¿Meriendas para niños y tampones con trazas de plomo? ¿Debemos preocuparnos?

Imagen de un tampón.
Imagen en dominio público.

Índice de contenido

  1. Introducción
  2. La ciencia de los venenos
  3. La presencia de plomo en el ambiente y en el suelo
  4. Las dosis de plomo en las meriendas para niños
  5. Pero, ¿qué hay de los tampones?
  6. Conclusión
  7. Referencias

Introducción

En días recientes, hemos visto unos reportajes alarmantes en torno a la manera en que hay sustancias tóxicas en ciertos alimentos y bocadillos que le damos a nuestros niños y, en días más cercanos, hay alarma sobre la presencia nociva de venenos en uno de los productos más importantes para las mujeres en general: los tampones.

Por un lado, la revista Consumer Report (Loria, 2024) llama la atención sobre los productos de meriendas preparadas para los niños (lunchables) que contienen una cierta cantidad de plomo y sodio, y presenta unas gráficas que podrían atemorizar al consumidor. En cambio, en este mes, se publicó un reportaje sobre la presencia de plomo entre otros metales o metaloides tóxicos, en los tampones que se venden en farmacias y supermercados. Ya saben cómo respondió la prensa al respecto, incluyendo aquellas que se dedican a la divulgación científica (¡que deberían saber mejor!). He aquí una pequeña muestra.

Algunos de estos reportajes son más responsables y otros más amarillistas. Sin embargo, lo primero que ve la gente no es el contenido, sino los titulares. La muestra que he colocado arriba es suficiente para darle a cualquier persona, especialmente mujeres, un infarto.

Sin embargo, la pregunta es, ¿debe todo el mundo echar los tampones y las meriendas preparadas para la basura? Para los que sientan que la respuesta es que “sí”, siéntanse en la libertad de leer este artículo del blog y ver los pormenores del asunto.

Pero antes, recordemos un poco de principios básicos de toxicología y la manera en que en ciencias se evalúan riesgos. Si no desean este tipo de repaso, pueden saltar a la cuarta sección del artículo.

La ciencia de los venenos

Retrato de Paracelso
Retrato de Paracelso (1493-1541). Reproducción del original hecho por Quinten Metsys. Cortesía del Museo del Louvre, Francia.

“¿Qué hay que no contenga veneno?
Todas las cosas son veneno,
y nada existe sin veneno.

Solamente la dosis determina
que la cosa no es un veneno.”
—Paracelso

Lectoras y lectores, les presento tal vez a uno de los filósofos naturalistas (científicos) que jamás ustedes han escuchado: Theophrastus von Hohenheim, también conocido como Paracelso (1493-1541). Ustedes deberían conocerle porque ha sido uno de esos seres cuyo conocimiento ha sido medular en áreas tales como la medicina, la industria, el medioambiente, los productos de limpieza del hogar, la producción agrícola, los productos de salud, la nutrición, y hasta la perfumería. No era exactamente el mejor ser humano del mundo, y su mente estaba inserta en la alquimia y la magia. Pero su legado se ha convertido en toda una rama de las ciencias naturales llamada toxicología, la ciencia de los venenos. Este filósofo y alquimista descubrió los dos principios centrales de la toxicología:

  1. Todo es veneno.
  2. La dosis hace al veneno.

Vamos por partes. ¿Qué significa que “todo es veneno”? Quiere decir que todo, sin excepción alguna, es venenoso. No es solamente el plomo con el que usted entra en contacto, o el monóxido de carbono. También es el agua, algo que necesitamos para sobrevivir. Sí … el agua (el H2O) es venenosa. Doy un ejemplo: el pasado agosto del 2023, una madre de familia en Indiana murió envenenada por beber agua, específicamente por sobrehidratación o hiperhidratación.

