El fariseísmo de Pablo

Nota importante: A petición de una persona, lo siguiente es un artículo que publiqué el 8 de octubre de 2023, como parte de una discusión que se dio en Facebook, en el grupo de Jesús Histórico, en torno al tema de su Pablo era fariseo o no. Esta debe interpretarse como mi opinión —que es minoritaria— en contraste con la de la mayoría de los especialistas en Pablo, a saber, que él sí fue fariseo. Algunas partes del artículo original se cambiaron para propósitos de estilo, formato y facilidad de lectura. Las ilustraciones e imágenes no son del original.

I. Introducción

Escribo esto porque ■■■■■■ (■■■■■■) me “invocó” en un comentario en relación con este tema. Quisiera comenzar diciendo que aunque se me ha llamado “respetado”, y efectivamente así lo siento en este foro, NO puedo designarme como una autoridad respetada en torno a la cuestión. Efectivamente, he estudiado al Pablo el Apóstol por años y, cuando hablo de él, me siento en tierra firme. No así en relación con el tema del fariseísmo y de la literatura rabínica. La información con la que cuento depende mayormente, aunque no totalmente, de fuentes secundarias; y los autores consultados tienen una variedad de opiniones en relación con el fariseísmo de la época de Jesús y Pablo. Por tanto, de aquí en adelante, mi opinión debe tómese con pinzas. No debe interpretarse mi respaldo a la posición de ■■■■■ —con las debidas matizaciones que señalaré más adelante— como una nueva ocasión para lanzar epítetos en los comentarios, sino como una oportunidad para una discusión sustanciosa de la que, por lo menos, podamos aprender más.

De entrada, quiero señalar donde está mi posición en torno a varios temas discutidos en el canal de Investigando la Historia, en el episodio: “Pablo no era fariseo”:

  • Soy de la posición de que Hechos de Apóstoles fue una composición del siglo II (¿cuándo en el siglo II?… sigue siendo algo que no he decidido todavía; no estoy todavía convencido de que Hechos es un texto antimarcionista). Richard L. Pervo y Steve Mason me han presentado suficientes argumentos para convencerme de ese periodo de tiempo.
  • Aunque no tengo una posición “definitiva” en torno al tema, estoy inclinado a pensar que Hechos es de un autor distinto al del Evangelio de Lucas. Patricia Walters, Antonio Piñero, entre otros autores, me han inclinado en esa dirección. Aun así, confieso que veo una continuidad de pensamiento sustancial entre ambos textos, que es la razón por la que no me he decidido todavía.
  • No suscribo la idea de que el Apostolikon de Marción sea la colección más original de las cartas paulinas. Tampoco creo que Marción mismo haya alterado el texto de Lucas o las cartas de Pablo en su Apostolikon, sino que las obtuvo de su congregación anterior a su llegada a Roma. Todas las versiones del Evangelion y del Apostolikon que tenemos hoy día son reconstrucciones (o mejor dicho, construcciones) de los especialistas a partir de otras fuentes —la mayoría, hostiles a Marción—. Por ende, la presencia o ausencia de textos debe tomarse con suma cautela, especialmente en los lugares donde hay vacíos. Aunque estos pueden adquirir valor cuando se les compara con los mejores manuscritos que tenemos disponibles, se puede caer muy fácilmente en argumentos de silencio.
  • Creo que una parte sustancial de Hechos de Apóstoles se obtuvo a partir de las cartas paulinas en circulación. Aclaro que esta es una posición minoritaria en la academia, pero Pervo me ha convencido de ello.
  • Considero que, en cuanto a su contenido, la credibilidad que deba prestársele a Hechos de Apóstoles es convergente a cero.
  • No favorezco para nada la idea de que Pablo fuera idumeo. Tengo toda una serie de razones para descartarlo. Solamente presentaré aquí unos argumentos: a) Pablo tenía enemigos a diestra y siniestra; simultáneamente, en sus cartas habla muy abiertamente de algunos de sus asociados que parecen estar vinculados de alguna forma a Herodes, pero es interesante que nunca se vio en la necesidad de defenderse de acusaciones de que era un “espía” herodiano, por decirlo así. b) El pensamiento paulino no está apartado de la manera en que los judíos de la diáspora trataban su interacción cultural con los paganos; estas negociaciones culturales de judíos en el ámbito pagano están ampliamente documentadas por expertos, muchos de ellos estudiosos judíos, incluyendo a los partidarios de la perspectiva “Pablo dentro del judaísmo”. c) Aunque no han sido mencionados en el vídeo que discutimos, algunos sustancian la perspectiva del Pablo idumeo con base en acusaciones hechas por los ebionitas más de un siglo después; esto no pasa de ser material difamatorio de muy poca credibilidad. d) Pablo sí era miembro de algunas sinagogas, ya que reporta que en tres ocasiones le apaleó 39 veces (2 Cor. 11:5); esto solo puede ocurrir si Pablo se consideraba miembro de una sinagoga.
  • No creo que Pablo haya sido ciudadano romano, como reporta Hechos, porque los latigazos sufridos por él (aunque no imposibles que se dieran) no debían administrarse a ciudadanos romanos sin previa autorización imperial; la Lex Porcia también prohíbe el apaleamiento de ciudadanos romanos.

