¿Sabías que en la Edad Media se creía que la Tierra era redonda?

  1. Lo que la gente suele escuchar sobre la Edad Media …
  2. Observaciones sobre la “Edad Media” como la “Era Oscura”
    1. La Tesis del Conflicto: Ciencia vs. religión
    2. Ejemplo de la Tesis del Conflicto: el Cristóbal Colón legendario, “descubridor” de la Tierra redonda
    3. Otro ejemplo de la Tesis del Conflicto: Los mapas medievales mostraban a la Tierra plana y una malísima geografía
  3. El cambio de la Tierra plana a la Tierra redonda en la antigüedad
    1. El modelo cosmológico asirio-babilónico
    2. Del escudo de Aquiles a la redondez de la Tierra en la filosofía
    3. La confirmación de la Tierra esférica desde la astronomía antigua
  4. El conocimiento antiguo no se perdió con la Edad Media
    1. Carta de las congregaciones romanas a Corinto (1 Clemente)
    2. Agustín de Hipona
    3. Isidoro de Sevilla
    4. Beda (San Beda el Venerable)
    5. Hildegarda de Bingen
    6. Tomás de Aquino
  5. Otras evidencias de la Edad Media
  6. Conclusión
  7. Referencias

Lo que la gente suele escuchar sobre la Edad Media …

Uno de los alegatos que se suele escuchar frecuentemente, aun después de que muchos historiadores los han desmontado por décadas, es que, durante la Edad Media, se solía pensar que la Tierra era plana; que todo eso cambió justo cuando Cristóbal Colón descubrió a América y “demostró que era redonda”.

Como ya les indica el título del artículo, esto no es correcto.

Observaciones sobre la “Edad Media” como la “Era Oscura”

Una estructura y una estatua con un árbol sin ojas en un atardecer oscuro
Fotografía por Rudy Kirchner

La Tesis del Conflicto: Ciencia vs. religión

La manera en que se ha dividido la historia es cuestionada por los historiadores actuales y mi sentir es que aceptan estas divisiones a regañadientes por razones funcionales. Sin embargo, está bien establecido que la división en Edad Antigua-Edad Media-Edad Moderna es moderna. Nadie en la Edad Media se levantó una mañana y dijo: “Hoy comienza la Edad Media”.

Se considera que la Antigüedad comenzó en la más antigua civilización de la que tenemos noticia, la Antigua Súmer cerca del 4000 a.e.c. y termina con la “caída del Imperio Romano” en el 486 e.c. Pueden imaginarse que la antigüedad no era una sola cosa homogénea que definió ese periodo. Es más bien unos procesos dinámicos donde ocurrieron incontables acontecimientos, y unos periodos de interacción de múltiples pueblos e imperios, que cayeron y emergieron. Según este modelo, generalmente eurocéntrico, todo llega a su culminación intelectual con Grecia y Roma.

Típicamente, se describe la Edad Moderna como un producto del “Renacimiento” es decir, de algo que “vuelve a nacer”. ¿Qué vuelve a nacer? Lo clásico, la “luz” de la razón y la civilización de Grecia y Roma, en contraposición al periodo anterior, la “Edad Media”, es decir, la “Era de la Oscuridad”. De esa manera, la “Edad Media”parece el carne podrida entre dos pedazos de pan perfectamente en buen estado.

No obstante esta caracterización, le es bien difícil a la gente aceptar algo que tengo que recordarle al público una y otra vez. El nombre de “Edad Oscura” para describir a la “Edad Media” es rechazado hoy día por la inmensa mayoría de los historiadores especialistas del Medioevo. Esa perspectiva se da dentro del marco historiográfico moderno de lo que se ha llamado la “Tesis del Conflicto”, que afirma que la religión y las ciencias siempre han estado en conflicto desde el mismo comienzo de su existencia. Como corolario de esa tesis está la convicción de que el cristianismo fue perjudicial para el desarrollo de las ciencias tras la Caída del Imperio Romano al “rechazar el conocimiento” y eso llevó a un atraso considerable en la cultura occidental.

Hoy día, los historiadores no solo rechazan esta visión de la historia marcadamente obsoleta desde hace muchas décadas, sino que no dejan de señalar que ese marco historiográfico se desarrolló a partir de la modernidad, siendo Edward Gibbon (1737-1794) uno de los principales protagonistas de ello, y culminó en el siglo XIX.

Ejemplo de la Tesis del Conflicto: el Cristóbal Colón legendario, “descubridor” de la Tierra redonda

Le sorprenderá también a gran parte del público enterarse de que fue en este periodo histórico que acabo de describir que Washington Irving, el autor estadounidense que escribió la famosa novela The Legend of Sleepy Hollow —sobre el jinete sin cabeza—, publicó una novela sobre Cristóbal Colón, Una historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón. Dada a la luz originalmente en 1828, los volúmenes de su obra calaron profundamente la cultura del siglo XIX y el XX en cuanto a su visión de Colón como una persona que representaba los valores del humanismo y la razón frente al fanatismo y la cerrazón religiosa de los sabios del clero en Salamanca. Aquí se presenta al iluminado Colón que luchaba contra una institución que podía acusarle de herejía ante el más breve suspiro que se desviara de la doctrina católica. La otra obra que popularizó esta idea fue Antoine-Jean Letronne, un arqueólogo francés antirreligioso, en su libro Sobre las ideas cosmográficas de los Padres de la Iglesia (1834).

Desde entonces, es que podemos ver cuadros e ilustraciones como estas:

  • Colón ante el Consejo de Salamanca, por William Henry Powell (1847)
  • Representación de Colón ante el Consejo de Salamanca por William Merritt Chase (1876)
  • Colón ante el Consejo de Salamanca. Fuente: Spurgeon 1867
  • Cristóbal Colón ante el Consejo de Salamanca por Emanuel Leutze (1841)
  • Colón ante el Consejo de Salamanca (1892). Reproducido a partir de la pintura original por Nicolo Barabino

Esto aparece también en películas que uno menos se los esperaría. Por ejemplo, en el filme Star Trek V: The Final Frontier, el medio hermano de Spock, Sybok, afirmaba: “La gente de tu mundo [la Tierra] creía que la Tierra era plana; Colón probó que era redonda.”