Ustedes se preguntarán, ¿cómo es posible que una madre se haya envenenado con agua, si yo bebo agua todos los días? La respuesta está en el segundo punto resaltado por Paracelso: la dosis hace al veneno. Según un reportaje, parece que ella bebió el equivalente a 64 onzas de agua o cuatro botellas de agua de 16 onzas en 20 minutos. ¿Y qué es “sobrehidratación” o “hiperhidratación”? En la literatura médica, la definición es sencilla: la intoxicación o envenenamiento con agua. Esto solía ocurrir en Estados Unidos en casos de fraternidades cuando, en ocasiones, se hacían competencias de bebidas de agua … o al menos esto era así hasta que ocurrió el caso de sobrehidratación de Matthew Carrington, de 21 años, que murió en este tipo de actividades.

Es más, ese fue el segundo caso en la Universidad de Chico, después de que otro estudiante había muerto por exceso de alcohol o, mejor dicho, sobredosis de alcohol, por el mismo tipo de actividad. Aunque todo el mundo tiene una idea clara de que un exceso de alcohol tiende a ser malo para la salud (y las neuronas), quisiera recordarles lo siguiente: el alcohol tiene efectos en el cuerpo tales como envenenamiento del cerebro (es una neurotoxina), inhibe temporalmente procesos de la corteza prefrontal (la que toma decisiones y le pone freno a los impulsos cerebrales instintivos), puede causar cirrosis del hígado y … (mucha gente no tiene en cuenta esto) es un cancerígeno (Rumgay et al., 2021).

¡Ojo! Mi punto aquí no es causarles a ustedes un trauma cuando se dan cuenta de cuán tóxicos son nuestros hábitos en general. La dosis hace el veneno. Beber agua con moderación es saludable. Beber alcohol —sea cerveza, vino, whiskey u otra— con moderación es beneficioso. Tener un hábito de sobredosis es perjudicial para el cuerpo.

Ahora bien, les tengo más malas noticias. Nosotros comemos, vestimos, respiramos e interactuamos diariamente con sustancias moderada o altamente tóxicas para los seres humanos: el dióxido de carbono, el monóxido de carbono, el amoniaco, la radiación solar, el cobre, entre otros tales como … el plomo y el arsénico.

¿Por qué no morimos al interactuar con estas sustancias por doquier?

Porque la dosis hace al veneno, e interactuamos con muy bajas dosis de ellas.

La presencia de plomo en el ambiente y en el suelo

Tubería de plomo de acueductos romanos
Tubería de plomo de los acueductos romanos en Ostia Antica. Foto cortesía de Cris 73 de Wikimedia Commons. Licencia: BY-SA 3.0 No portada.

El plomo era un material muy conocido en la antigüedad. Tenía unas propiedades muy importantes para la construcción de plomerías durante la época del Imperio Romano. Por cierto, la palabra “plomería” proviene precisamente de “plomo”. El plomo era excelente para una época en la que los acueductos y la plomería se estaban volviendo altamente complejos en esa época. El plomo tiene la ventaja de que es un metal que puede ser trabajado sin mayor esfuerzo para construir estos artefactos que posibilitaron la distribución del líquido vital en las áreas urbanas.

Por supuesto, podrán imaginarse que esto fue un problema de salud pública en dichos lugares. Tras investigar los restos de las tuberías antiguas, los análisis mostraron una alta concentración de plomo, lo que lleva a inferir que el agua estaba muy contaminada con ese metal tóxico. Tanto es así, que hasta el río Tíber quedó contaminado con plomo (Delile et al., 2014). Es más, tal fue la contaminación, que algunos científicos actuales se preguntaban si tal problema de salud pública llevó a la debacle del Imperio Romano. Por supuesto, ningún historiador suscribe hoy esa posición porque se dio durante un periodo de siglos en Occidente (de finales del siglo II al siglo V) y por un complejo de factores que no tienen nada que ver con el plomo. Pero, como diría la bioarqueóloga Kristina Killgrove, esto no impide ver en los huesos de los mismos romanos antiguos los efectos del envenenamiento con plomo. Para colmo de males, Killgrove nos dice que el plomo se usaba en la Antigua Roma en los cosméticos, las joyerías, como endulzante, en los utensilios de cocina, entre otros. Ellos lo ingerían y lo vestían todo el tiempo, en dosis mucho más altas que las que se encuentran en la naturaleza (Killgrove, 2012).

