog fueron hechas por mí, Pedro M. Rosario Barbosa, y no es la traducción oficial de la edición española de la Foundation for Inner Peace. [All quotes are from A Course in Miracles, Third English Edition, copyright © 2007 by the Foundation for Inner Peace, copyright holder and publisher, 448 Ignacio Blvd., #306, Novato, CA 94949, acim.org, used with permission. The Spanish translation included in the blog were done by the author, Pedro M. Rosario Barbosa and are not the official Foundation for Inner Peace’s published Spanish translation.]

Para continuar con la serie en torno a la verdadera autoría de Un curso de milagros (UCDM), hoy me centraré en la escritora principal, Helen Schucman, específicamente ocasiones en su vida con las que tuvo contacto con el ámbito religioso, haciendo unos señalamientos críticos a posibles influencias de su obra.

Helen Schucman, aspectos de su biografía

Infancia y juventud

Pelota roja y verde sobre la grama.
Imagen producida mediante IA. Cortesía de WordPress.

Helen Schucman, nació en 1909 con el nombre Helen Dora Cohn, en el seno de una familia secular mayormente indiferente al tema de la religión. Aunque su padre se identificaba con su herencia judía, no era particularmente devoto. En cambio, su madre tenía una vaga creencia en Dios y la espiritualidad que nunca había sido hasta entonces un punto crucial en su relación marital o familiar. Durante su infancia, el padre de Schucman solía permanecer distante, pero fue bastante cercana a su madre, quien le brindaba todo el amor y la atención posible.

Tenía como institutriz a alguien que Schucman identificaba como la “Srta. Richardson”, que era para ella como una segunda madre. En fin, tanto la madre de Schucman y Richardson eran británicas, y a ella le encantaba escucharlas hablar entre ellas con su acento inglés. La Srta. Richardson jugó un rol significativo en su interacción con el ámbito religioso, en particular, una práctica católica. En una ocasión, por primera vez, ella le reveló en secreto que, antes de irse a dormir, rezaba el rosario. En los domingos, también le llevaba a una parte de la ciudad donde se hallaba una iglesia católica, algo que Schucman describió como uno de los lugares más hermosos que había visto entonces. Aunque prometía quedarse fuera, en ocasiones, ella husmeaba por la capilla donde se encontró con la imagen de una señora con una corona de rosas en su cabeza (una imagen de la Virgen María). Mientras ella se adentraba en ese mundo, se familiarizó con la noción de Dios —que ella no conocía— y también con la del infierno, idea que le aterrorizaba. Debido a estas inquietudes, consultó con su padre en torno a su religiosidad. Viendo la curiosidad del trasfondo religioso, le enseñó algunos elementos de la fe judía que había aprendido desde que era niño, especialmente el “Lord, God of Israel” (la Shemá judía). Ella se sintió instantáneamente atraída al judaísmo, aunque, paulatinamente a lo largo de los años, fue abandonando esta fascinación (Schucman 2019, 5-9; Wapnick 1999, 23-26).

Schucman no era exactamente una niña que se veía a sí misma en los mejores términos. En una ocasión, le reveló a William Thetford, su futuro colega del que hablaremos más adelante, uno de sus sueños, del que ella dice “nunca se recuperó”. Solía ver una pelota de goma roja y verde, y la asociaba a episodios tristes de su vida. Ella tenía un problema de autoestima porque era una niña obesa, y nunca parecía ser el foco de atracción de los niños varones, porque la veían como “fea”. En el sueño, se veía repelida tanto por su mamá como su padre (Wapnick 1999, 125-126). Según Kenneth Wapnick, Schucman le dijo a él que no se trataba de un sueño, sino más bien de una memoria, y que probablemente ocurrió cuando ella tenía menos de un año (Wapnick 1999, 126). Hoy día sabemos que esto no puede ser cierto, y se debe a que el cerebro humano en esa etapa pasa por unas fases de desarrollo del cerebro que no permiten que esos recuerdos lleguen a la etapa madura a los 13 años, además de que muchas de las estructuras que juegan un rol en la memoria están subdesarrolladas. Por lo tanto, si lo que reportó Schucman es factual, tiene que ser un evento tardío. De otra forma, lo más probable es que se trata de una “memoria imposible” (Shaw 2016, cap. 1; Hyman y Pentland 1995; Hyman, Husband y Billings 1996). La verdadera capacidad de memoria de las experiencias reales que se tienen desde la infancia y que duran hasta la adultez, dependiendo de la persona, puede iniciarse de los 2 a los 5 años de edad (Wang y Peterson 2014). Muy probablemente, el estar pensando en sus sueños y buscándoles significado estimuló a que Schucman transformara el sueño como recuerdo, algo que sucede mucho con pacientes cuyos terapistas —desde el marco teórico psicoanalítico— practican la interpretación de los sueños (Loftus y Ketcham 1994, cap. 1; Mazzoni y Loftus 1998; Mazzoni et al. 1999). En fin, el reporte de Wapnick implica que su conversación con Schucman se dio años después de la carta a Thetford, cuando le hizo conocer su sueño. Como veremos más adelante, Schucman era una psicóloga que era afín al psicoanálisis freudiano.