Y es un error. Todo el que diga algo así está equivocado. El abismo de esta convicción con los hechos perdura hasta hoy a nivel popular, diseminado gracias a las ficciones de Washington Irving.

Comencemos por indicar que los miembros del Consejo de Salamanca y Cristóbal Colón estaban de acuerdo con que la Tierra era redonda. Ese no era el problema. La objeción del Consejo de Salamanca era que Colón pensaba que la Tierra era mucho más pequeña de lo que solía sostenerse. Es más, eran los sabios de Salamanca los que, científicamente hablando, tenían la razón. Ellos argumentaban que si Colón se lanzaba en su empresa para buscar las Indias en un viaje hacia el oeste, las provisiones no darían para ello, ya que había una enorme distancia en el océano entre Asia y Europa. En cambio, el navegante genovés justificaba su visión de la pequeñez de la Tierra en los cálculos del tamaño de la esfera llevados a cabo por Posidonio de Rodas, un antiguo astrónomo griego. Estos cálculos ya eran obsoletos para el siglo XV, y los filósofos naturalistas y astrónomos de la época lo sabían. El problema principal de ambas partes es que ninguno sospechaba que entre Asia y Europa había un continente entero, América. No obstante su descubrimiento por los europeos (alegato muy debatible), esto difícilmente demostraba la redondez de la Tierra.

Tampoco debemos dejarnos llevar por la idea de que Colón era un “humanista” que quería llevar a cabo una labor científica de exploración para el conocimiento de la humanidad. Al contrario, tanto las hazañas de Colón como las subsiguientes acciones de conquista de suelo americano por parte de los europeos, eran más bien resultado de todo unos procesos de expansión de los estados cristianos que comenzaron en el Medioevo. Además, Colón formaba parte de aquellos navegantes y aventureros que estaban pensando más en la riqueza que ganarían tras alguna conquista que en la pura sed del conocimiento.

Otro ejemplo de la Tesis del Conflicto: Los mapas medievales mostraban a la Tierra plana y una malísima geografía

He aquí el otro protagonista que sustanció la convicción de que la Tierra era redonda,

El Mapa de Psalter (1265).
El Mapa de Psalter (1265).

Esto es lo que se conoce como un Mapa Mundi encontrado en el salterio de la abadía de Westminster y que hoy forma parte de la colección de la Biblioteca Británica. Cuando algunos observaron este mapa, pensaron que el autor era notablemente ignorante.

En primer lugar, muestra al mundo como un plato circular, cuyo centro geográfico se encontraba en Jerusalén. Al sur de Jerusalén se encontraba Roma. ¿No me creen? Pues fíjense en esto.

Parte de la imagen del El Mapa del Salterio de la abadía de Westminster
Parte de la imagen del El Mapa del Salterio de la abadía de Westminster

Mientras tanto, al sur de Jerusalén, podemos ver a Atenas, que estaba al norte de Roma, mientras que Macedonia se encontraba al norte de Atenas, y Grecia al oeste de Macedonia (¡!).

Una parte del Parte de la imagen del El Mapa del Salterio de la abadía de Westminster
Una parte de la imagen del El Mapa del Salterio de la abadía de Westminster

El Tigris y el Éufrates, junto a otros ríos (¿?) estaban al norte de Jerusalén.

Una parte del Parte de la imagen del El Mapa del Salterio de la abadía de Westminster
Una parte la imagen del El Mapa del Salterio de la abadía de Westminster. El Tigris y el Éufrates aparecen como dos de los cinco ríos al tope de la imagen. Los otros tres ciertamente no están en ningún mapa actual junto a los otros dos.

Pero la característica más sorprendente y entretenida se encuentra al extremo derecho del mapa, donde encontramos unos monstruos al sureste, Egipto.

Una parte del Parte de la imagen del El Mapa del Salterio de la abadía de Westminster
Una parte del Parte de la imagen del El Mapa del Salterio de la abadía de Westminster

Me acuerdo de mis libros de texto de las clases de escuela intermedia, en donde, no solamente decían que la gente de la Edad Media creía que la Tierra era plana, sino que en las esquinas de la Tierra existían monstruos, y mostraban ilustraciones basadas en esta parte del Mapa del Salterio.

¿Qué podemos hacer de esto? ¿Inferimos que los británicos medievales no sabían tan siquiera dónde estaba el mundo? ¿Confesaremos que esto es producto de la pura ignorancia de la “Edad Oscura”? Es más, ¿la ilustración de Dios al tope de la imagen no indica lo evidente que es que la “religión promueve la ignorancia”?

Pues, ¡no tan rápido!

En primer lugar, durante la Edad Media sí existían mapas mucho más fidedignos en cuanto a la geografía y la localización de imperios, pueblos, mares, etc. He aquí un ejemplo de un mapa árabe representando al mundo, hecho para el rey Roger II de Sicilia.

The Tabula Rogeriana, dibujada por Muhammad al-Idrisi (1154).
The Tabula Rogeriana, dibujada por Muhammad al-Idrisi (1154).

Como pueden ver, este mapa es mucho más fidedigno que el Mapa del Salterio.

Ahora les escucho decir, “Pero Pedro, ¡no reconozco nada de este mapa!” Pues, déjenme ayudarles, le daré una vuelta de 180o.

The Tabula Rogeriana, dibujada por Muhammad al-Idrisi invertida.
The Tabula Rogeriana, dibujada por Muhammad al-Idrisi invertida.

Pienso que ahora pueden reconocer a Europa, Asia y África en este mapa (según se conocía en 1154) mucho más claramente. El conocimiento medieval en un mapa geográfico más detallado en el mundo cristiano europeo lo podemos ver en el caso de Fra Mauro, un navegante veneciano, que creó una ilustración que hoy conocemos como el Mapa Mauro. Aquí les daré las representación original y la invertida en unos 180o.

Mapa Mauro
Mapa Mauro (ca. 1450).
Mapa Mauro
Mapa Mauro invertido unos 180 grados.

Para los que les interese ver este mapa en alta definición, Wikimedia Commons ofrece una versión que ustedes pueden explorar.

Pues si los sabios medievales conocían el mundo bastante bien —al menos teniendo en cuenta sus conocimientos limitados—, ¿por qué el Mapa del Salterio está tan mal geográficamente?