Ahora … a lo que vine.

 II. El fariseísmo de la época y sus límites

El fariseo y el publicano de James Tissot
Ilustración: El fariseo y el publicano de James Tissot (1894).

Fuera de los Rollos del Mar Muerto, que nos ofrecen fuentes primarias de la secta de Qumrán en los Rollos del Mar Muerto, no hay otra corriente del judaísmo de la que tengamos más información que la farisea. Son mencionados en los evangelios, en Hechos de Apóstoles, en una ocasión en las cartas paulinas, las obras de Josefo y una amplísima literatura rabínica, en sí derivada del sector fariseo de la época.

[Nota: Sobre este aspecto, se me había olvidado la existencia de manuscritos no qumranitas que son, para todos los efectos, documentos protomasoréticos y que se han encontrado en varios lugares del desierto de Judea (Tov 2020; Tov 2022).]

Dada tanta información, es irónico constatar que, de tanto, conocemos con certeza tan poco. En una conferencia en la Universidad de Notre Dame, el conocido investigador y sacerdote John P. Meier decía:

El secreto pequeño y sucio de la exégesis del Nuevo Testamento es que nadie está completamente seguro de quiénes fueron los fariseos. Por supuesto, eso no previene que yo escriba todo un capítulo sobre ellos… La búsqueda del fariseo histórico es más difícil que la búsqueda del Jesús histórico (Meier 2008, 21:44-21:56, 22:15-11:21).

La razón de ello es evidente para los expertos, no así para el público en general. Es bien importante señalarlo porque es pertinente para nuestra discusión.