Volviendo al tema de la infancia, la mamá de Schucman era de ascendencia judía por parte de padre, pero no se sentía inclinada a adoptar la fe judía, sino que se definía como una creyente en Dios, aunque no sabía a cuál religión afiliarse. Se autodefinía como “alguien en búsqueda”. Para la etapa más temprana en la que Schucman supo algo de su religiosidad, su mamá se identificaba con el teosofismo, es decir, era seguidora de la teosofía creada por la famosa Madame Blavatsky.

Una foto de Mary Baker Eddy
Fotografía de Mary Baker Eddy (1916).

Más adelante, en su vida la madre se volvió seguidora de la ciencia cristiana, algo que no es un asunto trivial para nuestro relato. Para lidiar con algunos asuntos que aquejaban a Schucman, específicamente su obesidad, su mamá le llevó a que consultara con líderes de la ciencia cristiana. Tal medida no le sirvió, pero ese fue uno de los puntos de acceso a ese sistema de pensamiento (Groeschel 1993, 79-80; Wapnick 1999, 32-33). La ciencia cristiana fue fundada por Mary Baker Eddy en 1875, cuando publicó su libro Ciencia y salud. Esta religión fue una respuesta de Eddy al problema de su situación de salud, porque era muy enfermiza. Por su descripción, parece que padecía de epilepsia y con problemas en su espina dorsal. Alegadamente, una vez sufrió una caída en el hielo que la lastimó, causándole sumo dolor. Supuestamente, el tipo de golpe que se había dado era tan grave que el médico (Alan Kushing) le había dado algunos días de vida. Mientras estaba leyendo la Biblia sobre las sanaciones de Jesús, se sanó y su dolor se desvaneció. Según sus seguidores, este fue el día en que Eddy “descubrió” la ciencia cristiana. Tras el evento, ella comenzó a escudriñar las Escrituras hasta descubrir la doctrina de dicha religión.

Simultáneamente, Eddy se familiarizó con dos de los movimientos que estaban en boga durante el siglo XIX, uno era la corriente espiritualista, y el otro, el magnetismo animal. En el caso específico del espiritualismo, aun cuando se demostraba una y otra vez que los diversos fenómenos asociados eran fraudulentos, constantemente intentaba desafiar ante el público la convicción materialista favorecida por algunos grupos académicos científicos (Hernández Aponte 2015, 48-55). Sin embargo, la influencia más significativa de Eddy fue la de Phineas Parkhurst Quimby, un supuesto sanador, no muy instruido, pero que también fue influenciado por las ideas del magnetismo animal (Gardner 1993, 32-33; Gill 1998, 134-135). Algunos autores han afirmado que ella tomó ideas de él para elaborar la doctrina de la ciencia cristiana, aunque algunos estudiosos disputan la acusación de plagio (Gardner 1993, 145-158; Gill 1998, 119-120). Para Quimby, toda enfermedad era mental, provocada por “pensamiento errado” (wrong thinking) y que la sanación procedía de una chispa divina en nosotros, la “mente de Cristo” (Gardner 1993, 32). Fue en el año en que Quimby murió (1966) que Eddy supuestamente tuvo una revelación de Dios que inició la ciencia cristiana. Para efectos de nuestra discusión, mencionaré algunos aspectos de lo que sostienen sus seguidores:

  1. Dios es la única realidad que existe.
  2. Todo lo material es ilusorio.
  3. Lo único real es la Mente (con “M” mayúscula) que es emanada de Dios.
  4. Lo material procede de la mente (con “m” minúscula) mortal, que es irreal.
  5. La muerte es una ilusión, la verdadera mente continúa existiendo de otra manera.
  6. El pecado es también inexistente, como lo es también el infierno.
  7. No se debe recurrir a la medicina. Jesús nunca utilizó la medicina, sino que sanó (a veces a la distancia). Un adepto inserto de lleno en la ciencia cristiana puede sanar cualquier enfermedad, ya que todas ellas son de origen mental.