Respuesta: El Mapa del Salterio no es un mapa cartográfico, sino un Mappae Mundi medieval. ¿Qué es un Mappae Mundi? No es una representación cartográfica, sino filosófica, teológica e histórica. Comienza al tope con Dios, y justo debajo de Él aparecen un hombre y una mujer, Adán y Eva. Este es el punto de partida de la historia de la humanidad. Según la historia de la salvación, se le da importancia a Jerusalén, fundada por el rey David y donde murió Jesucristo mismo. Más hacia abajo se encuentra Roma, que es un lugar autoritativo en el cristianismo. Grecia, Macedonia y Roma se encuentran adyacentes porque sientan las bases del conocimiento y la cultura occidental. ¿Y esos monstruos en ese mappae? No sabemos a ciencia cierta qué representan, o si tienen algunos fines puramente artísticos. Según algunos medievalistas, parte de la inspiración proviene de alegaciones de Plinio el Viejo en su Historia Natural, donde hablaba de seres que habitaban en continentes distantes, y que no tenían cabeza, pero sí ojos y bocas en el pecho. Estos seres, conocidos como los Blemmyae, también fueron mencionados por las Historias de Heródoto. No era atípico, incluso en el caso de mapas cartográficos, incluir monstruos de todo tipo, especialmente el Leviatán, dragones, etc.

Si todo esto les parece extraño, sepan que un Mappae Mundi no es un mapa que haya intentado representar fidedignamente territorio alguno. Eso no es lo que está en la mente del artista, sino más bien una representación visual “enciclopédica” (por así decirlo) del conocimiento humano. En otras palabras, es una obra de arte, no de cartografía —aunque la cartografía puede representarse también artísticamente—. La palabra Mappae significa “tela”, es decir, un Mappae Mundi significa la representación del mundo en una “tela”, no es un mapa en el sentido moderno del término. Además, El Mapa del Salterio no es el único Mappae Mundi. Uno de los más antiguos que conocemos es el Mapa Mundi de Hereford, y que contiene el mismo fin de representación del conocimiento y, para nuestro disfrute, monstruos similares a los del Mapa del Salterio.

Y es más, el Mapa del Salterio nos dice que la Tierra era redonda. Lo sabemos porque Dios sostiene al globo de la Tierra en una de sus manos.

Una parte del Parte de la imagen del El Mapa del Salterio de la abadía de Westminster. Dios sosteniendo el globo de la Tierra en sus manos.
Una parte del Parte de la imagen del El Mapa del Salterio de la abadía de Westminster. Dios sosteniendo el globo de la Tierra en su mano.

Aunque no nos parezca evidente que la esfera en cuestión se trate de la Tierra, sí es típico representarla como un globo que contiene una forma de T. Esa T representa a tres ríos que se intersecan, mientras que el resto indica los tres continentes de Europa, África y Asia.

Mapa T en O u Orbis Terratum
Mapa T en O u Orbis Terratum por Günther Zainer (1472). Identifica cada uno de los continentes con los nombres de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet.

El oriente está en la parte superior, y occidente en la inferior. Entre Europa y África podemos ver la parte inferior de la T que representa el mar Mediterráneo. El “Maremagnum” se representa como un río que va desde el río Nilo, el mar Negro y el río Dio, criterios para dividir entre Europa y África de Asia. Por supuesto, este es un tipo de Mappae Mundi que no representa fidedignamente a la Tierra, sino que visualmente simplifica para los lectores y artistas su representación. Aun cuando se vea que todos los continentes están rodeados por el Mare Oceanum, tampoco esto representa una Tierra plana rodeada por agua. Al contrario, el Mare Oceanum divide entre la tierra habitada y la otra parte del orbe.

Esto se ilustra bien con la representación terrestre del Mapa de Macrobio.

Mapa de Macrobio
Manuscrito medieval (ca. 1150) del Commentarii in Somnium Scipionis.

En este mapa, podemos ver la sección de arriba (Norte) y la de abajo (Sur) divididas por el Oceanus. En la zona sur templada, justo colindante con el Oceanus se encontraban los antípodas de aquellos en el norte que vivían en zonas templadas. Esta creencia de la existencia de estos antípodas no era una invención medieval, sino que se extendía a la antigüedad, cuya idea se encuentra en el geógrafo romano Pomponio Mela (ca. 43 e.c.). Noten que, en todo momento, la concepción de la Tierra en el ámbito medieval era una forma de esfera. De hecho, durante la antigüedad y el primer cuarto de la Edad Media, persistieron en algunos lugares de Europa y Asia las convicciones de que la Tierra era plana y que era una esfera (siendo la última, la opinión mayoritaria de la gente culta). Sin embargo, después del 800 e.c., en Occidente, no encontramos un solo caso de una opinión clara de que la Tierra fuera considerada plana.

Como podemos ver, estos mapas medievales, fueran Mappae Mundi o cartográficos, no pueden servir de manera alguna para afirmar que en el Medioevo la Tierra fuera considerada plana.

El cambio de la Tierra plana a la Tierra redonda en la antigüedad

El modelo cosmológico asirio-babilónico

Representación visual de la cosmología asirio-babilónica
Representación visual de la cosmología asirio-babilónica. E1: Montaña terráquea; E 2-3: Inframundo, reino de los muertos; H 1-3: Ámbito celeste; HO: Océano celeste; O: Océano terrestre; G: Base de océano terrestre; D: Círculo de contención; M: La mañana; A. La tarde (Keel 2007, 50; Piñero 2015, 47).

Muchos sabemos que la cosmología inicial de las primeras civilizaciones era muy parecida al patrón asirio-babilónico, en el que se concebía la Tierra como plana, de forma circular o de cuatro lados. En la antigüedad, puede ser que se viera el mundo como “redondo” en el sentido que acabamos de describir, o cuadrada (de cuatro esquinas). El judaísmo fue heredero de todo esto y lo vemos en la Biblia. Como un ejemplo, tenemos este:

[Habla la Sabiduría] Cuando [Yahveh] colocaba los cielos, allí estaba yo,
cuando trazaba el círculo sobre la faz de las profundidades [del océano];
cuando sujetaba las nubes en lo alto,
cuando afianzaba las fuentes del abismo,
cuando marcaba su límite al mar
para que las aguas no desbordaran sus orillas;
cuando asentaba los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a Él, como aprendiz,
yo era su alegría cotidiana,
regocijándome todo el tiempo con su presencia,
regocijándome con la tierra
y compartiendo mi alegría con los humanos (Proverbios 8:27-31, mis modificaciones a la traducción de la Biblia de Jerusalén).