¡Y pensábamos que “todo tiempo pasado era mejor”!

Pero el problema mayor con el plomo, ya a nivel mundial, se dio durante el siglo XX. En la sección anterior vimos a Paracelso. Aquí, conoceremos a Clair Cameron Patterson, otro de esos héroes de los que ustedes probablemente jamás han escuchado hablar. Y deben tenerlo en cuenta, más que a Superman, Batman, la Mujer Maravilla, Iron Man, Capitán América o a los X-Men, porque este individuo y su equipo literalmente han salvado la vida o alargado el tiempo de miles de millones de personas.

Fotografía de Clair C. Patterson
Fotografía de Clair C. Patterson. Fuente: Tilton, 1998, 266. (Usado a baja resolución por concepto de uso legítimo bajo derechos de autor).

Clair C. Patterson era uno de esos seres humanos comprometidos con la veracidad científica y el bienestar público. Su misión inicial no estaba relacionada con la salud, sino la medición de la edad de la Tierra utilizando el decaimiento de uranio radiactivo en plomo. Sin embargo, al ver los datos, se convenció de que el plomo en el ambiente contaminaba sus muestras para sus fines científicos. Tuvo que inventar los cuartos esterilizados precisamente para evitar este tipo de polución. Y mucho elaboró en eso hasta que obtuvo como resultado 4.45 mil millones de años. Para el tiempo y las limitaciones de la época, era bastante cercano a nuestra actual cifra de la edad terrestre: 3.8 mil millones de años.

Sin embargo, esta “contaminación” de plomo en el aire le hizo cuestionar de dónde provenía tan alta concentración. Mediante análisis minuciosos en diversos lugares del mundo, llegó a la conclusión de que su alto nivel se debía a las emisiones de la quema del petróleo desde el tiempo de la Revolución Industrial (Tatsumoto & Patterson, 1963). Tras divulgar su primer estudio al respecto, Patterson tuvo que luchar contra la industria petrolera de aquel momento, y demostró, a pesar de las hostilidades de los mogules de este combustible fósil, que la humanidad peligraba al estar expuesta a altas dosis de plomo en el aire.

Finalmente, a la mala, la misma industria tuvo que adaptarse a nuevas regulaciones que exigían refinar el combustible para depurarlo de plomo. Y, como muestran los estudios científicos, desde los años setenta hasta hoy, el nivel de plomo en la sangre humana a nivel mundial ha decrecido considerablemente en proporción a la reducción de las emisiones de plomo por la gasolina.

Gráfica de la reducción de plomo en la sangre de los estadounidenses y su correlación con la de la reducción de plomo en la gasolina
Gráfica de la reducción del promedio de plomo en la sangre de los niños estadounidenses y su correlación con la de la reducción de plomo en la gasolina (Bellinger & Bellinger, 2006).
Gráfica de la reducción de niveles de plomo en la sangre por año en varios lugares del mundo
Gráfica de la reducción de niveles de plomo en la sangre por año en varios lugares del mundo (Angrand et al., 2022). Licencia: CC-BY 4.0 Int.

Esto no significa que este legado del plomo en la gasolina haya terminado. Sí, nosotros respiramos mucho menos plomo que antes. Sin embargo, todavía persiste una considerable cantidad del metal en los suelos urbanos por encima de lo que podemos encontrar en las áreas rurales y en la naturaleza.