Esta no es una lista exhaustiva, pero los que ya están familiarizados con UCDM podrán ver allí muchas cosas que resuenan bastante con las ideas del texto.

Por supuesto, cuando la mamá de Schucman la llevó a autoridades de la ciencia cristiana, sus remedios nunca resultaron. Esto no significa que muchas de sus ideas no se quedaran en su mente.

Gruta de Lourdes con un candelabro y una estatua de la Virgen María
La gruta de Lourdes. Foto cortesía de José Luiz Bernardes Ribeiro. Licencia: CC-BY-SA 3.0 No portada.

Otro incidente que marcó su vida a nivel religioso fue su visita a Lourdes, Francia. Allí se alza el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, cerca de una gruta donde, alegadamente, una joven campesina llamada Bernadette Soubiroux tuvo una experiencia revelatoria de una “señora” que se identificó a sí misma en un momento como la “Inmaculada Concepción” (Zimdars-Swartz 1991, 43-57). Esta aparición se dio en 1858, cuatro años después de que el papa Pío IX pronunciara ex cathedra el dogma de la Inmaculada Concepción de María, que define como verdad teológica, obligada para todo católico, que María fue concebida sin mancha de pecado original. La gruta también tiene una fuente de agua que fue excavada por Bernadette y de la que se afirma que han ocurrido milagros, aunque bastante de los alegatos han sido puestos en cuestión (Nickell 1998, cap. cap. 6, “Lourdes”; Nickell 2013, cap. 26; Schwebel 2004, cap. 6).

Cuando Schucman visitó a Lourdes, ella tenía un problema con su relación con su padre, que parecía más un individuo indiferente hacia ella que otra cosa. Sin embargo, una vez en el lugar, además de estar impresionada por su hermosura y de las devociones, también vio una cantidad de muletas y sillas de ruedas dejadas allí por algunas sanaciones supuestamente milagrosas. Eso sembró su semilla de su potencial credulidad en ese momento, pero nunca parecía rendir el fruto de la fe. Así que esa noche, le oró a Dios en voz alta: “Por favor, Dios, no soy católica, pero si todo esto es verdad, ¿me enviarías un milagro para que pueda creer en ti?” Pensó en la forma que el milagro tomaría: una estrella fugaz. Abrió los ojos y, vio al instante una estrella fugaz en el cielo. En aquel momento, ella lo tomó como un milagro. Después, en su etapa adulta, supo que no lo era, ya que el mismo guía de Lourdes había dicho que esa noche sería propicia para una lluvia de meteoros (Schucman 2021, 10-12).

Foto de Helen Schucman a sus 16 años
Foto de Helen Schucman a sus 16 años. ©Foundation for Inner Peace. Reproducida con su permiso.

Tiempo después, mientras que la cuidaba una señora bautista llamada Georgia, Schucman asistió a su iglesia, descubriendo toda unas nuevas prácticas religiosas cristianas, especialmente la vivacidad de sus cantos. Después de hablar con un ministro, Schucman decidió bautizarse. Discutió el asunto con su madre, quien no tuvo problema alguno, pero también lo conversó con su padre quien no tuvo problemas, pero fue bien parco con su respuesta. Efectivamente, llegó a bautizarse, pero ella tampoco sintió una fe tan viva como la que vio en Lourdes o como la que veía en la iglesia bautista. Sencillamente, sentía que no había encontrado a Dios. Además de eso, se sentía consciente de su problema de obesidad y su dificultad de no tener pareja. Eventualmente, ella superó el asunto y adelgazó, pero la combinación de todos estos factores, sus relaciones con otros y la búsqueda de Dios, no le brindaron a Schucman sus mejores años de juventud (Schucman 2021, 13-14).

Años universitarios

Niña en un metro caminando hacia una luz
Niña en un metro caminando hacia una luz. Imagen creada por IA, cortesía de WordPress.com.