Aquel día volverá el Señor a mostrar su mano para rescatar el resto de su pueblo que haya quedado de Asiria y de Egipto, de Patrós, de Cus, de Elam, de Senaar, de Jamat y de las islas. Izará bandera a las naciones, reunirá a los desperdigados de Israel, agrupará a los dispersos de Judá de las cuatro esquinas del mundo (Isaías 11:11-12, mis modificaciones a la traducción de la Biblia de Jerusalén).

Ahora bien, aunque algunos pasajes enfaticen la circularidad y otros una aparente figura cuadrada o rectangular, puede ser que ambas aparentes aserciones sean compatibles. Por ejemplo, las “cuatro esquinas” del mundo pueden referirse a aquellos puntos del círculo donde se encuentran los cuatro puntos cardinales o de donde proceden los cuatro vientos. Puede ser también que se refieran a los ángulos internos de cuatro cuadrantes de un círculo unidos en el centro del mundo (Hannam 2023, 17).

Esencialmente, la representación cósmica era como una especie de “burbuja” dentro de las aguas primordiales, cuyo firmamento era una bóveda que empujaba las aguas de arriba, mientras que por debajo de la Tierra se encontraba el inframundo. Esta figura es sugerida en los mitos cosmológicos y cosmogónicos como el del Enuma Elish y el que vemos en Génesis 1. Los egipcios, los griegos y otros pueblos tenían sendas cosmogonías y cosmologías que se asemejaban entre sí en estos aspectos.

Mapa antiguo babilónico, dibujo de Bruno Meissner a partir del original (1920)
Mapa más antiguo con el que contamos. Uno antiguo babilónico del siglo VI a.e.c. Dibujo de Bruno Meissner a partir del original (1920).

Del escudo de Aquiles a la redondez de la Tierra en la filosofía

En Occidente y el Mediterráneo en general, todo comienza a cambiar con la Antigua Grecia. Al comienzo, podemos constatar la creencia griega arcaica de que la tierra era plana. Datos de ello se pueden identificar en una obra homérica, la Ilíada. Según el relato mitológico, la ninfa Tetis, la madre de Aquiles, le pide a Hefesto que forje el escudo de su hijo. Así que el dios tomó lingotes de oro, bronce, estaño y plata y no perdió tiempo en lanzarse a la tarea. El resultado fue fabuloso:

Se veían allí representados la tierra, el cielo, el mar, el infatigable sol y la luna llena; se veían también las estrellas que adornan el cielo, las Pléyades, las Híades, el fornido Orión y la Osa, llamada por sobrenombre el Carro, que gira siempre en el mismo espacio, mirando hacia Orión y sin esconderse nunca en el Océano… (Ilíada, XVIII).

Allí representó ciudades, gentes, situaciones, actividades, dioses tales como la Parca, el Tumulto, la Discordia, entre otros muchos elementos que representaban la tierra en general rodeada por el Océano como límite.

No obstante esto, desde Tales de Mileto en adelante, los sabios de Grecia —los que hoy llamamos “filósofos griegos”— empezaron a reflexionar profundamente en torno a las cosmogonías y cosmologías de la época. Tales, en particular, tuvo el mérito de comenzar a describir una aparente cosmogonía o cosmología que tuvo como denominador común las mitologías del Mediterráneo y más allá, pero sin los elementos divinos. Para él, la tierra parecía haber emergido a partir del agua y flotaba en ella como un leño, según se decía de sus enseñanzas. Esto no significa que su cosmovisión estuviera desprovista de divinidades, ya que también se le atribuye haber dicho que todo estaba lleno de dioses. Desde ahí, distintos pensadores formularon varios modelos para describir el origen y la estructura del cosmos.

En algún momento, la filosofía griega le prestaría atención a las matemáticas. Para el tiempo de Tales, la matemática griega estaba sumamente atrasada cuando se comparaba con, por ejemplo, los babilonios. Igual podemos indicar de su uso para la astrología/astronomía. No obstante ello, Pitágoras de Samos sería una excepción a esta regla, ya que enfatizaría el rol de los números y las matemáticas en la estructuración del universo.

Más tarde, Filolao, un seguidor de la corriente pitagórica, encontraría la idea de la esfericidad de la tierra como coherente, aunque puramente circunstancial en sus investigaciones. Debido a la naturaleza fragmentaria de nuestras fuentes más tempranas, no podemos conocer a fondo los detalles de sus propuestas. Sin embargo, lo que es intrigante es que formuló la hipótesis de un centro donde se hallaba fuego y una Tierra esférica que giraba alrededor de este. Esta parece una propuesta embrionaria de lo que hoy conocemos como sistema solar. Ahora bien, enfatizo que todo lo que tenemos de él solamente sugiere que encontró la idea coherente, pero este mero hecho no quiere decir que él categóricamente afirmaba que la Tierra era redonda. Su opinión real al respecto continúa siendo un misterio, pero Filolao parece ser el primer pensador en sugerirlo en la antigüedad.

Busto de Parménides de Elea. Autor de la imagen: desconocido.
Busto de Parménides de Elea. Autor de la imagen: desconocido.

El otro filósofo que influyó bastante en cambiar la visión de mundo griega fue Parménides de Elea que, mediante el uso del reductio ad absurdum, intenta averiguar los atributos del Ser o de la Existencia. Según él, todo lo que existe es permanente, eterno, completo, ingénito e imperecedero. Todo lo que no parezca eso, se debe a la ilusión impuesta por la costumbre de nombrar las cosas para diferenciarlas y señalar sus cambios. Sin embargo, incluye en su razonamiento en torno al Ser la convicción de que lo que es tiene que ser una “redonda esfera”, donde nada en sus confines es mayor o menor, si no todo es equidistante de su centro. No es claro si por el “Ser” se refiere en este caso a la Tierra, al cosmos u otra noción, tal vez más abstracta.