Nota curiosa: Este detalle, nada más, tiene un impacto significativo para aquellos pretendidos proyectos que desean llevar a cabo agricultura urbana. Los estudios han demostrado que muchos de los suelos urbanos están altamente contaminados debido a décadas de combustión de gasolina con plomo. Si no se llevan a cabo mecanismos de fitorremediación —es decir, maneras de descontaminar el suelo de metales o metaloides tóxicos como el plomo—, la dosis de la toxina que tendrán esos productos en el mercado será marcadamente mayor (Clark, Hausladen & Brabander, 2008; Green 2008; Levin et al., 2021).

Las dosis de plomo en las meriendas para niños

Niño o niña comiendo cereal
Niño(a) comiendo cereal. Imagen en el dominio público. Fuente.

Los relatos anteriores son para ilustrar el hecho de que, contrario a lo que se cree, nuestra vida ha mejorado considerablemente gracias a la combinación de los esfuerzos de la industria y las regulaciones. Desde los años 1970, el grado de plomo en la sangre de los niños se ha reducido a menos de 1 μg/dL —un microgramo por decilitro— (Angrand et al., 2022).

Esto no es poca cosa. Son conocidas las consecuencias nefastas de la intoxicación del cuerpo humano con plomo. Es un metal bioacumulativo, es una neurotoxina que afecta el desempeño y la inteligencia de los niños. En los adultos, conlleva problemas de fertilidad, se acumula en los huesos (como vemos en el caso de la Antigua Roma), afecta el sistema nervioso, entre otros problemas de salud. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), y cito …

No existe ningún nivel por debajo del cual se pueda afirmar que la exposición al plomo no tenga efectos nocivos (OMS, 2022).

Ahora bien, ¿qué pasa con las meriendas para niños? Si uno mira las gráficas de Consumer Report, ellas meten mucho miedo. He aquí una muestra en baja resolución de lo que presentan al tope de su imagen:

Algunas de las gráficas que muestra el artículo de "Consumer Report"
Algunas de las gráficas que muestra el artículo de Consumer Report (Loria, 2024; reproducido en baja resolución por concepto de uso legítimo para propósitos de discusión crítica).

Un público desconocedor de las ciencias vería esas gráficas y se alarmaría ante las dosis de plomo (a la izquierda) y sodio (a la derecha). Se preguntaría cómo es posible que los gobiernos —en este caso, el de Estados Unidos— hayan permitido este tipo de cosas. He visto respuestas en las redes sociales alegando confirmación de que los gobiernos tienen un programa para exterminar a la humanidad y despoblar el planeta, y otras teorías conspiratorias al respecto.

Sin embargo, lo que no hace esta gente es leer con cuidado, o, por defecto, leer pero no tratar de entender lo que dice el artículo. Por ejemplo, justo antes de la gráfica, dice el escrito de Consumer Report y traduzco:

Consumer Report puso a prueba 12 meriendas y estuches de bocadillos para detectar niveles de plomo y obtuvo los datos de sodio de las etiquetas de cada paquete. El plomo es medido según el porcentaje de los niveles máximos de dosis permitida (MADL [por sus siglas en inglés]) en California. Nuestros expertos usan este valor porque no hay límites federales para los metales pesados en la mayoría de los alimentos, y los estándares de plomo en California son los más protectores posibles. El sodio se mide según el porcentaje de las recomendaciones de las Guías Generales Dietéticas de los Estados Unidos (Loria, 2024).

Ya de entrada podemos percatarnos de algo en lo que mucha gente no se fija. Aun en los casos donde se encuentra la mayor cantidad de plomo, todos los números están por debajo de los MADL. Es decir, que la dosis de plomo que ingieren los niños en los alimentos es extremadamente minúscula, porque el MADL establecido por el estado de California es 0.5 μg (microgramos) diarios (Goldhaber, 2024). Si ustedes buscan el primer porcentaje que aparece en la imagen, es decir, el 74 % de ese 0.5 μg, obtendrán la cifra de 0.37 μg diarios. Esto es realmente insignificante. Esto es mucho menor que el nivel de referencia provisional (ILR por sus siglas en inglés) sugerido por la Food & Drug Administration de Estados Unidos (FDA) para los niños: 2.2 μg por día (FDA, 2024). Como bien ha señalado la toxicóloga Susan Goldhaber, ninguno de los paquetes criticados por Consumers Report excede el 20 % de ese ILR.