Lo mismo puede decirse, no solo de sus años en escuela superior, sino también de su etapa universitaria. Fue en esta época en que decidió tener un grado en inglés en New York University (NYU). Ya cuando había renunciado a la búsqueda de Dios, inesperadamente, tuvo una experiencia en el metro de Nueva York. Ella detestaba y le causaba asco ver las condiciones de la gente en la calle y en el metro, especialmente sentir las personas tan apretujadas, el olor pestilente y el ruido, factores que abonaron a su pésimo humor ese día.

De repente, todos esos sentimientos hostiles al público se desvanecieron y apareció en un instante una luz que le hizo cerrar los ojos. Sin abrirlos, se vio a sí misma como una niña que caminaba hacia la luz. La niña se detuvo, se arrodilló y se inclinó en un acto de reverencia en dirección al este. Después, se puso de pie, caminó e hizo lo mismo “hacia la derecha”, pero su cabeza parecía descansar como si estuviera colocándola sobre una rodilla. Tenía el sentimiento de un inmenso brazo que le alcanzaba y la niña desapareció. La luz se hizo mucho más brillante y sintió una corriente de amor hacia ella. Tras esa visión, ella abrió los ojos y sintió que amaba a todos en el tren con una profunda intensidad (Schucman 2021, 20-21; Wapnick 1999, 47-48).

Esto recuerda mucho una parte de UCDM donde parece describir una visión metafórica de su noción del cielo o el ámbito de Dios (la reproduzco en inglés, porque, sin duda, la belleza literaria del original vale la pena):

Listen, and see if you remember an ancient song you knew so long ago and held more dear than any melody you taught yourself to cherish since.

Beyond the body, beyond the sun and stars, past everything you see and yet somehow familiar, is an arc of golden light that stretches as you look into a great and shining circle. And all the circle fills with light before your eyes. The edges of the circle disappear, and what is in it is no longer contained at all. The light expands and covers everything, extending to infinity forever shining and with no break or limit anywhere. Within it everything is joined in perfect continuity. Nor is it possible to imagine that anything could be outside, for there is nowhere that this light is not.

This is the vision of the Son of God, whom you know well. Here is the sight of him who knows his Father. Here is the memory of what you are; a part of this, with all of it within, and joined to all as surely as all is joined in you. (ACIM T-21.I.7:5-9:3)

Escucha, y mira a ver si recuerdas una canción antigua que conociste hace tanto tiempo y que te era más preciada que cualquier melodía que te enseñaste a valorar desde entonces.

Más allá del cuerpo, más allá del sol y las estrellas, trascendiendo todo lo que ves y, aun así, familiar, hay un arco de luz dorada que, mientras lo contemplas, se extiende en un círculo vasto y brillante. Y todo el círculo se llena con la luz ante tus ojos. Los bordes del círculo desaparecen, y lo que en él hay ya no puede contenerse. La luz se expande y lo cubre todo, extendiéndose al infinito, brillando para siempre, y sin ningún quebranto ni límite en ningún lugar. En él, todo está unido en perfecta continuidad. Ni es posible imaginar que algo esté fuera de él, ya que no hay lugar donde esta luz no esté.

Esta es la visión del Hijo de Dios, al que conoces bien. Aquí está la visión de él que conoce el Padre. Esta es la memoria de lo que eres; una parte de esto, conteniéndolo todo, y unido a todo tan ciertamente como todo está unido en ti (ACIM T-21.I.7:5-9:3; ver también ACIM-CA T-21.I.9:4-11:3).

Este pasaje en torno a la descripción del cielo puede basarse en esta experiencia en la que ella se veía como “hija de Dios” a la que él amaba, y con ese amor, extendía al resto de la gente que ella veía en el metro.

Durante sus años universitarios, además de hacer su grado en inglés, estudió filosofía, y quedó totalmente fascinada con la lógica. En particular, le encantaba la manera en que, dadas unas premisas, podían derivarse conclusiones válidas. Desde esta perspectiva, cuando se tratara de debates, se podían sostener diversos puntos de vista dependiendo siempre de los supuestos de los argumentos (Schucman 2021, 15-16).

Esto se ve reflejado también en la redacción posterior de UCDM. Si tenemos en cuenta las anotaciones iniciales que no llegaron a la edición final (tercera) de Un curso de milagros de la Foundation for Inner Peace, podemos ver algo de eso. Por ejemplo:

Los milagros están asociados con el miedo solo por la falacia de que la oscuridad puede esconder (ACIM-CA 1.22:3, mi énfasis en negrillas).