De los pitagóricos y Parménides, se inspiraría también el filósofo Platón a la hora de formular su cosmología en el Fedón y su cosmogonía en el Timeo. Platón —por boca de Sócrates en una obra, y Timeo en la otra— reflexiona sobre las razones por la que el cosmos debía tener la forma que tenía como producto de un ser benigno, un arquitecto o demiurgo. El universo fue creado de forma esférica y la Tierra quedaba justo en su centro porque era el mejor cosmos posible. Al cuestionar a filósofos anteriores a él, Platón argumenta que vale declararse sobre si la tierra era plana o era redonda, lo que los historiadores toman como un indicio que este asunto estaba siendo discutido en la época del filósofo (siglo IV a.e.c.). Durante el diálogo, nos dice Sócrates:

Conque … estoy convencido yo, lo primero, de que sí [la tierra] está en medio del cielo siendo esférica, para nada necesita de aire ni de ningún soporte semejante para no caer, sino que es suficiente para sostenerla la homogeneidad del cielo en sí idéntica en todas direcciones, y el equilibrio de la tierra misma. Pues un objeto situado en el centro de un medio homogéneo no podrá inclinarse más ni menos hacia ningún lado, sino que, manteniéndose equilibrado, permanecerá inmóvil (Platón, Fedón 108e -109a).

En Timeo, Platón habla de cómo el arquitecto creó a los dioses celestes —estrellas, luna, sol, los planetas y otros— a donde las almas terrestres felices visitarán una vez salgan de sus cuerpos. Desde esta perspectiva, hay una jerarquía de perfecciones que va desde el Bien en sí, pasando por el arquitecto, las ideas o formas arquetípicas, las deidades cósmicas, el ámbito terrestre y, a lo último, el tártaro.

Por esta causa y con este razonamiento, [el arquitecto] lo conformó como un todo perfecto constituido de la totalidad de todos los componentes, que no envejece ni enferma. Le dio una figura conveniente y adecuada. La figura apropiada para el ser vivo que ha de tener en sí a todos los seres vivos [la Tierra] debería ser la que incluye todas las figuras. Por tanto, lo construyó esférico, con la misma distancia del centro a los extremos en todas partes, circular, la más perfecta y semejante a sí misma de todas las figuras, porque consideró muchísimo más bello lo semejante que lo disímil (Platón, Timeo 33a-b)

Aunque la visión de la teoría de las formas y de la existencia de un arquitecto perfecto fue rechazada por su alumno destacado Aristóteles, este sí acoge bastante de la visión cosmológica platónica al dividir el cosmos en dos partes. El ámbito celeste, más allá del círculo de la luna, era inmutable y perfecto, mientras que el ámbito terrestre era mutable e imperfecto. Mientras que la aproximación de Platón al tema de la forma de la Tierra era más bien moral —porque lo mejor es que sea así—, su visión era una reconceptuación de la cosmología de la época. No hay dudas de que, para él, la Tierra era esférica, pero, ¿por qué las personas en otras partes del mundo no se “deslizaban hacia abajo”? La respuesta de Aristóteles era una nueva manera de concebir el cosmos: la caída de los cuerpos se dirige hacia el centro, el estado natural de los objetos sólidos o líquidos. En el caso del aire cada vez más rarificado, al igual que el fuego, estos se dirigen en dirección opuesta al centro. De manera que encontramos una jerarquía gravitacional —no en el sentido newtoniano moderno— de sólidos (los más atraídos al centro), el agua (menos atraída al centro), el aire (que se halla sobre las aguas), y el fuego (el más ligero de todos los elementos). No obstante, más allá de la esfera de la luna, se encontraban cuerpos celestes compuestos de quintaesencia, o lo que se conocería como éter, elemento que no está sujeto a los cambios o mutaciones de los elementos inferiores a la esfera de la luna.

Imagen renacentista donde se representa la cosmología aristotélica
Imagen renacentista donde se representa la cosmología aristotélica. De Caelo. Sigmund Grimm and Marx Wirsung, 1519.

En esta cosmología, Aristóteles integraba observaciones hechas por el académico y astrónomo Eudoxo, en donde se colocaba a la Tierra en el centro, y desde el centro contamos la esfera de la luna, de Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno y el círculo de las estrellas fijas con sus constelaciones. Para Aristóteles, más allá de esta se encontraba Dios como un motor inmóvil del universo entero y que contempla la perfección cósmica.

Las razones de Aristóteles para pensar que la Tierra era esférica son las siguientes:

  • Como todos los cuerpos son atraídos al centro, por fuerza centrípeta se deben acumular alrededor del centro: por tanto, una esfera sería el resultado de la caída de los cuerpos hacia el centro.
  • Cuando se viaja del norte al sur, como de Grecia a Egipto, por dar un ejemplo, se pueden ver estrellas nuevas. Si la Tierra fuera plana, entonces, todo el mundo vería las mismas estrellas desde distintos ángulos y a diferentes distancias.
  • Durante los eclipses lunares, la sombra de la Tierra sobre la luna siempre es curva. Esto se explica mejor si la Tierra es esférica.
  • Se pueden utilizar las estrellas para saber que el tamaño de la Tierra es bien diminuto cuando se compara con lo vasto del universo.

La confirmación de la Tierra esférica desde la astronomía antigua

Imagen astrológica que representa las fases de la luna
Imagen astrológica que representa las fases de la luna. Disponibilidad cortesía de Andrea Stöckel.

Aristóteles tiene el mérito de formular una teoría científica propiamente dicha, según su paradigma cosmológico, en torno a la esfericidad de la Tierra. Muchos de sus supuestos hoy día son claramente erróneos —como el que los objetos sólidos gravitan al centro del universo—. Sin embargo, con su paradigma y su teoría alcanzó un grado de rigor sin paralelos en la época. No obstante ello, para Aristóteles, contrario a Platón, no bastaba con proponer una teoría, sino que hacía falta que esta fuera respaldada por los hechos.