  1. En los evangelios, aparecen los fariseos a diestra y siniestra. Hay unos aspectos de la información provista que parecen verosímiles. Por ejemplo, la acalorada discusión entre Jesús y los fariseos era normal, típica de la época. No obstante esto, bastante de estas discusiones están seriamente contaminadas por las hostilidades que las asociaciones cristianas tuvieron con el sector fariseo al final del siglo I y durante el siglo II. Por tanto, emplearlas sin el debido cuidado se podría caer en retroproyecciones, anacronismos y demonizaciones si se toman como verídica la información provista por estos textos.
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  2. Como ya he mencionado, Hechos de Apóstoles es de muy poca fiabilidad. No podemos tomar casi nada de su información como fidedigna, y cuando se haga, debe haber una cuidadosa cualificación. Lo que es pertinente señalar es que los “fariseos” se presentan en Hechos como oponentes de Pablo en un momento dado, pero miembros del movimiento de Jesús que les requería la circuncisión a los paganos (Hechos 15:5). En cambio, en el relato paralelo del mismo acontecimiento en Gálatas, Pablo no menciona a fariseos, sino más bien a “unos infiltrados, los falsos hermanos …[que] espían la libertad que tenemos en Jesucristo con el fin de esclavizarnos” (Gál. 2:4). Es posible que el autor de Hechos hiciera a estos el equivalente a los fariseos. Puede estar presente una contaminación por la hostilidad entre el fariseísmo de la época del autor del texto y los cristianos.
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  3. En Hechos, se presenta a Pablo (o Saulo, antes de su “conversión”) como fariseo, virtualmente idéntico a un judío celoso. Una vez más, estamos ante una posible retroproyección al pasado de disputas entre cristianos y fariseos de finales del siglo I o durante el siglo II.
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  4. Josefo ofrece datos muy importantes en torno a los fariseos. El problema es que muchos de ellos no son fiables en absolutos y, en algunos casos, los especialistas sospechan que está mintiendo (Fredriksen 2021, sec. “Pharisees in Josephus”).
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  5. Fuera de los textos rabínicos, todos posteriores al siglo I, no tenemos escritos de los fariseos mismos de ese siglo o el anterior.
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  6. No tenemos idea de cuánta era la población del área de Judea en la época, y eso afecta nuestro juicio en torno a cuántos fariseos hubo en la región. Aun si damos por buenos los números de Josefo (no muy fiables), la totalidad de fariseos en Judea no excedía un 1.2 % (Fredriksen 2021, sec. “Pharisees in Josephus”). Podemos también aseverar que la inmensa mayoría de la población no era ni saducea, ni farisea, ni esenia, ni celote; en otras palabras, la mayoría no pertenecía a ninguna de las corrientes de pensamiento judías de la época.
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  7. De todos los documentos antiguos que tenemos de la época, es en las cartas de Pablo donde aparece una autoidentificación como fariseo (Flp. 3:5), o al menos eso aparenta. Por supuesto, este es uno de los asuntos en disputa en el vídeo, ya que se plantea que fue un añadido posterior.
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  8. En cuanto a los documentos rabínicos posteriores, el problema es que son … pues … posteriores, algunos de ellos siglos después del siglo I (e.g. la Mishná es ca. 200 e.c., otros son de los siglos V hasta el XI). Eso significa que muchas de las enseñanzas rabínicas como aparecen estos textos deben tomarse con suma cautela, ya que pueden retroproyectar discusiones posteriores a rabinos o fariseos del pasado, tales como Hillel, Shammai, Gamaliel I, entre otros (Maccoby 1991, 130-131).
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  9. Frecuentemente, se afirma que los fariseos eran más populares que otros sectores del judaísmo, tales como los saduceos. Aunque personalmente no pongo en duda esta aserción como una situación general, la evidencia parece señalar que hubo sectores fariseos en el espectro. Por un lado, tenemos unos que fueron favorecidos por Herodes. En el otro extremo, tenemos fariseos que participaron en movimientos de resistencia antirromanos. Hubo de todo, desde juristas que orientaban a los saduceos en el consejo de ancianos de Jerusalén, hasta los que se dedicaban a la discusión entre maestros más laxos y más conservadores torno a asuntos concernientes a normativas: qué constituía “trabajar”, el divorcio, entre otros temas.
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  10. Varios especialistas ya han señalado que es bien difícil establecer fronteras tajantes entre corrientes judías de la época. Por ejemplo, mucho del pensamiento qumranita parece haber sido cercano al de los fariseos de la época. Josefo identifica al fariseísmo como una hairesis (escuela) distinta a la “cuarta filosofía” (celotes), pero vemos instancias de ciertos fariseos colaborando con los celotes en sus actividades de resistencia, e.g. Sadoc el fariseo (Bermejo Rubio 2020, cap. 6, sec. 6.1, subsec. 6.1.1).
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  11. El asunto es más grave si intentamos caracterizar las enseñanzas fariseas exclusivamente en términos judíos, prescindiendo de todo tipo de razonamiento romano o helenístico. Recientemente, Katell Berthelot ha publicado una obra donde demuestra cómo probablemente las leyes romanas afectaron la normativa rabínica. No olvidemos que muchos aspectos del pensamiento helenístico se integraron a la corriente mayoritaria del pensamiento de las corrientes judías de una u otra manera. Esto no era un fenómeno exclusivo de la diáspora.