Claro, ya les escucho a ustedes pensar lo siguiente:

Pero, ¿no viste lo que dice la OMS? ¿No dice la OMS que no hay ningún nivel de consumo de plomo que pueda ser visto como seguro o que no sea perjudicial a la salud? ¡¿Cómo puede la FDA sugerir un nivel mínimo de consumo?! Es más, aun cuando el nivel del estado de California es inferior, ¿no sería antiético o inmoral permitir un mínimo que nuestros niños consuman plomo?

¡Les oigo! Ciertamente, les escucho.

Solo que hay un leve, diminuto detalle. Es un secreto, secreto, bien secreto que jamás les van a decir los alarmistas. Se los voy a decir en este artículo. ¿Listos para conocer este secreto bien secreto? Presten atención a lo que les diré:

Top Secret
Imagen en dominio público.

Es físicamente imposible tener alimentos que no contengan plomo. Es imposible para la industria y para el gobierno que los rastros de plomo en nuestros alimentos (tanto de niños como de adultos) sea exactamente cero. No hay forma de que ocurra.

Muchos suponen que el plomo que se encuentra en las meriendas que se venden en las tiendas tiene que ver con el proceso de preparar alimentos. En realidad, buena parte del plomo que se encuentra en ellos proviene de la naturaleza misma, no del ser humano. Por ejemplo, las plantas absorben el plomo del suelo, y de ahí pasa por la cadena alimentaria.

Nota importante: Esto no tiene nada que ver con los niveles de plomo en el terreno urbano que discutimos en la sección anterior. Aun si se sembrara en una ruralía cuyo impacto por el plomo de los combustibles era casi ninguno o cero, aún hay plomo natural en los suelos y en el medioambiente.

Entonces, ¿qué hacemos?

Aquí les quiero hacer notar un sesgo que todos tenemos en cuanto a nuestro cálculo de riesgos que llevamos a nivel mental. Todos somos malos calculadores de riesgos y, en muchas ocasiones, la prensa amarillista explota ese defecto cognitivo. Por supuesto, todos sabemos lo peligroso que es el plomo. Por tanto, para llamar la atención del público, los titulares aludirán a la peligrosidad de una sustancia. No hay duda de que, en términos toxicológicos, el plomo es muy peligroso.

Sin embargo, la peligrosidad no es la única variable de riesgo, la otra es la exposición. Dependiendo de la exposición, la peligrosidad de algo puede tener un impacto corporal mínimo o nulo.

Voy a dar un ejemplo sencillo. No hay duda de que salir en carro a la carretera es una actividad peligrosa, especialmente por los accidentes automovilísticos y cada loco en la carretera. Por lo tanto, lo que han hecho los gobiernos y la industria es intentar reducir la exposición a accidentes y años al conductor: leyes de cinturón de seguridad, el funcionamiento de los frenos y del motor, la visibilidad, los retrovisores, las leyes de tránsito, etc. Todo eso está diseñado para reducir, de la mejor manera posible, los incidentes de accidentes o daños corporales debido a ellos … es decir, disminuir la exposición.

Otro ejemplo es lo que vimos con Patterson. Sus hallazgos llevaron a los gobiernos a nivel mundial a regular las emisiones de plomo al minimizar considerablemente la exposición del público a esta toxina.

¿Y qué hay de los niveles de plomo en los alimentos para niños? Pues, que la industria regulada a nivel gubernamental ha dado muy buenos resultados de reducir radicalmente los niveles de exposición al público. De los años 1970 hasta el 2016, la cantidad de plomo que se encuentra en nuestros alimentos se ha reducido un 97 % hasta por debajo del 1 μg diario.

Redicción de la exposición dietética al plomo
Reducción de la diaria exposición dietética al plomo (FDA, 2024).