La evidencia empírica primordial de Aristóteles provino del filósofo, matemático y astrónomo académico Eudoxo de Cnido. Probablemente, hizo observaciones, no solamente desde Grecia, sino también Egipto, Anatolia, Atenas, Sicilia y Asia Menor. Gracias a estas mediciones y el empleo de las matemáticas, llegó a su teoría de los círculos concéntricos (27 en total) para poder explicar el movimiento aparentemente errático de los planetas, dándole un mayor orden y armonía al universo. Esta teoría de los círculos concéntricos, modificada después por Aristóteles, suponía de partida la esfericidad de la Tierra. Desgraciadamente, bastante de su obra se ha perdido y sobrevive de manera fragmentaria mediante referencias de otros escritores, entre ellos, Aristóteles.

Aun cuando Eudoxo junto a la teoría astronómica aristotélica proveyeron lo suficiente para inferir que la Tierra era redonda, esta idea no fue inmediatamente aceptada por los griegos. Algunos de los investigadores posteriores afianzaron esta perspectiva. Uno de los más importantes astrónomos que no solo confirmó los hallazgos de Eudoxo y las convicciones de Platón, sino que logró obtener un tamaño aproximado de la Tierra, fue Eratóstenes de Cirene, de quien se dice que hizo investigaciones en la biblioteca del Museo de Alejandría —es decir, en la llamada “Gran Biblioteca de Alejandría”—.

Eratóstenes enseñando en Alejandría, por Bernardo Strozzi (1635)
Eratóstenes enseñando en Alejandría por Bernardo Strozzi (1635)

Contrario a lo que se suele decir, lo más probable es que la biblioteca del Museo no tenía todas las obras científicas ni literarias. Las noticias de que Alejandría detenía embarcaciones con libros para reproducirlos con fines de la biblioteca son una leyenda urbana, un absurdo que no aguanta el más mínimo examen crítico. Sin embargo, lo que sí puede decirse es que, en un momento dado, fue uno de los centros importantes de investigación de Alejandría, pero que entraría en declive desde el siglo I a.e.c. bajo el Imperio Romano hasta “desaparecer” en el siglo III e.c. sin que sepamos qué fue lo que aconteció. Debido a la carga legendaria que se le atribuye a ese centro de estudio, no podemos establecer con plena seguridad si Eratóstenes estaba vinculado a ella, tal como se alegó después.

De lo que sí podemos estar seguros es que, para inferir la circunferencia de la Tierra, escogió tres ciudades para medir el ángulo de la sombra cuando el sol estuviera a cierta altura: Alejandría, Siena (más al sur), y Meroe. El resultado fue aproximadamente 250,000 estadios. Dado que un estadio no se medía igual en todos lados, es bien complicado decir cuánto era esto en medidas estándar o imperial. Sin embargo, podemos conjeturar que su resultado equivalía de 39,000 a 40,300 km o de 24,000 a 25,000 millas. Esto es muy aproximado a las medidas actuales de la circunferencia de la Tierra: 40,000 km o cerca de 25,000 millas.

Ya para la época del Imperio Romano, la esfericidad de la Tierra era algo ampliamente aceptado por los círculos filosóficos y astronómicos de ese momento. De acuerdo con Plinio el Viejo, virtualmente todos estaban de acuerdo con la figura esférica de la Tierra:

Pues bien, en primer lugar, está su figura sobre la que hay común acuerdo: evidentemente decimos el “orbe” de la tierra y afirmamos que este globo está limitado por los polos (Plinio el Viejo, Historia natural, II: 64).

El astrónomo Ptolomeo elaboró el conocimiento astronómico de la época, suponiendo la esfericidad de la Tierra, aunque no ocuparía el centro mismo del universo, lo que daría cuenta (junto a los epiciclos) del movimiento errático de los planetas.

El conocimiento antiguo no se perdió con la Edad Media

Monje escribiendo
Imagen en el dominio público.

Contrario a lo que se suele decir, el conocimiento antiguo no se perdió debido a su rechazo por el cristianismo. Aunque sí encontramos casos como los de Tertuliano, quien decía que Atenas no tenía nada que ver con Jerusalén, la inmensa mayoría de los sabios cristianos y la patrística aceptaba la ciencia provista por el pensamiento filosófico y astronómico pagano. Esto incluye la información sobre la redondez de la Tierra. Aun cuando autores como algunos teólogos antioquenos, Epifanio de Salamina, Lactancio (siglo IV) y otros que se basaban en la literalidad de la Biblia para afirmar una Tierra plana, eventualmente la mayoría de los teólogos posteriores, especialmente algunos de los más destacados, afirmaban su esfericidad. Veamos algunas de estas autoridades eclesiásticas.

Carta de las congregaciones romanas a Corinto (1 Clemente)

Un vestigio indirecto de los comienzos del cristianismo se nota cuando el autor de la Carta de Clemente a los Corintios (ca. 95 e.c.), epístola de parte de las congregaciones cristianas de Roma, parece respaldar una noción esférica terrestre:

El océano, invadeable a los hombres, y los mundos más allá de él, se dirigen por las mismas ordenaciones del Señor (1 Clemente XX: 8).

Esta aserción indica que hay regiones (“mundos”) más allá de los océanos que los seres humanos mismos pueden recorrer, algo que era consecuente con la visión esférica, y no plana, de la Tierra (Knopf 2023, 1 Clement, cap. 2, secc. E, 20:8).

Los padres de la Iglesia que no se atuvieron a la visión de la Tierra plana en siglos subsiguientes, siguieron la tradición alejandrina de alegorizar partes de la Biblia que no coincidieran con las ciencias bien establecidas. Entre los que consideraron la tierra como un globo se encuentran Orígenes de Alejandría, Basilio de Cesarea, Gregorio de Nisa, Ambrosio de Milán, Juan Damasceno, Agustín de Hipona, entre otros.

Veamos a algunas de estas figuras.

Agustín de Hipona

PIntura de Agustín de Hipona por Philippe de Champaigne  (ca. 1650)
Pintura de Agustín de Hipona por Philippe de Champaigne (ca. 1650).

En el caso particular de Agustín, condenó abiertamente a aquellos cristianos que adoptaban modelos cosmológicos puramente a partir de la letra de la Biblia, sin tener en consideración el cúmulo de la evidencia científica. Dice él que si esto no se hace, el cristiano que partiera desde esta perspectiva ingenua merece la risa de los paganos cultos, y tendría el efecto de que los alejaría de la fe cristiana.