Si, cuando has sido perdonado, tienes todo lo demás,
y has sido perdonado,
entonces, tú tienes todo lo demás.

Esto resulta ser la más sencilla de todas las proposiciones:

Si P entonces Q
P
Por lo tanto, Q

Tu pregunta real es: ¿es P verdadero? (ACIM-CA 1.26:4-5, mi traducción, énfasis en itálicas y subrayado del original).

Cualquiera que sepa algo de lógica elemental puede reconocer el instante el Modus Ponendo Ponens.

Fue durante los años universitarios que se casó con Louis Schucman, de ascendencia judía. Aunque no era practicante, para complacer a sus padres, los Schucman decidieron celebrar su ceremonia con un rabino. Más tarde, Georgia le hizo una ceremonia privada para festejarlo desde el cristianismo.

Finalmente, terminó sus grados de maestría y doctorado en psicología en NYU. Para cuando comenzó su vida profesional, ella se había vuelto agnóstica, se veía racionalista, y se inclinaba más hacia el ateísmo.

La vida profesional de Helen Schucman

Centro Médico Universitario de la Columbia University College of Physicians and Surgeons
Centro Médico Universitario de la Columbia University College of Physicians and Surgeons. Foto cortesía de “Beyond My Ken” de Wikimedia Commons. Licencia: CC-BY-SA 4.0 Int.

Schucman entró al programa doctoral de psicología de la Escuela de Educación de NYU para dirigir sus esfuerzos en atender niños con retardación mental. Ella estuvo a punto de ser aceptada, pero solo bajo la condición de que presentara unas propuestas para fondos externos. Una vez radicada la propuesta, esperó con ansiedad ser aceptada. Irónicamente, siendo “atea racionalista”, ella se encontró en una iglesia católica, donde encendió una vela para que le aprobaran la propuesta. Ella quería darle “otra oportunidad a Dios”. Para desgracia de ella, Dios aparentemente falló: su propuesta fue denegada (Wapnick 1999, 76-77).

Esto le llevó a la facultad de Psicología de la Columbia University College of Physician and Surgeons, donde conoció a William Thetford, quien era entonces director del Departamento. Aunque ella no tenía un salario considerable ni tenía un puesto notable, ella estaría donde le gustaba: la academia. También sería consultora del Shield Institute for Retarded Children, organización con la que estuvo entusiasmada de cooperar y llevar a cabo ciertos proyectos.

Pronto, ella se daría cuenta de que la vida académica era más difícil y llevar a cabo los proyectos sería más cuesta arriba cuando la universidad no le proveía facilidades adecuadas para ello. Ella también afianzó un lazo de amistad con Thetford, a quien quería ayudar en cuanto a los asuntos departamentales. No obstante su mutua admiración intelectual y personal, la diferencia de personalidad entre ellos creció hasta tal punto que su relación se volvió en ocasiones hostil. La situación se volvió tan tensa que en junio de 1965, Thetford le dio un larga charla en torno al ambiente y los proyectos. Sencillamente, el acercamiento de ambos a la manera en que lidiaban con sus problemas profesionales no parecía ser adecuado. Por tanto, dijo Thetford, “debe haber una mejor manera” (there must be a better way) de tratar estos asuntos y que él estaba dispuesto a encontrarla. Él esperaba una respuesta negativa de Schucman, pero, para su sorpresa, ella le dijo que estaría dispuesta a encontrarla también junto a él (Wapnick 1999, 83-84).

Y ese fue el inicio de todo.

Continuará…

William Thetford y Helen Schucman
Foto de William Thetford y Helen Schucman. ©Foundation for Inner Peace. Reproducida con su permiso.

Referencias

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Gill, Gillian. 1998. Mary Baker Eddy. Perseus Books.

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Groeschel, Benedict J. 1993. A Still, Small Voice: A Practical Guide on Reported Revelations. Ignatius Press, 1993.

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Mazzoni, Guiliana A. L. y Elizabeth F. Loftus. 1998. “Dream Interpretation Can Change Beliefs About the Past.” Psychotherapy: Theory, Research, Practice, Training 35, núm. 2: 177–187. https://doi.org/10.1037/h0087809

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