Podría continuar mencionando más problemas, pero ya con lo anterior es suficiente para nuestra discusión.

Después de todo esto, pueden imaginarse, mis queridos lectores, cuan difícil es categorizar a un judío del siglo I como fariseo, si no es referido así de esa forma o si hay duda razonable en torno al pretendido fariseísmo.

Hoy existe un debate sobre si Jesús era fariseo o no. Algunos como Hyam Maccoby y otros han argumentado que sí. Otros expertos, como John Meier no tanto. En lo personal, me inclino a que no lo fue por tres razones. En primer lugar, no tenemos noticia de fariseos operando en Galilea con excepción de los evangelios (y esa información debe ser tomada con pinzas; Piñero 2015, 33; Vidal 2007, 38); segundo, existe una memoria fuerte (evidenciada por patrones recurrentes) de que Jesús y sus alumnos no pertenecieron a o se consideraron parte de ese movimiento; finalmente, Chris Keith ha mostrado convincentemente por patrones recurrentes que hubo alegatos de los adversarios de Jesús: que no estaba debidamente formado para enseñar la Torah. De hecho, cataloga a Jesús como un analfabeto no textual, cuyo mensaje probablemente lo obtuvo de las enseñanzas de la sinagoga o —añado yo— de Juan el Bautista (Keith 2011; Keith 2020).

Por otro lado, está fuera de toda duda de que Jesús era afín al fariseísmo y otras corrientes apocalípticas de la época. Su capacidad de razonar como un rabino en algunas ocasiones (si damos como fidedignos algunos de los pasajes de los evangelios) hacen pensar a algunos especialistas que Jesús —o al menos alguno de los evangelistas que pusieron palabras en su boca— era fariseo (Maccoby 1986, 29-44). Las controversias entre fariseos y cristianos en la antigüedad pueden deberse en parte al hecho de que, por su afinidad, luchaban por potenciales adeptos del otro lado y los que estaban en la frontera de uno u otro movimiento.

Como conclusión de esta sección … es muy poco lo que podemos saber con plena certeza sobre los fariseos, y los textos disponibles deben emplearse con mucho cuidado. Asimismo, ambas partes de la discusión (los que ven a Pablo como fariseo y los que no) deben permanecer humildes ante la falibilidad de la evidencia disponible, y no dar respuestas definitivas a estos planteamientos.

Y ahora, pasemos a Pablo …

III. ¿Era Pablo fariseo o no?

Estatua de San Pablo en el Vaticano
Estatua de San Pablo en el Vaticano creado por Adamo Tadolini. Fotografía cortesía de AngMoKio de Wikimedia Commons. Licencia: CC-BY-SA 2.5 Gen.

1. La formación y el ambiente de Pablo

Como hemos establecido, Pablo era un judío de la diáspora y no podemos dar por buena la información de que fue formado a los pies de Gamaliel. Piñero encuentra que Pablo no recibió formación griega en filosofía y literatura, algo que se puede ver mucho más claramente en el caso de Filón de Alejandría. Por ende, lo caracteriza como influenciado por un “platonismo vulgarizado” (Piñero 2015, 31-32; véase también Vidal 2007, 38-39).