Acontece, pues, muchas veces que un infiel conoce por la razón y la experiencia algunas cosas de la tierra, del cielo, de los demás elementos de este mundo, del movimiento y del giro, y también de la magnitud y distancia de los astros, de los eclipses del sol y de la luna, de los círculos de los años y de los tiempos, de la naturaleza de los animales, de los frutos, de las piedras y de todas las restantes cosas de idéntico género; en estas circunstancias es demasiado vergonzoso y perjudicial, y por todos los medios digno de ser evitado, que un cristiano hable de estas cosas como fundamentado en las divinas Escrituras, pues al oírle el infiel delirar de tal modo que, como se dice vulgarmente, yerre de medio a medio, apenas podrá contener la risa. No está mal en que se ría del hombre que yerra, sino en creer los infieles que nuestros autores defienden tales errores, y, por lo tanto, cuando trabajamos por la salud espiritual de sus almas, con gran ruina de ellas, ellos nos critican y rechazan como indoctos. Cuando los infieles, en las cosas que perfectamente ellos conocen, han hallado en error a algunos de los cristianos, afirmando estos que extrajeron su vana sentencia de los libros divinos, ¿de qué modo van a creer nuestros libros cuando tratan de la resurrección de los muertos y de la esperanza de la vida eterna y del reino del cielo? Juzgarán que fueron escritos falazmente, pues pudieron comprobar por su propia experiencia o por la evidencia de sus razones, el error de estas sentencias. Cuando estos cristianos, para defender lo que afirmaron con ligereza inaudita y falsedad evidente, intentan por todos los medios aducir los libros divinos para probar por ellos su aserto, o citan también de memoria lo que juzgan vale para su testimonio, y sueltan al aire muchas palabras, no entiendo ni lo que dicen ni a qué vienen, no puede ponderarse en su punto cuánta sea la molestia y tristeza que causan estos temerarios y presuntuosos a los prudentes hermanos, si alguna vez han sido refutados y convencidos de su viciosa y falsa opinión por aquellos que no conceden autoridad a los libros divinos (Agustín, Del Génesis a la letra I, XX: 39).

De esta manera, firmemente Agustín rechazaba la aproximación literalista antioquena, y adoptó las posiciones platónicas (o más bien neoplatónicas), para acoger la creencia en una Tierra esférica. Algunos pasajes de su obra dejan eso muy claro:

… todo el tiempo que la luz está con nosotros ilumina con su presencia a aquellas otras partes del mundo, desde las que el sol vuelve del occidente al oriente, y por esto durante las veinticuatro horas no falta un momento en todo el círculo de giro solar, donde no sea una parte día y en la opuesta noche (Agustín, Del Génesis a la letra. I, X: 21).

Isidoro de Sevilla

Imagen de San Isidoro de Sevilla, creada por Bartolomé Esteban Murillo (1655).
Imagen de San Isidoro de Sevilla, creada por Bartolomé Esteban Murillo (1655).

Ya para la llamada “Alta Edad Media”, o lo que prefiero llamar la Temprana Edad Media, los monjes y escritores en Occidente y Oriente conservaron mucha de la herencia antigua. Gracias a ello, la redondez de la Tierra era virtualmente consenso en la cristiandad, tanto así que, como indiqué previamente, después del 800 e.c., no podemos encontrar una clara evidencia de que alguien haya sostenido que fuera plana. Por ejemplo, Isidoro de Sevilla, cuya obra Etimologías fue una labor de tipo enciclopédico etimológico por parte de este escritor, no falló en caracterizar la Tierra como redonda.

Denominamos así a la “esfera del cielo” porque tiene forma redonda. Lo que tiene una figura semejante recibe en griego el nombre de “esfera” debido a su forma circular, semejante a las pelotas con las que juegan los niños. Los filósofos dicen que el cielo tiene la apariencia de una esfera y es convexo en todos sus puntos, igual en todas sus partes y que encierra a la tierra como una mole equilibrada en medio del cosmos. Afirman también que se mueve y que con su movimiento giran, de oriente a occidente, las estrellas, fijas en él; esos giros son cada vez más pequeños a medida que se asciende hacia los polos de la esfera (Isidoro, Etimologías XIII, VI: 2).

Estas expresiones son consecuentes con una tierra esférica cuyo firmamento es equidistante a todas partes de ella, y que, a medida que nos acercamos a los polos, vemos las estrellas con “giros cada vez más pequeños”. Es menester señalar que las Etimologías de Isidoro fueron una fuente de información usada durante toda la Edad Media.

Beda (San Beda el Venerable)

Bede ilustrado en un manuscrito de "La historia del pueblo inglés"
Bede ilustrado en un manuscrito de La historia del pueblo inglés (s. XII). Imagen cortesía de e-manuscripts. Licencia; CC-BY-NC 4.0 Int.

Uno de los monjes más sabios de la Edad Media, hoy considerado santo en la Iglesia Católica y doctor de la Iglesia, se conoce como Beda. Este religioso inglés, en su obra Sobre el recuento del tiempo, compuesta en el siglo VIII, señala algunas de las observaciones mencionadas por los filósofos para conocer la figura terrestre y dice con gran claridad.

La razón por la que los días son de duración desigual es la esfericidad de la Tierra, que no sin razón se le llama “el orbe del mundo” en las páginas de la Sagrada Escritura y en la literatura ordinaria. Esto es, de hecho, una esfera puesta en el medio de todo el universo. No es meramente circular como un escudo [o] disperso como una rueda, sino que se parece más a una bola, igualmente redonda por todos lados (Bede 1999, 91, mi traducción).

Hildegarda de Bingen

Representación de Hildegarda de Bingen inspirada mientras escribe "Scivias"
Representación de Hildegarda de Bingen inspirada mientras escribe Scivias.

Hildegarda de Bingen era una mente extraordinariamente privilegiada para la época del siglo XII. Ella era una abadesa benedictina germana que, no solo era mística, sino artista, música, filósofa, teóloga, médica, entre otras disciplinas que conocía. Su obra más importante y más conocida era Scivias, donde anotaba sus visiones místicas.

No obstante lo anterior, sus obras dejaban impresos sus conocimientos de la época, en particular, el tema de la redondez de la Tierra. Tomen como ejemplo estas iluminaciones.