A la luz de todo lo presentado, el que los niños ingieran algo por debajo de los 0.5 μg debería ser presentado en los titulares y Consumer Report como excelente noticia. ¡Es motivo para celebrar! En términos de los niveles de exposición al plomo, nuestros niños comen mejor que en cualquier otra época en el pasado.

Pero, al parecer, eso no vende. Para ellos, hay que mantener al público paranoico.

Pero, ¿qué hay de los tampones?

Imagen de tampones
Foto cortesía de Karolina Kaboompics (Pexels).

En cuanto a nuestro segundo tema de discusión, el estudio que publicó la en ScienceDirect hace saber que los tampones que se venden en los supermercados —no importa si es convencional u orgánico— contienen trazas minúsculas de plomo, arsénico y otras sustancias.

No hay mucho misterio en torno a la presencia de estas sustancias. Como dijimos en la sección anterior, las partículas ínfimas de plomo (unos ng/g, es decir, unos nanógramos —más pequeño que un micrógramo— por gramo de la masa del tampón) provienen del hecho de que el algodón, como planta, absorbe el plomo encontrado naturalmente en el suelo.

Para dar una idea de cuan diminuta es esta cantidad, en un artículo que la Dra. Andrea Love escribió al respecto, hizo la siguiente analogía, y cito (traducción mía):

El estudio reporta un promedio geométrico de 120 nanógramos de plomo por gramo del material del tampón. 120ng/g es esencialmente lo mismo que 120 por billón [o 120 ppb, partes por billón].

Una parte por billón es el equivalente a 1 segundo de un tiempo de 31.5 años (Love, 2024).

Love señala que el máximo valor reportado es de 468 ng/g (nanógramos por la masa del tampón en gramos), y que el valor promedio es de 120 ng/g. Para ilustrar a los lectores sobre la insignificancia de esta cifra, ella apunta al artículo escrito por Jen Gunter en el portal The Vajenda. Gunter midió la masa de uno de los tampones de marca, que era aproximadamente de 2 g. Esto quiere decir que habría, como máximo, 936 ng en el tampón. Esto es:

Promedio: 240 ng o 0.00000024 gramos

Máximo: 936 ng o 0.00000094 gramos

Cuando se mira desde esta perspectiva, cabe preguntarse por qué los medios de divulgación se alarman ante este hallazgo (Gunter, 2024; Love, 2024).

Es más, ni tan siquiera los autores del estudio al que hacemos referencia afirman que la gente debe dejar de usar los tampones. Reconocen sus limitaciones, y afirman en el resumen y en su conclusión que hacen falta estudios de cómo esto podría afectar la salud de las mujeres, dado que no hay límite en el que el plomo pueda considerarse como inofensivo (Shearston et al., 2024).

Y los especialistas en los medios (los responsables, por supuesto) están de acuerdo en que no debe evitarse usar estos productos a la luz de estos hallazgos.

Conclusión

Pensadora

Una vez más, es imposible tener un escenario en el que la cantidad de plomo que aparezca en nuestros alimentos, bebidas, ropa, etc. sea un cero absoluto. Siempre habrá trazas minúsculas de plomo y otros metales o metaloides tóxicos en todo lo que consumimos o con lo que entramos en contacto.

Ante esta realidad, la pregunta que debemos hacernos no es dónde se pueden conseguir meriendas o tampones si partículas de plomo. La pregunta tiene que ver más bien con cálculo de riesgos: cuáles son los esfuerzos de regulación gubernamental y de actividad industrial para reducir lo más posible la exposición de una sustancia peligrosa.

Como hemos visto, no hay razón para entrar en teorías de conspiraciones o pensar que se nos está envenenando deliberadamente. La dosis hace al veneno, y las dosis de plomo en las meriendas y los tampones son relativamente insignificantes para el ser humano.

Lo mismo vale para los niveles de arsénico y los demás tóxicos que se hallan en estos productos.

Referencias

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