Por otro lado, una experta en clásicos como Robyn Faith Walsh ve el pensamiento paulino como una suerte de platonismo medio, aunque admitidamente conceptuado de una manera extremadamente distinta a la de alguien como Filón de Alejandría (Walsh, “Lecture Three”). Para los desconocedores del tema, en filosofía, el platonismo medio es un término sombrilla con el que se categorizan corrientes que se inspiran en las obras de Platón, pero que se complementan con elementos del aristotelismo y el estoicismo. Como bien ha resaltado ■■■■■, Pablo cita en sus cartas a una diversidad de autores grecorromanos y emplea las obras de Platón sin mencionar su nombre. Añado yo que sostenía una visión de mundo impregnada de física estoica. También emplea recursos de la retórica típicos del mundo grecorromano como la “diatriba platónica”. Asimismo, escribía muy bien el griego koiné. Lo anterior indica que Pablo fue muy bien formado y altamente educado (Walsh “Lecture Two”; ver también Maccoby 1991, 140-142).

Contrario a la apariencia que quiere dar Hechos, de que Pablo laboraba de curtidor, su procedencia debió haber sido de una familia lo suficientemente adinerada como para costear ese tipo de educación. Su vida en la diáspora explica muy bien por qué conoce tan bien las costumbres y el pensamiento pagano de la época, para reconfigurar el mensaje del movimiento de Jesús, y así atraer a los paganos a la causa (lo que llama Piñero, la “misterificación” del jesuanismo, sin que esto implique que el cristianismo se convirtió en una de las muchas religiones misterio).

Ahora bien, lo que hacía en sus cartas era combinar todo ese conocimiento con el uso de la Septuaginta para demostrar sus puntos más importantes en relación con su mensaje jesuano, con su euangélion. Él también pensaba como judío: era de familia judía, de la tribu de Benjamín, era circuncidado, su pistis o fides era al dios de Israel. Se concebía a sí mismo como un Jeremías, llamado desde el vientre de su madre para avanzar la causa de su euangélion, para que se cumpliera la promesa a Abraham de que las naciones se convirtieran en sus hijos por adopción (por pneuma y no por la carne). Es conocedor también de varias de las leyendas judías que circulaban en la época y que sabemos vía sus cartas. Por ejemplo, hablaba de cómo una roca le seguía al pueblo de Israel en el desierto (1 Cor. 10:4).

2. El pasaje de Filipenses

¿Qué hacemos entonces con la autodesignación de Pablo como “fariseo”? El pasaje en cuestión dice así:

Cuídense de los perros; cuídense de los malos obreros; cuídense de la mutilación. Pues nosotros somos la circuncisión, los que adoramos en el pneuma de Dios y nos orgullecemos en el Mesías, Jesús, no confiando en la carne; aunque yo tengo confianza también en la carne. Si algún otro opina tener confianza en la carne, yo más; circuncidado al octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín, hebreo, hijo de hebreos, en cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, implacable” (Flp. 3:2-6).

Esto forma parte de un texto más amplio: Flp. 3:1b-4:1. Hay gente que plantea que tratarse de una interpolación posterior. Por ejemplo, Senén Vidal argumenta que el pasaje interrumpe abruptamente el verso 1 del capítulo 3. También se refiere a los judíos de manera muy despectiva, que dista de lo que vemos en Romanos 9-11. Tampoco podemos olvidar que el término “fariseo” aquí se emplea de manera más típica al final del siglo I o comienzos del siglo II, cuando se equivale al fariseísmo al celo judío (Vidal 2012, 553-561).

El problema con esta postura es que asume demasiado. Hay expertos que han notado una interrupción en el texto, pero abogan más bien por plantear la inserción del texto de otra carta de Pablo (Ehrman 2020, 397-298). Otros autores, tal vez la mayoría, difieren de esa posición y consideran que hay una continuidad con el resto del texto (Hawthorne y Martin 2004, “The Integrity of Philippians”; Halloway 2017, “Introduction”). No importa cuál sea el caso, el consenso actual en cuanto a Filipenses 3:1b-4:1a es que no se trata de una interpolación posterior. De hecho, según la reconstrucción de Jason BeDuhn, los versos pertinentes de este pasaje, incluyendo la mención de “fariseo” se encuentran en el Apostolikon de Marción (BeDuhn 2013, 258-259).