Representación de la Tierra esférica con las estaciones del año
Representación de la Tierra esférica con las estaciones del año en el libro Liber Divinorum Operum de Hildegarda de Bingen (s. XII),
Hombre Universal de Hildegarda de Bingen (siglo XII)
Hombre Universal de Hildegarda de Bingen (siglo XII).

Tomás de Aquino

"La apoteosis de Tomás de Aquino" de Francisco de Zubarán
La apoteosis de Tomás de Aquino de Francisco de Zubarán (1631).

En la Iglesia medieval occidental, nada puede considerarse con mayor autoridad para el catolicismo medieval que la teología de Tomás de Aquino. Aún hoy día, la perspectiva que podría describirse como dominante en la teología católica es la neotomista. Esto se debe a que, durante el Medioevo, nunca hubo una teología tan elaborada, rigurosa y tan fundamentada en la filosofía y las enseñanzas eclesiásticas que la Suma de teología de Tomás de Aquino. ¿Qué tiene que decir el Aquinate en cuanto a la esfericidad de la Tierra? No puede ser más claro al respecto.

A los diversos modos de conocer, diversas ciencias. Por ejemplo, tanto el astrólogo como el físico pueden concluir que la tierra es redonda. Pero mientras el astrólogo lo deduce de lo abstracto, la matemática, el físico lo hace por algo concreto, la materia. De ahí que nada impida que unas mismas cosas entren dentro del campo de las materias filosóficas siendo conocidas por la simple razón natural … (Tomás de Aquino, Suma de teología C.1 a.2).

Otras evidencias de la Edad Media

En todos los ámbitos, no solo en el de la filosofía y la teología, en la Edad Media, especialmente la plena y tardía, se partía de la premisa de que la Tierra era redonda.

En la literatura, mencionaré dos casos notables. Tim O’Neill apunta a uno de ellos, el Libro de las maravillas del mundo o Viajes de Juan de Mandeville (s. XIV), en el que un caballero llamado Juan de Mandeville viaja por todo el mundo. Su título se inspira en Los viajes de Marco Polo, el famoso comerciante veneciano que llegó a visitar el Catay, o una región de lo que hoy llamamos China. Dice la obra anónima, en el capítulo XX:

… varias veces ha pasado el relato que escuché cuando era joven: en un momento dado, un hombre valioso se fue de nuestras tierras para explorar el mundo. Así pasó por la India y por las islas que están más allá de la India, donde hay más de cinco mil islas. Y anduvo tanto tiempo por mar y por tierra, y caminó el mundo durante muchas estaciones, que encontró una isla donde oyó hablar en su propia lengua, llamando a los bueyes en el arado, palabras como las que los hombres hablan a las bestias en su propio país, por lo que quedó maravillado, porque no sabía era posible. Pero digo que había ido tanto tiempo por tierra y por mar, que anduvo por toda la tierra; que volvió a recorrerla, es decir, a andar sus propios caminos, y si hubiera querido seguir adelante, habría encontrado su país y su propio conocimiento. Pero, regresó otra vez de ahí, de donde había partido (Anónimo, Sir John Mandeville, cap. XX, mi traducción).

El otro ejemplo que podemos pensar es en el caso de Dante Alighieri, en su extraordinaria obra La divina comedia, donde presenta el viaje que él tuvo al infierno, pasando por el purgatorio y terminando en el cielo. Si seguimos la descripción que hace de la Tierra durante toda la obra, llegaremos a la conclusión de que supone su redondez en un cosmos ptolemaico.

Representación de Michelangelo Caetani del viaje de Dante en "La divina comedia"
Michelangelo Caetani representa el viaje de Dante en La divina comedia (1855).

En los símbolos de la realeza, tanto en el caso de Jesucristo y la Virgen María, como el de los reyes, se les coloca en la mano una esfera que representa la Tierra. Es decir, en el caso de Jesucristo y María, ellos serían los verdaderos reyes cósmicos y de la Tierra; en el caso de los reyes, su autoridad se da en la Tierra misma.

  • Imagen de la Virgen de la Montserrat en la capilla a ella dedicada en la Catedral de Barcelona
  • Jesucristo en el trono, por Cima de Conegliano
  • Estatua del Kaiser Carlos IV del Sacro Imperio Romano

Sin que las ciencias se queden atrás, también contamos con obras astronómicas medievales que afirman categóricamente que la Tierra es redonda y presentan más argumentos que en la antigüedad para justificar esta convicción. Esto lo podemos ver en el caso de De sphaera mundi (ca. 1320) donde argumenta que la esfericidad de la Tierra explica por qué los barcos parecen hundirse en el horizonte cuando se alejan. Vean esta ilustración de un manuscrito de esta obra, edición de 1550, que ilustra muy bien este punto.

Una ilustración de un manuscrito de 1550 de "De sphera mundi", donde presenta un barco perdiéndose de una linea visual
Una ilustración de un manuscrito de 1550 de De sphaera mundi, donde presenta un barco perdiéndose de una linea visual.

Y si creen que los globos terráqueos que se venden en alguna tienda para fines educativos es una invención moderna, realmente no. Son una invención medieval.

Globo Terráqueo de (1493),
Globo Terráqueo (1493) diseñado por Martin Behaim y Georg Glockendon. Hoy se encuentra en el Museo Nacional Alemán de Nuremberg.

Conclusión

Si tras leer este artículo, se sienten abrumados con toda esta evidencia, solo señalo que esta no es toda lo que se puede presentar sobre este tema. La Tesis del Conflicto le ha hecho mucho daño a la divulgación de la historia a nivel público. Nada de lo que he dicho aquí ajeno al conocimiento de los historiadores debidamente formados en la academia, pero sí es algo que es virtualmente desconocido para la gran parte del público hoy día.

La evidencia de que los medievales, especialmente después del año 800 e.c. creían en una Tierra plana, es virtualmente ninguna. Mientras tanto, el legado artístico, literario, científico, filosófico y teológico muestra de manera abrumadora que, en la Edad Media, se pensaba que la Tierra era redonda.

Esta es una muestra más de que la Edad Media no era tan “oscura” como nos lo suelen vender todavía en documentales de canales irresponsables como History o en algunos salones de clases.

Ya es hora de cambiar nuestra perspectiva sobre este tema.

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