Entonces, la pregunta es, ¿qué quiere decir Pablo con que se considera fariseo “en cuanto a la Ley”? Hay dos posibles respuestas a esta pregunta que no son del todo incompatibles. La primera es la sugerida por Walsh en cuanto a que Pablo se consideraba intérprete de la Torah, trataremos en breve el asunto de si estuvo instruido en el fariseísmo o rabinismo para eso. Ahora bien, como señalan Piñero y Hyam Maccoby, Pablo nunca se llamó a sí mismo sopher o grammateus, escriba o experto en la ley. Por otro lado, se autodeclara superior a un letrado grammateus (1 Cor. 1:20; Piñero 2015, 35).

La segunda, es la sugerencia de Antonio Piñero:

El fariseísmo de Pablo sin ningún tipo de matiz, pues sería posible (a pesar de Flp 3,5) que más que fariseo estricto, afiliado a la secta, participante de sus comidas comunes, fuera más bien un simple convencido de las ideas fariseas (Piñero 2015, 19).

“… podría ser … que Pablo … empleara el término ‘fariseo’ pero no de modo estricto, a saber, entrenado largos años en la escuela de un maestro fariseo de fama, experto en las técnicas que luego serían denominadas ‘rabínicas’, sino que lo usara de una manera amplia como ‘defensor de las ideas fariseas’ en contra, por ejemplo, de las saduceas o esenias…

“En conclusión, propondríamos como hipótesis intermedia que Pablo habría utilizado el término ‘fariseo’ de un modo distinto, amplio, más como defensor de ideas fariseas que como experto en razonamientos ‘rabínicos’” (Piñero 2015, 36, 37).

Pero, como atinadamente le criticaba ■■■■■, el problema con esta propuesta es que deja la categoría de “fariseo” en un sentido muy laxo. Cualquiera que fuera afín a las ideas fariseas podría considerarse a sí mismo “fariseo”. En mi caso, propongo una tercera opción y que no es agradable para los admiradores de Pablo: que en el afán paulino de afirmar su autoridad sobre la Ley de Moisés, se haya autodesignado “fariseo”, es decir, como alguien al que le fue otorgado carismáticamente —por acción del pneuma divino— la facultad de interpretar la Torah. En ese sentido, Pablo exagera esa autoridad no reconocida por grammateús humano alguno, sino por revelación divina y la acción del pneuma santo de Dios.

3. Muestras de que Pablo no razonaba como fariseo

Repito, lo que diré es en mi inexperta opinión, haciendo las salvedades señaladas en secciones anteriores, especialmente en cuanto a prestarle atención a cualquier retroproyección de las fuentes rabínicas a la realidad farisea del siglo I. Por tanto, esto no puede considerarse en sí mismo “prueba” de que Pablo no fuera fariseo, pero sí argumento de que es un fuerte indicio de que no lo era, ni razonaba como uno. Cada uno de los argumentos ha sido presentado por ■■■■■ en el vídeo (entre otros que mencionó).

  • Pablo no usó la Biblia Hebrea, sino la Septuaginta como referente. El que no se usara la Biblia Hebrea, podía alterar el razonamiento rabínico en cuanto a los términos empleados en hebreo y la manera en que se tradujo la Biblia Hebrea al griego (Maccoby 1986, 68-71; Maccoby 1991, 139-141).
  • La concepción antropológica y psicológica de Pablo no coincide con la que encontramos en el rabinismo. Al contrario, es una antropología platónica, pero impregnada de física estoica. Para los rabinos, el alma (la psyche) humano tiene dos inclinaciones, el yetzer ha-tob (la buena) y yetzer ha-ra’ (la mala). La caída en el pecado requiere arrepentimiento y redirección de la decisión mala en algo bueno (Maccoby 1991, 56-57). Por otro lado, en la antropología paulina, impregnada de platonismo y estoicismo, concibe el origen de las malas acciones en la debilidad de la carne (sarx) afectada por el pecado. Por eso, para la salvación al final de los tiempos, el cuerpo carnal tenía que convertirse en un cuerpo pneumático, para poder elevarse y recibir a Cristo cuando regresara a la tierra.

(Nota aparte: aunque Maccoby afirme que no es rabínica, la noción paulina de una salvación por iniciativa propia es imposible sin Dios debido a la carne, hay que indicar que no está del todo ausente en el judaísmo. Por ejemplo, la idea aparece en los textos de Qumrán, e.g. 1 QS (Regla) 11: 2-3,9-11; 1 QH (Himnos) 4:30-31,37. Véase Piñero 2016, 73).

  • Aparentemente, Pablo no sabía llevar a cabo un argumento qal va-homer, ya que erróneamente la conclusión de su razonamiento iba más allá de lo que supone la premisa. Maccoby ve en esto, esfuerzos paulinos de imitar el razonamiento fariseo, pero que fallaba en la mayoría de los casos (Rom. 5:10; 5:17; 11:15; Maccoby 1986, 64-67).
  • Hay casos en los que aun los que favorecen la posición del fariseísmo paulino se sorprenden de ciertas interpretaciones bíblicas que muy seguramente eran totalmente ajenas al razonamiento fariseo. El caso más notable es la “alegoría” de Agar y a Sara, y que presenta a aquellos que se aferran a la Torah como “hijos de la esclava” y a los jesuanos paganos como “hijos de la libre” (Gál. 4:21-31). Esto no tiene precedente alguno en ningún lugar del judaísmo y surge como retórica paulina para persuadir a los gálatas paganos para no seguir las obras de la Torah (i.e. el kashrut, la observancia del sábado y la práctica de la circuncisión).
  • Aun cuando podemos reconocer que los rabinos consultaban obras de filósofos y literatos paganos, tenemos el problema de que apelar a estos pensadores en un proceso de argumentación rabínico es algo muy distinto. Pablo justificaba sus posiciones en sus cartas, continuamente citando refranes, textos, nociones y pensamientos filosóficos marcadamente grecorromanos. Y aunque señalé que elementos de la normativa romana y de otra índole se hallan en los textos rabínicos, una cosa es eso, otra cosa es razonar a partir de las escrituras (en particular, las escrituras en hebreo) según se acostumbraba en el fariseísmo.

IV. Conclusión

Pablo ante Félix
Representación de Pablo ante Félix, grabado de William Hogarth (1752).

Evidentemente, me quedo corto de una discusión más profunda, pero es suficiente. Lo anterior indica fuertemente —aunque enfatizo que no “prueba”— que Pablo no fuera fariseo, ni fue educado como uno.

No obstante esto, también reitero que lo que sabemos con certeza de los fariseos es muy poco y puede ser que las fuentes mismas oculten información importante para tener un mejor juicio en torno a este tema.

También recuerdo que la opinión de un servidor debe tomarse con cautela, ya que el fariseísmo y las fuentes rabínicas no son mi forte. Pero consultando con autoridades en torno al tema, me parece que la evidencia no es suficiente para afirmar que Pablo fue educado como fariseo o razonara como tal.

No quiero que este escrito se vuelva un nuevo escenario para dramas cibernéticos. Más bien espero que esto sirva mejor como un punto de partida para una discusión sustanciosa que nos pueda llevar a educarnos más sobre el tema.

Esta conclusión a la que llego, no es un dogma de fe estático e inamovible; y siempre estoy en la disposición a cambiar de parecer.

Que pasen buen día.

Referencias

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